Hoy es domingo de ramos. El nombre litúrgico es “domingo de la pasión del Señor” porque dentro de la misa se lee el pasaje completo de la pasión que este año corresponde al evangelio de Marcos.
Da inicio la Semana Santa donde celebramos tres cosas fundamentales de nuestra fe, la pasión, muerte y resurrección del Señor. Se le llama también “domingo de ramos” porque hacemos memoria de la entrada de Jesús a Jerusalén cuando, por libre voluntad, sube a la ciudad para padecer su muerte.
La gente sale a su encuentro con ramos y palmas aclamándolo como rey, el mesías, hijo de David que viene a liberar a Israel, pero la suya no será una liberación política ni solo del pueblo judío, la suya será una liberación más radical: la liberación del pecado que es la raíz de todos los males e injusticias y será una salvación ofrecida a toda persona que se abra a recibirla, que reconozca y proclame que Jesús es el Señor, el hijo de Dios que nos ha salvado a precio de su sangre derramada y de su entrega en la cruz.
Jesús es rey no dominando, sino sirviendo, no explotando a los suyos, sino dando la vida por ellos, no exigiendo bienes, sino colmándolos de su riqueza, pues se hizo pobre para hacernos ricos. Jesús es rey lavando los pies, no respondiendo mal con mal, sino venciendo el mal a fuerza de bien. Jesús es un rey coronado de espinas, revestido con un manto de burla, azotado y maltratado con una violencia brutal.
Jesús es rey siendo cambiado por un vulgar ladrón y asesino, es un rey rechazado en cuyo lugar el pueblo elige al tirano y asesino, al César. Jesús es un rey traicionado y abandonado por sus amigos, es un rey juzgado injustamente y condenado a base de intrigas y calumnias. Jesús es un rey que perdona a los que lo hieren e insultan. Jesús es un rey Dios levantado en lo alto, un rey sublime y crucificado que muestra que Dios es Dios precisamente por amar así, con un amor que es sobrenatural, con un amor que es divino, con un amor con el que solo puede amar Dios que es amor y que da a quienes, como el centurión viendo todo esto, hace la profesión de fe: ‘Verdaderamente este hombre es el Hijo de Dios’.
“Señor Jesús , hoy con la multitud y los niños te aclamó como mi rey y Señor y subo Jerusalén para participar contigo de tu dolorosa pasión, de tu terrible muerte y de tu gloriosa resurrección. Sabes que tengo miedo, que no entiendo, pero tú eres misericordioso, conoces mi debilidad y me animas a seguirte, a tener confianza en ti. Dame comprender que todo sufrimiento, toda tu pasión la has sufrido por mí, por el perdón de mis pecados, por mi salvación. Dame un corazón contrito y agradecido, que yo también pueda decir como el centurión ‘Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios”.
Feliz domingo. ¡Dios te bendiga!