* Algunos cardenales insistieron en recibir la comunión en la mano, a pesar de las disposiciones de Benedicto XVI.
* El drama de la guerra y el silencio fructífero de Dios entre los temas que guiaron la oración en las 14 estaciones.
Quizás en el momento de mayor sufrimiento físico desde que comenzó su pontificado, Francisco tuvo que renunciar en el último momento a presidir el Vía Crucis en el Coliseo.
Su presencia se daba por segura, también porque había participado por la tarde en la celebración de la Pasión del Señor en la Basílica de San Pedro, en silla de ruedas y con la voz muy débil.
En esta ocasión, la homilía fue preparada y leída por el cardenal y predicador de la Casa Pontificia Raniero Cantalamessa, mientras que la distribución de la Sagrada Comunión en la liturgia de la Conmemoración de la Pasión del Señor fue «tarea» del cardenal Lázaro You Heung. -sik.
En esta ocasión se constató la tendencia de varios miembros del Colegio a recibir la Comunión en la mano, contrariamente a las disposiciones que Benedicto XVI quería para la Basílica de San Pedro: el prefecto del Dicasterio para el Clero era inocente.
Volviendo al Papa reinante, a última hora de la tarde llegó el comunicado de la Oficina de Prensa de la Santa Sede en el que se advertía que para «preservar la salud con vistas a la Vigilia de mañana (hoy, ndr.) y a la Santa Misa de Pascua Domingo» el Santo Padre permaneció en Santa Marta. El año pasado, el Papa, de más de ochenta años, se había retirado por miedo al frío.
Este Viernes Santo, sin embargo, aunque no participó personalmente, escribió de su propia mano las meditaciones y oraciones. Los textos también encuentran espacio para reflexiones sobre temas de actualidad.
No podía faltar la gran preocupación del Pontífice argentino: la invocación por la paz . Lo encontramos en la meditación de la octava estación, aquella en la que Jesús consuela a las mujeres que lloran. El Papa escribe: «Ante las tragedias del mundo, ¿mi corazón se congela o se derrite? ¿Cómo reacciono ante la locura de la guerra, ante los rostros de los niños que ya no saben sonreír, ante las madres que los ven desnutridos y hambrientos y no tienen más lágrimas que derramar? Tú, Jesús, lloraste por Jerusalén, lloraste por la dureza de nuestros corazones. Sacúdeme por dentro, dame la gracia de llorar mientras rezo y de orar mientras lloro.» Y regresa en la invocación final, repitiendo catorce veces el nombre de Jesús, con la oración por «las hermanas y hermanos que en muchas partes del mundo sufren persecución a causa de tu nombre; los que sufren el drama de la guerra y los que, sacando fuerzas de vosotros, cargan pesadas cruces». Luego la petición de mantener al mundo (pero también a la Iglesia) en paz.
Frente a la primera estación del Vía Crucis que representa a Jesús condenado a muerte, el Papa se muestra asombrado. Francisco escribe: «Jesús, tú eres vida y estás condenado a muerte; sois la verdad y sufrís una prueba falsa. ¿Pero por qué no te quejas? ¿Por qué no levantas la voz y explicas tus razones? ¿Por qué no refutan a los eruditos y a los poderosos como siempre lo han hecho con tanto éxito? Tu reacción es sorprendente, Jesús: en el momento decisivo no hablas, guardas silencio». La respuesta está en el silencio «porque cuanto más fuerte es el mal, más radical es tu respuesta. Y tu respuesta es el silencio. Pero vuestro silencio es fecundo: es oración, es mansedumbre, es perdón, es camino para redimir el mal, para convertir lo que se sufre en un don que se ofrece».
Los momentos de la Pasión exhortan al Pontífice a reflexionar también sobre la calidad de la oración . Como antídoto a una oración apresurada, el Papa señala el ejemplo de María en cuya «mirada llena de lágrimas y de luz» el Jesús traicionado, que quedó solo con la cruz, encuentra «el recuerdo de la ternura, de las caricias, de la brazos amorosos que siempre han acogido y apoyado». Francisco se dirige a la Virgen para pedirle: «detén mi carrera, ayúdame a recordar: a apreciar la gracia, a recordar el perdón y las maravillas de Dios, a revivir el primer amor, a saborear las maravillas de la providencia, a llorar de gratitud». Las escritas por Francisco son meditaciones en «rosa» cuando pide a Jesús que nos ayude a «reconocer la grandeza de las mujeres, aquellas que en Pascua fueron fieles y cercanas a ti, pero que hoy todavía están descartadas, sufriendo ultrajes y violencias». Hablando también de la maternidad, el Papa nos invita a reconocer al Señor y amarlo «en los niños no nacidos y abandonados», sin olvidar «demasiados ancianos descartados» tras la denuncia de la cultura del descarte que ha acompañado su pontificado.
Otro tema de actualidad abordado es el del discurso de odio, reflexionando sobre la sexta estación , donde Verónica limpia el rostro de Jesús: Francisco comparó a los «muchos (que) siguen el espectáculo bárbaro de la […] ejecución y, sin conoceros y sin saber la verdad, emiten juicios y condenas» a lo que sucede hoy en internet donde «ni siquiera hace falta una procesión macabra: basta un teclado para insultar y publicar frases».
En ausencia del obispo de Roma, en el Coliseo estuvo su vicario, el cardenal Angelo De Donatis, quien «escoltó» la cruz a lo largo de las 14 estaciones durante las cuales fue llevada por sacerdotes, religiosos y laicos, incluidas familias, discapacitados y inmigrantes. La última vez que Francisco estuvo en el Monte Palatino se remonta a hace dos años.
Por NICO SPUNTONI.
CIUDAD DEL VATICANO.
SÁBADO 30 DE MARZO DE 2024.
LANUOVABQ.