* No podemos seguir fingiendo que la cuestión se puede eludir, sometiendo el cristianismo a las ideologías actuales
También en este V Domingo de Cuaresma la primera lectura insiste en la traición de la Alianza entre Dios Creador y la humanidad que hubo en tiempos de los profetas y en estos últimos años nuestros se ha repetido y se repite de manera tan grave como nunca antes se había visto.
Estamos en plena «apostasía» como nos lo describen las duras palabras del Catecismo que citamos el domingo pasado. Todo esto no debe desorientarnos, porque estaba previsto y el Señor sabe utilizar precisamente esta traición a su Persona y a su enseñanza para hacer que los hombres afronten la evidencia de su fracaso cuando se distancian de Él.
Si el primer Pacto, el establecido en tiempos de Abraham con el pueblo de Israel y confirmado con Moisés con la entrega de los Diez Mandamientos , fue traicionado entonces («Pacto que ellos rompieron, aunque yo era su Señor») y llega incluso más traicionados hoy («en forma de impostura religiosa», Catecismo de la Iglesia católica, n. 665), esta vez no podemos seguir fingiendo que la cuestión se puede eludir sometiendo el cristianismo a las ideologías actuales.
La Nueva Alianza que Cristo introdujo en la historia de la humanidad no está ligada a una formalidad externa, no es convencional ni opcional, de modo que pueda ser cambiada a voluntad, porque es una ley de la naturaleza como lo son las leyes físicas y biológicas (« Pondré mi ley en ellos, la escribiré en sus corazones»). Al ir en contra de ella, en nombre de un progreso ilusorio de la humanidad y de la religión, sólo terminamos dañando y destruyendo esa humanidad que pretendería mejorar sin Dios y sin Cristo.
De modo que ya no funcione ni la sociedad civil de los hombres ni aquella sociedad religiosa que es la Iglesia.
¡Ahora es evidente y sólo los más superficiales y aquellos que son manipulados por Satanás no lo notan!
Pronto, debemos esperar, una manifestación aún más explícita que la puesta de relieve por la «realidad de los hechos» de la historia que demuestran el fracaso de la manipulación ideológicamente pagana del cristianismo.
Será una intervención directa de Cristo, preparada por la Madre de Dios que detendrá finalmente al diablo («la mujer te herirá en la cabeza», Gn 3,15) que en nuestros años ha quedado libre de actuar al máximo de sus posibilidades. (“El diablo ha caído sobre vosotros lleno de gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo” ( Apocalipsis 12:12).
Pero «el tiempo se ha acortado» ( 1Cor 7,29) y si estamos con Cristo por María no tenemos nada que temer, reunidos en pequeñas comunidades fieles a la Doctrina y a la Persona de Cristo («No temáis, pequeño rebaño, porque vuestro Padre se complace en daros su reino» ( Lucas 12:32). Entonces todo quedará claro y «ya no tendrán que instruirse unos a otros diciendo: “Conoce al Señor”, porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor”» ( primera lectura ).
– Segunda lectura.
Así como Cristo » aprendió la obediencia por lo que padeció», hoy nos corresponde a nosotros, en la Iglesia que es su Cuerpo en la historia de los siglos cristianos, nos corresponde a nosotros aprender la obediencia al Camino de la Salvación (Cristo «se hizo causa de salvación eterna para todos los que le obedecen») que pasa por esta prueba, como lo prevén las Escrituras, que hoy se cumplen.
– El Evangelio de hoy comienza hablando de los griegos que pidieron ver a Jesús (“Queremos ver a Jesús”).
Los griegos representan la cúspide de la racionalidad filosófica de la época y el hecho de que sean mencionados expresamente en este pasaje del Evangelio parece indicarnos a nosotros y a todos los hombres de nuestro tiempo que debemos ser «racionales» y «científicos». Al núcleo . Aprender a leer los «hechos» de la historia, los «datos» de la realidad del momento presente («conscientes del momento : ya es hora de despertar del sueño, porque nuestra salvación está ahora más cerca que cuando nos hicimos creyentes» , Rom 13, 11).
Es hora de acercarse a Cristo con una «racionalidad» madura, en lugar de manipularlo con ideologías que ya han demostrado que no explican al hombre, sino que lo destruyen o lo reducen a la utopía de sueños ilusorios y psicologismos evasivos.
Ha llegado el momento de esa intervención directa de Dios en la historia humana, que es como la voz que entonces vino del cielo:
«Entonces vino una voz del cielo:
«¡Lo he glorificado y lo glorificaré otra vez!».
En su momento buscaron una explicación natural («La multitud […] decía que era un trueno») pero poco después tuvieron que reconocer una sobrenatural («Un ángel le habló»).
El tiempo ha llegado ya porque «ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será expulsado. Y yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí».
¿Qué diferencia debemos esperar en la Cuaresma de este año y en la próxima Pascua en la que la Iglesia misma, como Cuerpo de Cristo a lo largo de los siglos de la historia, es crucificada y luego resucita con Él y como Él? (“La Iglesia […] seguirá a su Señor en su Muerte y Resurrección”, Catecismo de la Iglesia Católica, n. 667).
Así como la Virgen María supo reconocer el momento presente que le concernía directamente («Heme aquí, sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra», Lucas 1,38), así también nosotros, con ella ayuda, podemos reconocer el momento presente y aprender a “permanecer en él” en la forma en que el Señor nos llama a hacerlo.
Por Alberto Strumia.
Alberto Strumia es sacerdote, licenciado en física teórica y doctor en teología fundamental, fue profesor titular de física matemática (Univ. de Bolonia y Bari) y profesor de Teología Fundamental (ISSRA, Pont. Univ. de la Santa Cruz de Roma), Filosofía de la ciencia, naturaleza y lógica (Fac. Teologica FTER, Bolonia).
Se ha dedicado también a la comparación entre los problemas científicos recientes y la visión filosófico-teológica de Santo Tomás de Aquino. Editor con G. Tanzella-Nitti del Diccionario Interdisciplinario de Ciencia y Fe (Roma 2002) y del portal Documentación Interdisciplinaria de Ciencia y Fe (www.disf.org).
Bolonia, Italia.
Domingo 17 de marzo de 2024
