* El obispo fue nombrado por Francisco como Presdidente de la «Pontificia Academia de Teología».
* Y dice abiertamente: «no me interesa la Doctrina».
* No está sólo la propuesta del cardenal Coccopalmerio de una «mesa permanente» de discusión entre la Iglesia y las logias masónicas: en la reunión de Milán, el obispo Staglianò destroza el enfoque doctrinal y prepara el camino para una apertura en nombre de la Misericordia.
El diálogo, y también la colaboración, entre la Iglesia y la masonería debe continuar, tal vez con una «mesa permanente» como esperaba el cardenal Francesco Coccopalmerio; pero es aún más interesante saber que el sentido del diálogo que pretende la Masonería, reside en el hecho de que la Iglesia católica debe cambiar, debe reconocer que se ha equivocado en su juicio sobre la masonería y por tanto eliminar el estigma que impide a muchos masones católicos de acercarse a la comunión.
Este es el resumen del «encuentro histórico» organizado por GRIS – con un público selecto y cerrado a la prensa – que tuvo lugar el pasado viernes 16 de febrero en Milán con la presencia de representantes cualificados de la Iglesia y de la Masonería: mano de los tres Grandes Maestros de tres logias italianas: Stefano Bisi para el Gran Oriente de Italia (GOI), Luciano Romoli para la Gran Logia de Italia de la ALAM (GLDI) y Fabio Venzi (conectado desde Roma) para la Gran Logia Regular de Italia (GLRI ) -, por el otro, el arzobispo de Milán Mario Delpini, el citado cardenal Coccopalmerio, el teólogo franciscano Zbigniew Suchecki y, sobre todo, el obispo Antonio Staglianò ( en la foto inaugural junto al Gran Maestre Bisi ), nada más ni nada menos que designado en agosto de 2022 por Francisco como nuevo residente de la Pontificia Academia de Teología y el verdadero protagonista de la tarde, según comentaron algunos de los presentes a Bussola .
Los tres exponentes masones -dos de los cuales hicieron públicas sus intervenciones – defendieron con diferentes matices la compatibilidad de la masonería con la fe católica: Bisi explicó cómo su crecimiento en el contexto católico le llevó a unirse al Gran Oriente; Romoli iba desde Sant’Anselmo hasta el cardenal Zuppi; Venzi subrayó cómo los rituales ingleses son cristianos desde sus orígenes.
Por tanto, las repetidas condenas de la Iglesia (casi 600 en tres siglos) serían el resultado de la incapacidad de la Iglesia para comprender exactamente qué es la masonería, según ellos.
Bisi ( en la foto de la izquierda con el Gran Maestro Luciano Romoli ) también mostró toda su decepción por el hecho de que mientras el Papa Francisco haya abierto las puertas a los homosexuales, luego «a los divorciados, se ha olbidado de recibir abiertramente a los masones.
En definitiva, la interrogante que plantean los masones es: es posible que el «¿Quién soy yo para juzgar?» y «Todos, todos, todos» ¿no se aplican a los masones?
Pero el Gran Maestre sabe bien con quién trata y es así que después de la reprimenda pública que pone, vino también el aliento, valorando a quienes en la Iglesia practican el diálogo y están siempre dispuestos a hacer preguntas: para concluir, cita al cardenal jesuita Carlo Maria Martini y luego desea –y esperanzas – que «un día un Papa y un Gran Maestre podrán encontrarse y recorrer juntos un tramo del camino, a la luz del sol», o más bien «a la luz del Gran Arquitecto del universo».
Ante estas intervenciones claras y bien pensadas, la contraparte católica se mostró desconcertante. En el clima colaborativo del encuentro, la intervención del pobre padre Sucheki, que preparó un erudito informe sobre los pronunciamientos de la Iglesia contra la masonería, apareció sólo como un acto necesario, pues de él se burló Mons. Staglianò, que se mostró intolerante con las referencias a doctrina. Por su parte, el arzobispo Delpini -que después de haber impuesto la fecha, la hora y las condiciones de la reunión, se presentó con 45 minutos de retraso– y el cardenal Coccopalmerio fingieron no saber nada de la masonería, pero con diferentes palabras dijeron las mismas cosas, dos en particular:
- la satisfacción con este «encuentro entre personas» y no entre siglas contrapuestas
- y la necesidad de continuar e intensificar estos encuentros, tal vez con una «mesa permanente», como precisó Coccopalmerio.
Y entonces le tocó subir al escenario a monseñor Staglianò, y con mucho más tiempo del esperado, sentando las bases para el futuro: como parte del programa debía explicar las razones de la irreconciliabilidad entre la Iglesia y la Masonería, en realidad él pronunció un largo discurso que desbarató el enfoque doctrinal del lado católico y, en última instancia, satisfizo las necesidades de los exponentes masones.
Es interesante observar que Staglianò siempre se esfuerza en mostrarse inexperto en la materia y, por tanto, sólo está presente para dar testimonio de su fe. En realidad, no solo ya participó en al menos una de esas reuniones en 2017 cuando era obispo de Noto, en Sicilia, sino que a su llegada a la sala de reuniones demostró que conocía muy bien a varios exponentes masónicos.
Y puede que sea casualidad, pero su cruz episcopal estaba oculta en el bolsillo interior izquierdo, no visible al público (como se ve en las fotos): una extraña manera de dar testimonio.
Pero volviendo a su discurso, la línea de «diálogo» es clara . Staglianò elimina la carga doctrinal: la doctrina, dice en resumen, no agota la pertenencia a la Iglesia, sino que ésta es ante todo vida, afirmación en la que estaríamos de acuerdo si no fuera un expediente para hacer «líquida» la fe. Y de hecho Staglianò continuó: «Me interesa el acontecimiento cristiano, no la doctrina». ¿Y cómo definir el acontecimiento cristiano? Como la manifestación en Jesucristo de «Dios que es amor, sólo y siempre amor». Y por tanto Misericordia: si el mundo está corrompido por el pecado original, la Misericordia viene incluso antes del pecado original, y «llueve sobre justos e injustos», sobre todos. Y aquí está el pasaje que enlaza con lo que se quejaba Bisi: «Por ejemplo, si una pareja homosexual no debe recibir la bendición, lo decide Dios, no yo. «¿Quien soy yo para juzgar?» significa precisamente esto: (…) ¿quién soy yo para juzgar que una condición humana es tal que la lluvia de la Misericordia de Dios sobre justos e injustos ni siquiera la toca con su humedad, porque a veces la humedad del agua de la Misericordia es suficiente de Dios para regenerar una vida?.»
Por tanto, está claro que ésta es también la manera de superar la irreconciliabilidad con la masonería. Y también se está preparando una teología ad hoc.
De hecho, Staglianò también criticó el documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe que en noviembre pasado reiteró la prohibición de que los católicos se unan a las logias masónicas, porque es reduccionista y se queda en el nivel de la comparación doctrinal.
Ahora necesitamos otras categorías, según él: «necesitamos una teología sana de la sabiduría», aquella que el Papa Francisco pidió desarrollar a la Academia Pontificia de Teología dirigida curiosa, significativamente por el propio Staglianò. ¿Qué significa? «Una teología capaz de pensar críticamente sobre todo, de responder también a las exigencias críticas de la razón universal, porque vivimos en un mundo donde si no dialogas corres el riesgo de quedar absolutamente fuera del mundo. Sapiencial significa que sabe combinar ciencia y sabiduría de la vida.» ¿No está claro? No importa, lo que hay que entender es que en definitiva desde la «sabiduría de la vida» también se puede colaborar con los masones, en obras de bien y para el bien común. De todos modos, la misericordia llueve sobre todos.
Por Riccardo Cascioli.
Lunes 19 de febrero de 2024.
Ciudad del Vaticano,
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