Si te preocupa el futuro, Dios ya está ahí en el futuro esperándonos

Para tu lista de propósitos de año nuevo

Pbro. José Juan Sánchez Jácome
Pbro. José Juan Sánchez Jácome

Nos ha envuelto la luz y la ternura del Niño Jesús de tal manera que hemos comenzado el año con bondad, amor y esperanza. En este ambiente de paz y de contemplación surgen las ganas de hacer mejor las cosas y de mantenernos en el camino del Señor.

De los buenos sentimientos que han brotado, a partir de la contemplación del Niño Jesús, pasemos ahora a los compromisos para mantenernos en lo que Dios nos ha señalado.

Si Dios nos ha hecho ver lo esencial, no nos quedemos en cosas accesorias; si Dios nos ha hecho ver las urgencias, no pospongamos los aspectos más apremiantes de nuestra vida; si Dios ha iluminado nuestra vida, no regresemos a la oscuridad; si Dios nos ha sorprendido, no perdamos la capacidad de asombro dejándonos atrapar por la indiferencia.

Decía el Cardenal Gianfranco Ravassi que: “Mirar el mundo con asombro es un acto que nosotros, consumidores de tecnología, ya no experimentamos. ¿Somos todavía capaces de «ver un mundo en un grano de arena, un cielo en una flor silvestre, el infinito en la palma de la mano y la eternidad en una hora», como cantaba William Blake?”

La Navidad ha despertado nuestra capacidad de asombro. Benedicto XVI insistía que la fe nunca pierda esa capacidad de fascinación que ha tenido a lo largo de los siglos. Refiriéndose a la visión y a la emoción que transmite la fe, Dostoievski hace decir a uno de sus personajes: “¡Qué cosa más bella es la ciencia! (…) Sin embargo, echo de menos a Dios”.

Por su parte, Mons. Tonino Bello se explaya en este aspecto diciendo: “El secreto del asombro, del enamoramiento de las cosas es este: la edad más bella de la vida es la edad que tienes… Estoy convencido que si escuchamos al Señor, si nos fiamos de Él, si confiamos en Él, Dios es capaz de darnos la frescura de los veinte años incluso a los ochenta”.

Por lo tanto, en nuestra lista de propósitos no nos quedemos únicamente con cuestiones estéticas y monetarias, no solo cuidemos el cuerpo y la salud, sino también la fe y la vida espiritual a fin de que nunca perdamos la capacidad de asombro y nos dejemos sorprender por el Señor que siempre irrumpe en la noche más cerrada, en los momentos más críticos de la vida.

Por eso, al estilo de las campanadas cuando termina la nochevieja, quisiera sugerir doce reflexiones que nos ayuden a completar la lista de propósitos para este nuevo año y nos hagan intuir lo más esencial que debe prevalecer.

Que, como los pastores, vayamos a nuestras ocupaciones habituales alabando y glorificando a Dios, y, como los Reyes Magos, regresemos por otro camino, por el camino que nos ha señalado la estrella para que cuidemos el don de la fe y nunca perdamos la capacidad de asombro de los misterios de Dios.

1. Estos días de Navidad hemos regresado a las raíces y en las raíces hay seguridad, hay futuro, hay esperanza. No olvides que Dios nos espera siempre donde están las raíces.

2. Estos días probamos buenos sentimientos y queremos ser mejores. No hay que echar estos buenos deseos por el caño de las supersticiones, sino por el camino de la fe.

3. Todos tenemos problemas y necesidades. Pero que tus carencias y necesidades no eclipsen tu mirada para agradecer lo que sí funciona, lo que ha llegado a tu vida incluso sin haberlo pedido y trabajado.

4. Hay muchas señales, como la estrella, que Dios dispensa para que regresemos a Él y veamos su gloria. Ahí están los Reyes Magos que conociendo tantas estrellas se maravillaron por una que no esperaban y que era más brillante y apasionante que todos sus conocimientos.

5. No te quejes ni te extrañes que ahora que sigues a Dios te pasen cosas o enfrentes dificultades. ¡Qué esperabas! El mundo no te está esperando para aplaudirte, promoverte y motivarte en tu vida cristiana.

6. No pierdas tu esencia y haz siempre el bien. No esperes que tus papás se conviertan para seguir a Dios; no esperes que tus hijos sean buenos para venir a darle gracias a Dios; no esperes que el mundo se lo merezca para que se asome tu alma más noble; no esperes que el otro tome la iniciativa para comenzar a amarlo; no esperes que el prójimo cambie para comenzar a hacerle el bien; no esperes que la Iglesia sea perfecta para comenzar a amarla.

7. Si algún día aumenta la ansiedad porque no llega la felicidad, consideren que Dios los llama a las raíces. Y si la ansiedad nos hace temer mucho el futuro, como es el caso presente ante el panorama político que agudiza la crisis, recuerden que Dios ya está ahí en el futuro esperándonos.

8. No esperen que este retorno a Dios sea fácil. El enemigo nos intenta separar de Dios y vendernos otros conceptos de felicidad. Pero, “La felicidad suprema en la vida es tener la convicción de que nos aman por lo que somos, o mejor dicho, a pesar de lo que somos” (Victor Hugo).

9. Haz tu lista de propósitos para el nuevo año. Pero en tu tiempo de oración déjale a Dios que te haga la lista, que te susurre lo que conviene hacer. Déjate iluminar, pregúntale qué quiere de ti y qué puedes hacer tú por Él.

10. Tenemos que ser congruentes al pedir el don de la paz porque quien pide la paz ardientemente, se hace más capaz para acogerla en su corazón. Más aún, quien ora así a Dios está haciendo ya la paz en su interior. No podrá “orar contra nadie”, sino contra su propio pecado, su ceguera, su egoísmo e intolerancia, sus reacciones de odio y venganza.

11. Cuando se termina el canto de los ángeles, cuando se apaga la estrella del firmamento, cuando los reyes vuelven a sus palacios, cuando los pastores se reúnen con sus rebaños, entonces empieza la tarea de Navidad: encontrar al perdido, curar al decaído, alimentar al hambriento, liberar al prisionero, reconstruir las naciones, llevar la paz a los hermanos, hacer música con el corazón.

12. En estos momentos especiales y sintiendo el gozo que ha traído el Niño Jesús a nuestros corazones, hay que esforzarse por estar en paz y desear la dicha a nuestros semejantes. Pero no dejemos las cosas a la suerte. Al desear lo mejor hagamos lo que nos corresponde. Yo, por lo menos, quisiera felicitarlos así: No sólo te deseo que seas feliz en este año, sino que haré todo lo que pueda para que lo seas de verdad. Te comprenderé, te apoyaré, multiplicaré mis gestos de ayuda. Me esforzaré para que nuestra convivencia sea más feliz.

En fin, me apropio las palabras de San Charles de Foucauld para decirles: “Que Jesús te guarde, querido hermano. Que te dé un Santo año, Santa vida y el cielo”. Feliz año a sus familias.

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