William Henry Gates III: ¿Profeta o Verdugo?

José Arturo Quarracino
José Arturo Quarracino

En un artículo anterior, titulado Nuestra misión frente al coronavirus, pusimos de manifiesto el contexto político en el que se expandió el virus que puso en cuarentena a la humanidad en su conjunto.

En ese texto describimos brevemente las consecuencias visibles y concretas de la pandemia: “la detención del aparato productivo, la continuidad de la especulación financiera, la reingeniería social producida (confinamiento masivo y distanciamiento social) y el quiebre de las relaciones familiares (hijos sin poder salir de sus casas, corte del vínculo abuelos-nietos), el individualismo exacerbado (“quédate en tu casa”, “no salgas”) y el miedo o temor al prójimo (porque puede ser posible fuente de infección y contagio)”.

Mencionamos también las 2 posibles causas que dieron origen al proceso infeccioso, natural (murciélago) o artificial (producto de laboratorio).

En relación con esta perspectiva no se pueden dejar de lado los dos pronósticos sombríos formulados por la nueva directora general del FMI, la economista búlgara Kristalina Georguieva: que la economía real marchaba hacia una crisis mundial similar a la de 1929, y que en el año 2020 se iba a producir una catástrofe financiera imposible de impedir.

A 100 días de la implementación del confinamiento obligatorio impuesto en todo el mundo, los resultados están a la vista: la economía real (producción de bienes y servicios) por el suelo y el sistema financiero mundial intacto, más fortalecido que antes. Es decir: la pandemia del Covid-19 impidió que el sistema económico mundial se derrumbara en su totalidad, dejando en pie la especulación financiera depredadora. Y en el caso argentino, con la población “en arresto domiciliario” que ya lleva mas de 6 meses, lo que obstaculiza la rebelión colectiva contra las consecuencias producidas, rebelión que ya ha empezado a manifestarse públicamente en varias jornadas.

En este contexto se pone de manifiesto el rol fundamental que cumplió 5 años atrás el señor William Henry Gates III (“Bill Gates”) como profeta o verdugo de todo este proceso, en una conferencia ya famosa que brindó en Canadá en abril del 2015

En esa oportunidad sostuvo el fundador de Microsoft que:

a) las guerras futuras no iban a ser ya bélicas, sino biológicas (“no armas, sino microbios”); es decir, los ejércitos conquistadores cambiarían de dispositivos o armamentos, lo que da a entender que las crisis sanitarias iban a ser provocadas, no naturales;

b) que la guerra viral esperada iba a ser “muy infecciosa”;

c) que los sistemas de salud actuales no estaban preparados para afrontar las crisis;

d) que los transmisores del virus “no se iban a sentir mal” e “iban a viajar sin problemas”;

e) que la expansión de la infección y el contagio iba a ser “muy rápida”;

f) que iba a ser necesario “un sistema universal de salud”, a través de la Organización Mundial de la Salud.

Como se puede apreciar, lo que “profetizó” el señor Bill Gates se cumplió a rajatabla, al pie de la letra, con precisión milimétrica. Como es público y notorio que este “profeta” no profesa religión alguna y no tiene dotes adivinatorias, es evidente que lo que hizo en el 2015 fue anticipar los planes de la élite del globalismo cabalista del que forma parte, dando a conocer anticipadamente lo que iba a suceder.

Como afirmó hace años el presidente Franklin Delano Roosevelt, “en política nada sucede por casualidad”. En última instancia, el camino a emprender por la humanidad no consiste sólo en ocuparse de lo urgente (“la pandemia”), sino también de lo más importante, que es defenderse integralmente de la agresión global lanzada por la ultraminoritaria élite globalista que se ha robado el mundo y ha encarado ahora la eliminación de la mayor cantidad de población posible, para gozar “en paz” de la rapiña que ha llevado a cabo en forma sistemática y planificada desde hace 60 años.

No es una casualidad que ya los grandes beneficiados de la crisis económica actual producto de la pandemia del Covid-19 sean los mismos fondos de inversión y especulativos que son dueños de los tres principales laboratorios -AstraZeneca, Moderna y Pfizer- que están “compitiendo” por la fabricación de la supuesta vacuna salvadora, temerariamente ofrecida sin tener las garantías mínimas de seguridad que requieren estos productos farmacéuticos,

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