Este domingo 7 de enero de 2024 celebraremos en la liturgia de la Iglesia Católica la solemnidad de la Epifanía del Señor. Se trata de una de las fiestas más importantes del año litúrgico que contiene un hermoso significado teológico del que podemos sacar varias enseñanzas para nuestra vida cristiana.
La Epifanía es una palabra de origen griego que significa manifestación o revelación. Se trata de la manifestación de Jesús a los magos de oriente.
Con la Epifanía, Jesús se presenta como el Mesías, salvador de todos los hombres representados en aquellos personajes que llegaron desde el oriente, lo reconocieron y le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra (oro porque el Hijo de Dios es el rey del universo, incienso porque es Dios y mirra por ser verdadero hombre.
La epifanía es la fiesta que celebra la universalidad de la salvación; es la fiesta de la llamada a la salvación de todos los hombres. En Cristo y por medio de Cristo, Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
El evangelio de este domingo Mt 2, 1-12, nos enseña cómo se llega a Cristo y se obtiene la salvación. Uno llega a Cristo con la disponibilidad y la apertura de los magos de oriente; con la perseverancia y la búsqueda de su persona, con el deseo firme de querer encontrarse con la verdad y con la disposición de ser capaces de ofrecerle a Dios lo más valioso de nuestra vida.
El pasaje bíblico que nos habla de la Epifanía presenta dos formas de ser delante de Dios, una está representada por el rey Herodes, la otra por los magos de Oriente. Se trata de dos maneras de ser que son contrastantes.
El rey Herodes se perturba con la noticia del nacimiento del hijo de Dios, la llegada de Jesús lo inquieta y se siente amenazado. Un niño indefenso pone a temblar al rey poderoso, así como una pequeña luz que cuando se enciende, vence las tinieblas más oscuras. Este rey ordenó la matanza de los inocentes cuando se sintió burlado por los magos. Herodes usa la violencia y busca acabar la vida que comienza; es el representante de la cultura de la muerte y la destrucción. Herodes es símbolo del poder establecido que no está dispuesto a cambiar por nada del mundo; con tal de mantenerse es capaz de asesinar y destruir, !¡cuanta actualidad tiene este suceso bíblico!
Los magos de oriente en cambio son la otra parte de la moneda. Ellos se han dejado guiar por una estrella, una señal del cielo símbolo de la luz de Cristo que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Ellos dejan su lugar de origen y se ponen en camino para ir a buscar al rey de los judíos. Al encontrarlo se llenan de alegría y le ofrecen regalos: oro incienso y mirra.
Los magos de oriente representan al ser humano que busca a Dios para reconocerlo, adorarlo y ofrecerle dones. Estos personajes orientales son capaces de superar los obstáculos que la vida pone para que uno no se encuentre con Dios. Cuando viven esta experiencia de reconocimiento y adoración del hijo de Dios, se llenan de alegría y regresan a su tierra por otro camino. Esto último nos enseña una gran verdad. Dios nunca nos deja igual a como nos encontró, siempre nos coloca en un nuevo sendero. Porque el encuentro con Dios transforma a todas las creaturas.