Dios no vende ni se vende

III domingo de Cuaresma

Pbro. Hugo Valdemar Romero
Pbro. Hugo Valdemar Romero

El Evangelio de este domingo nos presenta el pasaje en que Jesús va al templo y encuentra un espectáculo indigno de la santidad de Dios: Lo han convertido en un mercado donde venden animales para los sacrificios y cambian dinero. Jesús no muestra ninguna tolerancia ante este abuso y tira las mesas de los cambistas y echa el ganado del lugar santo dando una fuerte sentencia: “No conviertan en mercado la casa de mi Padre”.

Efectivamente, Dios no vende ni se vende; Dios, que es amor, es gratuidad pura, ha creado al hombre por amor, lo sostiene en la existencia por amor y lo único que pide de él es la correspondencia en el amor, no en los bienes, no la retribución material, pues como dice uno de los salmos, ¿Qué le podemos dar a Él si toda la creación es suya, todo le pertenece? Jesús quiere dejar en claro que la única cosa que le podemos retribuir a Dios es el amor, pues amor con amor se paga.

La reacción de Jesús hace que las autoridades del templo lo increpen y le pregunten con qué autoridad lo hace, a lo que responde: “Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré”. Ellos le responden que llevó cuarenta y seis años levantarlo, ¿Cómo lo podría reconstruir en tres días? Pero el Evangelio dice que hablaba del templo de su cuerpo. Jesús es la verdadera morada del Padre, Jesús es el verdadero templo del Espíritu Santo y efectivamente, en su pasión y muerte pretenderán destruirlo, pero al tercer día emerge glorioso y desde entonces, Jesús es el templo verdadero de Dios, pero no sólo él, nosotros, por el bautismo también somos templos de Dios y morada del Espíritu Santo.

Una de las cosas que más escandaliza a los creyentes y no creyentes es lucrar con la fe, es la pretensión de hacer de las cosas de Dios un comercio, un intercambio de bienes, como si los bienes de Dios no fueran sólo espirituales con total imposibilidad de venderlos o comprarlos, no por algo el pecado de la simonía es uno de los más grandes. Jesús dejó un principio a sus discípulos: “Lo que recibieron gratuitamente denlo gratuitamente”.

Señor Jesús, enséñame a comprender que el amor de Dios es gratuito, que no me pide nada material sino únicamente que lo ame, que lo obedezca, que lo  reconozca como lo que es, mi Padre, un Padre lleno de ternura, pero también de exigencias, un Padre que se compadece de mis miserias y pecados, pero que exige mi conversión, un Padre que pide que no me preocupe tanto por los bienes materiales porque Él es providente, es bueno con todas sus creaturas y hasta mis cabellos tiene contados. Ayúdame a entender que si Él es mi Padre, yo debo esforzarme por ser un hijo digno de Él”.

Feliz domingo. ¡Dios te bendiga!

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