Gaza revienta el «flower power» de la Santa Sede: guerra justa y pena de muerte

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Papa Francisco, 18 de marzo de 2022: «No existe la guerra justa: ¡no existe!». Todavía no se había cumplido un mes de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Creo que es la última vez que el Papa ha pronunciado esa frase.

Antes, en 2020 le había empezó a sonar bien y publicaba en «Fratelli tutti» (n 258):

Entonces ya no podemos pensar en la guerra como solución, debido a que los riesgos probablemente siempre serán superiores a la hipotética utilidad que se le atribuya. Ante esta realidad, hoy es muy difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible “guerra justa”. ¡Nunca más la guerra!

La realidad de la guerra de Ucrania le hizo ver, poco a poco, que San Agustín y Santo Tomás y lo que otros habían pensado, rezado y vivido durante dos mil años, quizá tuviese algún sentido. Cierto que intentó infructuosamente, como una suerte de materialismo, atribuir las causas únicamente a la industria del armamento como excusa. Los mensajes eran recurrentes, toda la culpa de las guerras era esa, no había otra. En el pasado el horror de la guerra se atribuía al pecado, que tiene muchas formas más allá de la avaricia, que también.

Unos meses después, volviendo de Kazajistán, el mensaje de Francisco ya era mucho más matizado, y a la pregunta de un periodista alemán sobre la moralidad de suministrar armas a Ucrania respondía:

Esta es una decisión política, que puede ser moral, moralmente aceptada, si se hace de acuerdo con las condiciones de la moral, que son muchas y, entonces, podemos hablar de ello. Pero puede ser inmoral si se hace con la intención de provocar más guerras o vender armas o desechar las que ya no necesito. La motivación es lo que cualifica en gran medida la moralidad de este acto. Defenderse no sólo es lícito, sino también una expresión de amor a la patria. El que no se defiende, el que no defiende algo, no lo ama, mientras que el que defiende, ama. Esto toca otra cosa que dije en una de mis intervenciones, o sea, que se debería reflexionar más sobre el concepto de guerra justa.

Uno de los esloganes favoritos de Francisco dice algo así como que «la realidad es superior a la idea», por muy bonita que sea, ha debido pensar el Papa. La guerra justa ya no era una idea «que hoy ya no sostenemos» (supongo que se refería solo a él, a San Egidio o a los del congreso de la «no violencia»), ahora es un aspecto sobre el que hay que reflexionar más. Ojalá lo hubiese hecho antes.

Esta vez, desde el atentado de Hamás el 7 de octubre a proclamar que Israel tenía derecho a defenderse…solo pasaron 4 días. Es cierto que quien interpeló a Francisco no fueron cinco cardenales sino la embajada de Israel, pero supone un cambio radical sobre otros conflictos:

«Quien es atacado tiene derecho a defenderse, pero me preocupa mucho el asedio total bajo el que viven los palestinos en Gaza, donde también ha habido muchas víctimas inocentes. El terrorismo y el extremismo no ayudan a alcanzar una solución al conflicto entre israelíes y palestinos, sino que alimentan el odio, la violencia, la venganza, y sólo hacen sufrir a unos y otros».

Lógicamente el derecho a defenderse es uno de los casos de guerra justa. Y es precisamente ‘justa‘ porque está muy limitada en sus fines y en sus medios. Como sostenía Santo Tomás siguiendo a San Agustín. El Catecismo de la Iglesia Católica detalla muy bien los criterios de moralidad (n 2309).

Pero este situación concreta tiene una derivada más. Más allá de que también pone de manifiesto que atribuir todo a hacer negocio con las armas no deja de ser, por la vía de los hechos, un argumento especialmente malo. La barbaridad de Hamás y la respuesta de Israel no tienen nada que ver.

La reacción de Israel para proteger a sus habitantes, a lo que no solo tiene derecho sino también el deber, en este episodio no consiste en una «guerra justa» que se traduce en defensa de terreno o libertades o cualquier otro objetivo que también habría sido legítimo. El objetivo explicitado, al que tiene derecho y deber, como legítima defensa, es «destruir a los agentes y dañar la infraestructura para derrotar y destruir a Hamás».

Y a pesar de los malabarismos lingüísticos que se quieran haceresto no difiere sustancialmente de una «pena de muerte», quizá en este caso, más directa aun, pues no pasa por un garantista proceso judicial.

Aunque la «legítima defensa» de la sociedad no es el único argumento para defender la moralidad de la pena de muerte, ha sido muy utilizado. Cualquier padre, madre o autoridad legítima, tiene no solo el derecho, también el deber, de salvaguardar la vida y la dignidad de sus hijos o de las personas a ellas ecomendadas.

Es cierto que en circunstancias normales el poder ejecutivo del Estado (al que se le ha delegado el monopolio de la violencia en la sociedad actual) tiene en su mano esa salvaguarda sin recurrir a la pena de muerte. No soy ni un experto, ni un entendido, pero, al menos en las sociedades «normales» no encuentro justificación a su uso en los sistemas penales actuales. Pero una cosa es que prudencialmente no sea moral aplicar la pena de muerte y otra que no haya habido, haya o vaya a haber casos en los que sea un medio legítimo e incluso un deber.

La «destrucción» de los terroristas de Hamás en este caso parece que es un caso prototípico para salvaguardar la «inviolabilidad y la dignidad de la persona».

Ojalá podamos leerle pronto que «se debería reflexionar más sobre el concepto de» la pena de muerte.

Soy optimista. Hasta ahora teníamos la «doctrina católica» o la «doctrina de la Iglesia» y el «magisterio de la Iglesia» y el «magisterio del papa», que no es lo mismo.

Desde hace unos meses resulta que tenemos un constructo nuevo, la «doctrina del Santo Padre». En un primer momento pensé que no era más que una tuchada más, pero ahora apostaría a que ha sido la Providencia y que en breve será un concepto que permita salvar una continuidad en el magisterio de la Iglesia.

La buena noticia, y por la que soy optimista, es que Francisco, entre la «doctrina de la Iglesia» y la «doctrina del Papa» ha elegido felizmente la de la Iglesia.

Por Juanjo Romero.

Lunes 23 de octubre de 2023.

InfoCatólica.

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