En la columna de la semana pasada reflexionamos la argumentación del sociólogo norteamericano Christian Smit, por qué los hijos de padres católicos dejan de ser auténticos creyentes. Ahora bien, siguiendo los estudios del mismo autor, consideramos aquí las tres cosas que, según el sociólogo, sí funcionan para que los padres transmitan su fe.
Lo primero es que los padres de familia deben tener como fundamental en la educación de los hijos la transmisión de la fe, tiene que ser no algo más, no un complemento, sino una verdadera prioridad, su vida debe ser el modelo que desearían que sus hijos abracen. Si la fe para los padres es algo valioso, deben mostrar a sus hijos que lo es verdaderamente, que es algo fundamental en sus vidas. Jesús lo dijo muy bien: “donde está tu tesoro ahí está tu corazón”. Y la fe debe ser eso para los niños, un tesoro que se aprende a descubrir y valorar, y en el que se va poniendo el corazón, de tal forma que la fe no es secundaria, sino realmente imprescindible. Se convierte en algo necesario para vivir.
Lo segundo es que los padres de familia deben hablar de la fe a sus hijos durante la semana, no de vez en cuando, o una sola vez sino regularmente, la fe debe ser un tema normal de conversación, hablar con los hijos de asuntos religiosos entre semana es uno de los mecanismos más poderosos para la transmisión religiosa a los niños. “Cuando los padres nunca, o rara vez hablan de la religión en términos personales, eso da un fuerte mensaje a sus hijos de que en realidad no es algo importante».
Lo tercero es que los padres se deben mostrar cariñosos con sus hijos pero a la vez con una firme autoridad, no funcionan los padres permisivos o los que están ausentes, así como tampoco los que son demasiado autoritarios. “Los padres que transmiten bien la fe (y otros valores) son los que expresan cariño y conexión con los chicos, a la vez que piden altos estándares y son exigentes con ellos. Dejan espacio a los hijos para que vayan trabajando su propia visión y valores”.
Ante el tsunami de descristianización que invade a nuestra sociedad, la pregunta es ¿por qué la fe en las nuevas generaciones pierde terreno? Posiblemente porque el hilo conductor de la fe se perdió en las generaciones que por razones sociales -pensemos en la actual situación en que los dos padres tienen que trabajar y las madres ya no están al cuidado de los hijos, ni al pendiente de su formación y educación en valores, entre ellos la fe-, ya no pasan el mismo tiempo con sus hijos, y porque para ellos mismos la fe no es su tesoro donde está puesto su corazón, la fe es un accesorio más en sus vidas pero no la ven como algo vital.
Con información de Contra Replica/P Hugo Valdemar