Señor Jesús, tú me llamas por mi nombre

Pbro. Hugo Valdemar Romero
Pbro. Hugo Valdemar Romero

En este cuarto Domingo de Pascua, el evangelio de Juan nos presenta la figura de Jesús, buen pastor. La imagen del pastor y del rebaño era muy querida y comprendida en tiempos de Jesús; los pastores del desierto pasaban días enteros guiando a sus rebaños en búsqueda de pastos, convivían todo el día con sus ovejas, terminaban por conocer a cada una de ellas y llamarla por su nombre.

Hoy, para una sociedad que en su mayoría vive en las ciudades, se nos hace una imagen ajena y, para algunos, hasta ofensiva; “No somos borregos” podemos decir molestos, dando a entender que no somos una masa anónima y manipulable, que somos personas libres, independientes y pensantes; sin embargo, la triste realidad es que, como pocas veces en la historia de la humanidad, las personas actúan como verdadero  rebaño.

Pensemos en todo lo que nos manipulan los medios de comunicación y las redes sociales, que nos dictan cómo debemos pensar, hablar, vestir, comprar, viajar, cuáles son los nuevos valores que debemos asumir, aunque sean inmorales y atenten contra la fe y contra nuestra dignidad como personas.

 Curiosamente obedecer a Jesús nos hace libres, someternos amorosamente a sus mandamientos, vivir su evangelio nos saca de la masa de borregos que hacen caso a quienes manipulan a la sociedad,  pues quien ama Jesús tiene valores distintos, no le importa lo que el mundo piense o quiera imponer; es más, va contra esos valores, es libre porque no se somete a lo que impone una sociedad inmoral consumista y egoísta.

“Señor Jesús, tú eres un pastor bueno, me conoces, me llamas por mi nombre, sabes cuáles son mis inquietudes y necesidades, me libras del peligro y del lobo sanguinario, me llevas a pastos abundantes y manantiales de agua limpia. Tú eres mi pastor y nada me falta, estar contigo es saberme amado y tu amor le da seguridad y sentido a mi vida. Tú eres un buen pastor, yo lo sé, pero yo no soy una buena oveja, te conozco poco,  te sigo con dificultad y todavía soy incapaz de dar la vida por ti como tú le entregaste por mí.

Ayúdame, Señor, a no dejarme seducir por falsos pastores que a la larga me llevan al abismo, al vacío y a la insatisfacción. Tú eres mi pastor;  si me pierdo, búscame; si me rebelo,  ten paciencia y también repréndeme; del enemigo, líbrame y hazme reposar en el sosiego de tus pastos, en tu amor inmenso que te ha llevado a dar la vida por mí”.

Feliz domingo. ¡Dios te bendiga!

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