Este cuarto domingo de Pascua es conocido en la Iglesia Católica, como el domingo del buen pastor porque entre otras cosas, en el Evangelio (Jn 10, 11-18) Jesús se autopresenta con esa imagen y habla de los rasgos principales de un buen pastor.
Jesús es el buen pastor porque nos conoce, nos acompaña y él ha dado su vida en la cruz por nosotros, sus ovejas. “No hay mayor amor que dar la vida por los amigos”. En la cruz Jesús nos ha reconciliado con Dios. El buen pastor conoce a sus ovejas, las protege y las cuida, él les ofrece la Vida en forma espontánea, libre y voluntaria. Todo esto, obviamente lo hace el buen pastor porque entre él y sus ovejas existe una relación profunda de amor.
Tomando en cuenta la imagen del pastor y de las ovejas meditemos sobre las 3 grandes vocaciones que nos regala Dios.
La primera gran vocación es la LLAMADA A LA EXISTENCIA. Esta vocación la recibimos todos al momento de ser concebidos. Por eso desde ese momento Dios nos llama a vivir en este mundo, nos da la vida con un solo propósito, darle gloria, honrarlo, adorarlo y reconocerlo como nuestro creador. De ahí que toda vida humana sea sagrada y debemos respetarla desde el momento de la concepción. Toda vida humana es digna y es amada por Dios, por eso debemos cuidar y respetar la vida que Dios nos dio porque es sagrada.
La segunda vocación que Dios nos regala es en el momento de nuestro Bautismo. Ahí DIOS NOS LLAMA A SER SANTOS y por eso nos hace sus hijos, nos convierte en templos vivos del Espíritu Santo y en miembros vivos de su Iglesia. El Bautismo nos perdona los pecados y nos hace hermanos de Jesucristo. Todo esto es para ser Santos. Se trata de una vocación fundamental que se puede vivir en cualquier estado de vida. Todo bautizado es llamado a configurarse con Cristo, imagen del hombre perfecto. Todo cristiano está llamado a participar de la dignidad sacerdotal, profética y real de Cristo. Gracias a esto, todo el que cree en Cristo y se hace su discípulo puede llevar a cabo acciones sagradas que agradan a Dios. Es esta la belleza y la grandeza de la vocación cristiana.
La tercera llamada que Dios nos hace es LA VOCACIÓN ESPECIFICA. Se trata del estado de vida desde donde queremos servirle a Dios. Esta vocaicón específica puede ser desde el matrimonio, la soltería o la consagración de la vida sea como sacerdote o como religioso o religiosa. La vida religiosa es una especial consagración a Dios a través de la práctica de los tres votos religiosos de pobreza, castidad y obediencia. Se trata de la vocación de los hermanos religiosos y religiosas. Las personas religiosas están llamamos a ser signos y testimonios vivientes de valores celestiales, Un religioso o una religiosa es un testimonio viviente de la vida nueva y eterna que Cristo ha adquirido con su resurrección. Ellos son un signo en la tierra de la vida futura y la gloria del reino de los cielos.
La vocación sacerdotal se especifica en tres grados: los obispos, presbíteros y diáconos que participan en diverso grado del Sacramento del Orden. Los obispos participan de la plenitud del sacerdocio de Cristo Pastor (Cfr L.G. 26). Los presbíteros son colaboradores del obispo, dependen de ellos y son consagrados para predicar el evangelio, apacentar los fieles y celebrar el culto divino. Bajo la autoridad del obispo, santifican y gobiernan la porción de la grey que se les encomienda (cfr L.G. 28). Los diáconos sirven al pueblo de Dios en comunión con su obispo y los presbíteros, administrando el bautismo, distribuyendo la eucaristía, leyendo y comentando la Sagrada Escritura, instruyendo a los fieles, presidiendo el culto y bendiciendo los matrimonios (Cfr L.G. 29).
Todas las vocaciones son bellas e importantes para la vida de la Iglesia. La clave radica en saberlas vivir plenamente. Todas las vocaciones son un regalo de Dios. Es él el que escoge y llama. Él es el que Envía, el que da la gracia para responder y para perseverar.