El hombre de hoy necesita creer en la palabra, una inspiración considerada la palabra de vida, la cual se entiende como la plenitud y la realización. Por esto, los hombres de nuestro tiempo piden que hoy no solo se hable, sino que, en cierto modo, se viva. “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”, tú tienes palabras de amor. Cabe mencionar que la noción de la vida eterna es la “vida para siempre”. La tarea fundamental de todo hombre es ser congruente con lo que se habla, con lo que se cree y con lo que se vive.
La palabra de Dios es viva porque viene del autor de la vida, porque nos alimenta espiritualmente, nos fortalece, nos da vida, además de que nos rescata de vivir la existencia sin sentido y nos libra del vacío. Su aliento nos da vitalidad, nos habla de lo que está pasando y nos dice lo que nos hace falta escuchar; llega hasta lo más íntimo del alma y descubre los pensamientos e intenciones del corazón.
La palabra de Dios actúa, opera y cumple lo que promete, es decir, no es letra muerta. Se cumple hoy y ahora, de tal forma que nadie que tenga contacto con ella después de escuchar, leer y meditar permanece indiferente, porque no es perecedera, no tiene fecha de caducidad, permanece eternamente, de tal forma que después de ser escuchada cumple su cometido: dar vida. En efecto, tiene un espíritu que vivifica y que da sentido al mensaje de acuerdo con el tiempo actual, por ello, afirmo que la palabra de Dios es eficaz, porque cumple invariablemente los propósitos de Dios y alcanza los resultados que ha determinado.
La respuesta del hombre a la palabra de Dios constituye entonces una actitud interior compleja que conforma a todos los aspectos de la vida como una regla en el amor; pero no entiendo por qué si Dios existe hay tanta injusticia, violencia y maldad. Es sencillo, porque Dios está en tu interior y desde ahí quiere transformar los ámbitos y transformar el alma. Es conveniente entrar en esta “Casa interior”, en donde existen muchas habitaciones. Al entrar en ella emprendes una aventura de amor, en la cual, en el centro, se encuentra Dios. Al tener contacto con la palabra de Dios y al escuchar con atención puedes meditar, orar y contemplar, ello es vivir una experiencia de Dios.
La palabra de Dios en la parábola del sembrador narra que éste esparce la semilla y cae en distintos terrenos en función de los cuales morirá o dará fruto. La palabra, así, concluye con una explicación de la parábola dada por Jesús; primero, la semilla que cae junto al camino, segundo, la semilla que cae en terreno pedregoso, tercero, la semilla que cae entre espinos y cuarto, la semilla que cae en tierra buena.
El alma del hombre es como una oruga que simboliza el renacer y nos habla del potencial del que somos poseedores con la palabra de Dios; la oruga representa nuestra zona de confort y que, al mismo tiempo, vive en un capullo, en un lugar limitado, típicamente blando y cilíndrico con un aspecto un tanto desagradable, pero al ser transformada la oruga en una mariposa blanca y resplandeciente, causa una sensación y es el alma, viva y eficaz, que entra en contacto con la palabra de Dios.
