«La primera entre las criaturas, los santos y los ángeles», Palabra del Pastor, mensaje dominical del arzobispo de Guadalajara, cardenal José Francisco Robles Ortega

Guillermo Gazanini Espinoza
Guillermo Gazanini Espinoza

Hermanas y hermanos en el Señor:

Todas las celebraciones de los santos tienen que ver con la persona de nuestro salvador Jesucristo, pero de manera muy especial las celebraciones de la Virgen María, que recordamos al acercarse el regreso de la bendita Imagen de Ntra. Sra. de Zapopan, Patrona de la Arquidiócesis de Guadalajara, a su Basílica. Dice san Pablo que “cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios nos envió a su Hijo nacido de una mujer” (Gál 4,4).

El Hijo eterno del Padre, siendo Dios, se hizo hombre, tomando carne y sangre de una mujer, elegida por Dios para esa misión, para ser la madre de nuestro salvador Jesucristo. María es esta bendita mujer.

Jesús se hizo hombre para que nosotros, siendo esclavos del pecado y de la ley, pudiéramos ser de verdad hijos de Dios. Éste fue el plan de Dios, enviarnos a su Hijo, nacido de una mujer, para rescatarnos de la esclavitud del pecado y para darnos la dignidad de ser hijos de Dios. En este proceso de nuestra redención, de nuestra reconciliación con Dios, tiene un papel único e importantísimo Jesús.

Pero hay que contar con la participación de la Virgen María, la bendita mujer por la que nos vino el Salvador, y la que consagró toda su vida al servicio de su Hijo y al servicio de nuestra salvación.

En el Evangelio de san Lucas leemos cómo se cumplió en María el plan de Dios. El seno de María fue el elegido para que ahí se hiciera carne el Hijo eterno del Padre. Ella es una criatura única entre todas las criaturas que han salido de las manos de Dios.

No es diosa, es criatura, pero hecha purísima, inmaculada desde su concepción, para que en Ella se hiciera hombre el Hijo del Padre.

María está por debajo de Dios, pero por encima de todas las criaturas, de todas las jerarquías de los ángeles, de los profetas, de todos los santos y justos.

La Iglesia nos la propone como modelo de apertura a Dios, de cómo debemos acogerlo en nuestra vida. Ella es modelo de fidelidad y de perseverancia a los planes de Dios. La honramos bajo todas sus advocaciones y pedimos la gracia de saberla imitar. Fue la primera discípula de Jesús, que oyó la Palabra y la acogió, al grado que se hizo carne de su carne. Es la primera misionera, la que nos da la Palabra, la que nos anuncia y nos da a Jesucristo. Con esto cumple su misión de evangelizarnos.

María nos inspira para ser obedientes siempre a la Palabra de Dios, y a ser fieles discípulos de Jesucristo, y para que seamos misioneros. Si no somos discípulos no podemos ser misioneros, como lo fue la Virgen María. Lo sabremos anunciar con nuestra palabra, pero sobre todo con nuestra vida.

Que los ángeles nos ayuden a honrar, a venerar, a glorificar a la Virgen María, y que nos alcancen la gracia de saberla imitar como fiel discípula y como misionera de Jesús. María, además, nos enseña a no tardarnos en servir a nuestros hermanos, en este mundo marcado por el egoísmo y el individualismo.

Yo les bendigo en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

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