En el pasado informe ante la Comisión Permanente del H. Congreso de la Unión la presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, Rosario Piedra Ibarra, destapó lo que ya se sabía, pero ella negaba con insistencia; sus verdaderas y lamentables intenciones, mismas que demuestran quién mueve su actuar y proceder.
La CNDH, dijo, “ya no responde a las necesidades del pueblo” señaló Piedra Ibarra. Desde una diatriba y perorata, sus palabras pretendieron justificar que una de las exigencias del pueblo de México es la desaparición del organismo creado en 1990 para dar paso a una febril idea neopolpulista y demagógica: la “Defensorìa de los derechos del pueblo”.
Piedra Ibarra llegó a la presidencia de la CNDH en 2019 en medio de una fuerte polémica. Su designación por el Senado de la República no fue nada tersa y ella sólo tenía un respaldo: el nombre y apellido. No cabe duda que el talento no se hereda; si su madre, la activista y defensora de los derechos humanos, Rosario Ibarra de Piedra, estuviera viva, seguramente volvería a morir por lo que significa el nefasto paso de su hija como títere del régimen autoritario, populista, demagógico y contradictorio en la defensa de los derechos humanos reconocidos en la Constitución.
Y esto ha significado el paso de la señora Piedra en estos cinco años de acucioso desmantelamiento de la CNDH. Aunque su estéril propaganda se esfuerza por decir que es el organismo que convertido en una institución “abolutamente funcional”, la realidad es otra. Mientras el país se desangra y los derechos humanos son vulnerados, la CNDH de Piedra Ibarra está cada vez más desvanecida, opaca y paralizada. Desde el inicio de su administración, Piedra fue profundamente cuestionada sobre su imparcialidad y autenticidad por ser una lacaya y “sierva de la naciòn”, es decir, incondicional y leal a López Obrador, según afirmaron organizaciones y activistas proderechos humanos.
Para nadie es desconocido que la actual CNDH ha desviado de la mirada de las principales quejas por violaciones a derechos, especialmente de las cometidas por los privilegiados del sexenio, los miembros de las fuerzas armadas y policiales que han cometido tortura, detenciones arbitrarias y ejecuciones extrajudiciales; su bajo perfil, o lo que es lo mismo, su incinación y enfermizo tono reverencial al presidente, llevaron a Piedra Ibarra a meter a la CNDH en el ominoso silencio cuando la administración pública ha fallado en su tarea de garantizar el derecho a la salud de los mexicanos, especialmente ante la crisis de medicamentos, falta de insumos médicos y el desastre de los hospitales en el país.
En complaciente y en contubernio con la presidencia de la República, la ombudsperson militante de MORENA ha hecho mutismo sobre temas que impactan a los derechos humanos: la militarización de la Guardia Nacional, la crisis forense nacional, las familias de los miles de desaparecidos, manifestarse en favor de la reforma de López Obrador sobre el INE y en contra de la ley 3 de 3 en Yucatán o la parálisis acerca de las desapariciones y la rampante crisis de derechos humanos en este país. Incluso, defensores de los derechos humanos han levantado la voz por el insistente acoso a través del espionaje o bien cuando se lamenta el asesinato. Tan sólo en 2022, el Centro Nacional de Comunicación Social (Cencos) contabilizó 72 activistas asesinados.
A esto se le suma la desbandada de seis consejeros del consejo consultivo de la CNDH en octubre pasado. A través de una carta, Tania Espinosa Sánchez, Bernardo Romero Vázquez, Ángel Trinidad Saldívar, Adalberto Méndez López, Jorge Alejandro Saavedra López y Georgina Diedhiou Bello, presentaron la dimisión al Senado de la República acusando a la ombudsperson de causar diferencias en los procedimientos en la aceptación de recomendaciones además de sufrir amenazas y calumnias desde la presidencia de la CNDH.
Para el actual régimen, el interés por los derechos humanos es equivalente a una subversión en contra de López Obrador. El discurso dista mucho de la realidad y la profunda crisis de derechos humanos se acentúa a lo largo y ancho del territorio mexicano. La presidenta de la CNDH, ante los legisladores, se desacaró y ya no ocultó su verdadera posición. No hay duda que la CNDH carga una gran piedra, se llama Rosario Piedra.