* Historia del comercial blasfemo.
* La campaña publicitaria finalmente ha sido suspendida, pero tus comentarios siguen llegando al blog.
En su irreverencia y blasfemia, el anuncio de patatas fritas enmarca una triste verdad que es difícil de negar: que hoy la Eucaristía, o el Cuerpo de Cristo, se trata como una fritura, una galleta o un dulce.
En realidad, el comercial fotografía una situación que es difícil de negar: la experimentamos cada vez que participamos en las misas dominicales en nuestras parroquias.
Por dos razones, básicamente:
1o La distribución de la Eucaristía, como la hacen muchos sacerdotes, parece una distribución automática de fichas, y en consecuencia la forma en que los fieles la reciben no puede ser diferente. En la gran mayoría de nuestras iglesias la Eucaristía ha sido banalizada en todos los aspectos, y esto se debe a la pérdida del sentido de lo sagrado, del respeto a la liturgia, de la dignidad de la celebración, de la conciencia de lo que uno es. va a recibir.
2o También se debe a que ya no recordamos las condiciones necesarias para acceder a la Comunión. Demasiada superficialidad, demasiada facilidad, demasiada irreverencia, demasiada temeridad, tanto en los sacerdotes como en los fieles. Vale la pena llorar, de verdad.
En definitiva, el problema grave y real es que, tanto para los sacerdotes como para los fieles (pero la responsabilidad es ante todo de nosotros los sacerdotes), si la fe en la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía ya no se manifiesta externamente, es porque ya no se cree que la Eucaristía sea el Cuerpo de Cristo.
A partir de ahí, se necesita resulta fácil transformar la Eucaristía en una fritura o una galleta.
Hace un tiempo vi un programa en la televisión sobre bodas, confirmaciones y primeras comuniones. Pues una pequeña que estaba celebrando su primera comunión dijo que la hostia bendita estaba un poco sosa y que la hubiera preferido con un poco de Nutella. Y no estaba bromeando, de hecho hablaba muy en serio y lo sentía.
Si nos escandalizamos por lo comercial es buena señal, pero si no queremos ser hipócritas deberíamos escandalizarnos mucho más por lo que vemos en nuestras celebraciones. Dado el nivel de abyección al que hemos llegado, esperamos que la historia del anuncio al menos nos impulse a tomar conciencia de estos graves problemas.
un párroco.
Carta a Aldo María Valli.