La transfiguración de Jesús

Pbro. Crispín Hernández Mateos
Pbro. Crispín Hernández Mateos

Las lecturas de este domingo hablan de la Gloria del Señor Jesús, es decir, de su divinidad y su comunión con el Padre. Veamos.

«Se transfiguró en su presencia»

Jesús cambió de figura, no de forma. Esta acción la realizó en presencia de sus discípulos para certificarlos como testigos privilegiados de su Gloria divina. La transfiguración acontece en un «monte elevado», es decir, en el lugar donde se encuentra Dios, donde se ora a Dios, donde se le rinde culto. Es un lugar lleno de paz y tranquilidad, por eso los discípulos piden quedarse ahí. Este episodio de la vida de Jesús ocurre justo ante de subir a Jerusalén, para anunciar a sus discípulos que el camino que les espera es de dolor y sufrimiento. Ver su Gloria significa que le ven como Dios, lleno de majestad y poder. Este texto hace alusión al texto de Daniel 7,9 a la visión del anciano de muchos siglos y al texto del Apocalipsis 5,12 sobre la visión del Cordero, que recibe el honor y la Gloria.

«Este es mi hijo muy amado…escúchenlo»

Otro elemento significativo de la presencia de Dios es la Nube, de la cual, sale una voz que orienta a los discípulos a centrar su atención en Jesús, el Hijo amado, el hijo obediente en quien Dios se complace. Dios Padre certifica la filiación divina de Jesús, pues lo presenta como su Hijo; ahora no es lo que la gente dice, sino lo que dice el Padre, quien conoce al Hijo (cf. Mt 11,27). Escuchar al Hijo es centrar la atención en su Palabra, pero también en sus hechos y actitudes. El Hijo revela quien es el Padre (cf. Lc 10,22), por ello, debemos encontrarnos con Él, escucharlo y seguirlo: «vengan y lo verán» (Jn 1,39). Jesucristo nos pide amar a Dios con todo el corazón y amarnos unos a otros como Él nos amó (cf. Mt 22,37-38 y Jn 15,12), este el mandamiento primero y más importante. Escuchar es una actitud que nos permite aprender, crecer y avanzar. Escuchemos la voz del Padre, que se manifiesta en el Hijo y en el Espíritu Santo.

«Levántense y no teman»

Los discípulos cayeron rostro en tierra y estaban llenos de temor, por eso Jesús se acerca, los toca y les pide permanecer de pie, es decir, en actitud de escucha, de preparación y de misión. El temor nos impide escuchar y comprender bien las cosas, nos impide dar una respuesta positiva, nos nubla la razón y la decisión, nos impide avanzar y seguir a Cristo en su camino hacia la Cruz. Jesucristo se acerca a ellos, es decir, les da confianza, seguridad y fortaleza, y así se pueden reincorporar para estar de pie. Jesús los toca, es decir, les hace ver y sentir que no están soñando o delirando, sino que están frente a algo real y objetivo: su Gloria divina. Jesús baja con ellos del monte elevado y les anuncia de nuevo su Pasión en Jerusalén; un camino que deben tomar llenos de fortaleza, confianza y amor. Cristo lleva a sus discípulos a vivir esta experiencia única, para que sean hombres y mujeres  llenos de confianza y amor en Dios, es decir, personas transfiguradas para mostrar la Gloria del Padre. Tu: ¿eres testigo de la transfiguración de Cristo? ¿Eres capaz de mostrar la gloria de Dios con tu vida?

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