El régimen de Daniel Ortega se ha convertido en la tiranía más opresora de la Iglesia Católica desde la caída del Muro de Berlín y el comunismo en Europa del Este. Detenciones, encarcelamientos, expulsiones de religiosos y sacerdotes, apropiación de cuentas bancarias, etc, son la realidad habitual a la que se enfrentan los católicos del país centroamericano desde hace años.
Ahora bien, lo de retirar fondos económicos, expulsar a religiosos disidentes, poner bajo libertad vigilada y, en definitiva, quitarse de en medio a quien molesta al poder, no es algo exclusivo de la dictadura nicaragüense.
Por ejemplo, al cardenal Burke se le ha retirado el sueldo (al menos parte) y la casa ocupa en Roma.
A Mons. Dominque Rey le montaron una visita apostólica, que se ha convertido en una figura que anuncia que te queda menos tiempo que lo que dura un telediario, le han nombrado un obispo coadjutor de tal manera que va a quedar para poco más que besar abuelas y niños y presidir Misas para administrar el sacramento de la confirmación.
A Mons. Joseph Strickland, que por otra parte no es un desechado de prudencia en el uso de las redes sociales -o sea, como yo-, le hicieron la visita, le pidieron que presentara la renuncia (o sea, “te echamos pero que parezca que has sido tú») y como se negó, el Papa lo cesó.
Podríamos recordar otro tipo de eventos de similar jaez en los últimos años. Ahí tienen ustedes el cierre del seminario de la diócesis argentina de San Luis, con un comportamiento ciertamente totalitario del que fuera su obispo, al que luego Roma dejó caer sin mayores miramientos. Ya saben aquello de que “Roma no paga traidores».
Cómo no acordarnos de aquel gran obispo paraguayo, Mons. Rogelio Livieres, que cometió el pecado de tener un seminario lleno, lo cual molestaba mucho a sus colegas de episcopado en Paraguay, y que tras el pertinente envío de comisario político, fue cesado por el Sumo Pontífice. El buen pastor no superó tanta desgracia y murió poco después.
Igual suerte corrió Mons. Daniel Fernández Torres, que fue cesado como obispo de Arecibo (Puerto Rico) en una decisión que él mismo calificó como injusta y arbritaria.
El último gesto de misericordia vaticana, de prueba inequívoca de que en la Iglesia caben todos, todos, todos, menos aquellos que osan ir en contra de la deriva de la propia Iglesia, ha sido la increíble orden que el Nuncio en Brasil ha dado a Mons. José Luis Azcona: “váyase usted de Marajó en cuanto llegue el próximo obispo». O sea, desterrado de la prelatura apostólica donde ha vivido los últimos 30 años. ¿Explicaciones? Ninguna. Pero todos sabemos la razón. El buen obispo navarro plantó cara a las barbaridades que se cometieron antes y durante el sínodo amazónico. Y es conocido por todos que la venganza es un plato que se sirve bien frío.
Así que ya ven ustedes que Daniel Ortega no es el pionero de este tiempo en quitarse de encima a buenos obispos católicos. En Roma también corren malos tiempos para quienes quieren defender sin temor la fe que ha sido entregada de una vez para siempre a los santos (Judas 3).
Pero ya lo dijo San Atanasio en tiempos de la crisis arriana (la actual es mucho peor):
«Ellos, entonces, poseen los templos. Vosotros, en cambio, la tradición de la Fe apostólica. Ellos, consolidados en esos lugares, están en realidad al margen de la verdadera Fe, en cambio vosotros, que estáis excluidos de los templos, permanecéis dentro de esa Fe. Confrontemos pues qué cosa sea más importante, el templo o la Fe, y resultará evidente desde luego, que es más importante la verdadera Fe. Por tanto, ¿quién ha perdido más, o quién posee más, el que retiene un lugar, o el que retiene la Fe? El lugar ciertamente es bueno, supuesto que allí se predique la Fe de los Apóstoles, es santo, si allí habita el Santo. Vosotros sois los dichosos que por la Fe permanecéis dentro de la Iglesia, descansáis en los fundamentos de la Fe, y gozáis de la totalidad de la Fe, que permanece inconfusa. Por tradición apostólica ha llegado hasta vosotros, y muy frecuentemente un odio nefasto ha querido desplazarla, pero no ha podido; al contrario, esos mismos contenidos de la Fe que ellos han querido desplazar, los han destruido a ellos».
Levántate Señor, y juzga tu causa.
María, destructora de todas las herejías, ruega por nosotros.
Laus Deo Virginique Matri.
Luis Fernando Pérez Bustamante.
Jueves 14 de diciembre de 2023.
Infocatólica.