El 4 de agosto de 2022, la Policía Sandinista de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, respectivamente Presidente y Vicepresidenta de Nicaragua, se presentó frente a la puertas de la casa del Obispo de Matagalpa al administrador Apostólico de Estelí, Mons.Rolando Álvarez, con el claro propósito de intimidarlo.
El problema para la dictadura fueron las posiciones críticas del prelado frente a la creciente violación de los derechos humanos y la libertad religiosa.
El gobierno exigió una retirada sensacional, una «confesión autocrítica» al estilo estalinista.Progresivamente, ante la posición firme, válida y coherente del prelado, todo se fue completando y escribiendo hasta el punto de un control policial en su domicilio, en un año la dictadura se vinculó a un juicio relámpago, farsa, para condensar a Mons. Álvarez a 24 años y 6 meses de prisión por distintos cargos, entre ellos los propios de todas las dictaduras: «traición a la patria, conspiración contra el estado, connivencia con enemigos extranjeros», etc.
Ahora, un año después, Monseñor Álvarez se resiste en el encierro penal La Modelo tras haberse negado dos veces la «libertad pero en el extranjero», es decir, la deportación.
El Papa, que lleva más de cuatro años de diálogo en la crisis de Nicaragua, denunció esta detención expresando un emotivo búsqueo con el prelado, pero no exigió abiertamente -en palabras inequívocas- la liberación inmediata del arzobispo Álvarez, petición que sin embargo sí han hecho otros, como organizaciones internacionales, líderes religiosos, naciones unificadas y otros.
Monseñor Álvarez, y toda la iglesia nicaragüense, son víctimas de una de las más feroces persecuciones religiosas, similar a las peores que se vieron en el pasado en varios países de la ex Unión Soviética y China en la década de 1960.
En Nicaragua, además a monseñor Álvarez, decenas de sacerdotes, seminaristas, catequistas y diáconos están en prisión.Decenas de monjas han huido del país junto con otros sacerdotes. Los centros de estudios católicos y la prensa cercas a la iglesia están cerrados. Las cuentas corrientes de las diócesis han sido expropiadas.
Nicaragua expulsó al Nuncio Apostólico y suspendió relaciones con la Santa Sede.
Todo intento de diálogo entre Managua y el Vaticano, aunque haya sido una pérdida de tiempo y una broma, ha resultado en vano y fallido.
En definitiva, este primer año de la dolorosa historia del arzobispo Álvarez marca también el primer año de una gestión diplomática vaticana sustancialmente inadecuada y fallida.
Mientras tanto, Mons.Álvarez es víctima de un secuestro político y corre el riesgo de una expulsión forzosa como sucedió años atrás con Mons. Pablo Vega. Por ahora, la idea de liberarlo con un «consenso» forzado, como sucedió con Mons. Silvio Báez, ahora exiliado en Miami, ha muerto.
Por LUIS BADILLA.
VIERNES 4 DE AGOSTO DE 2023.
CIUDAD DEL VATICANO.