En forma simultánea, concluyen este mes en México tanto el plazo de los partidos políticos para registrar a sus candidatos definitivos a puestos de elección popular para las elecciones de junio próximo, como la oportunidad que tienen las coaliciones partidistas para congraciarse con la sociedad y postular a aspirantes limpios, sin largas trayectorias públicas manchadas por el escándalo y la corrupción.
En todas las entidades de la República Mexicana se presenta el mismo fenómeno: los viejos partidos políticos, coaligados ahora con sus ancestrales rivales, han reservado las candidaturas a personajes que ya no generan ningún entusiasmo ni esperanza entre los electores, pues durante décadas han vivido del presupuesto oficial, y sus apellidos y tareas pasadas han dejado mucho qué desear y en algunos casos hasta nocivas resultan para los partidos que piensan en postularlos nuevamente. En «reciclarlos».
Pongamos un ejemplo: en el estado de Veracruz, para el Distrito X de la capital, Xalapa, partidos como el PAN y el PRI, que integran la coalición contendiente con la oficial, presentan como sus «mejores» cartas a personajes en extremo cascados, ya muy rancios a pesar de su edad, como Sergio Hernández (2 veces diputado), Lillian Cerecedo (de las viejas familias priistas) y Yolanda Olivares (que salta de un gobierno a otro).
Frente a tales «cartas», la ciudadanía se muestra desanimada, descontenta, decepcionada. ¿Qué no tendrán los partidos mejores aspirantes? ¿Cómo pedir a la población que vote por esa coalición si presenta personajes ya desgastados, ligados a los viejos grupos de poder?
Claro, frente a tal panorama, parece ser que los veracruzanos de a pie se animaron a registrar a una mujer –Adriana Franco Sampayo, nos dicen–, que no tiene cola que le pisen. Pero habrá que estar atentos para saber qué quiere el PRIAN: si perder la elección al postular a cartas ya gastadas, como Sergio Hernández, Lilian Cerecedo o Yolanda Olivares…o bien ofrecer un rostro nuevo, limpio y no gastado, como Adriana Franco Sampayo, miembro, dicen, del llamado Consejo Cívico Ciudadano de Veracruz.
En enero del año pasado, Franco Sampayo formó parte de un grupo de veracruzanos que pidió a las autoridades impedir la construcción de un «templo satánico» en Catemaco.
Se trata, pues, de un rostro nuevo.