Hemos creído que, al rezar por la paz, ésta se impondría por sí misma. La paz es un don de Dios, pero también es el resultado de acuerdos, negociaciones y la búsqueda de soluciones a los motivos que ocasionan la violencia sistemática, la falta de justicia y la cultura de la muerte que se nos quiere imponer a toda costa en todos los niveles de la vida social.
Debemos conocer todos que el miércoles 6 de septiembre, los ministros que integran la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) resolvieron otorgar el amparo y protección de la justicia a la asociación civil denominada Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE), a fin de que pueda ejercer de forma plena su objeto social. El cual, implica entre otras cosas, la promoción y defensa del aborto, así como el acompañamiento legal a las personas que quieran realizarlo de manera consentida. La normalización de la cultura de la muerte, a través de la despenalización del aborto, nos convierte en una sociedad en la que se destruye el bien común; así mismo pulveriza las bases racionales del estado de derecho y viola los derechos humanos y su aplicación.
La paz y la defensa de la vida es el resultado de todo un encadenamiento de voluntades y circunstancias de las personas en favor de la justicia y de todos los arcos de la vida humana. La paz es fruto de la responsabilidad de cada ciudadano que está comprometido con su dignidad y realización personal. La oración por la paz y la defensa de la vida son necesarias en todo creyente, pero no debe impedir que todos estamos atentos y presentes en el corazón de todas las problemáticas y las decisiones que marcan el presente y el futuro de nuestra nación mexicana. Todos, por ser ciudadanos con plenos derechos, somos responsables de hacer realidad la paz y defender la vida siempre. La oración por la paz y la defensa de la vida nos dan la base del desarrollo integral.
Pbro. Juan Beristain de los Santos