El Papa Francisco da un vuelco a su secretaría personal y vuelve a cambiar de secretario privado, confirmando la regla de los cinco años de servicio, un período más allá del cual no quiere que se vayan sus más cercanos colaboradores, los que viven con él y lo siguen paso a paso. Al permanecer a su lado, indirectamente podrían adquirir demasiado poder y quizás asumir roles que no les corresponden.El secretario personal de un pontífice es una figura sensible porque ayuda a gestionar la agenda, es testigo de las reuniones más confidenciales en los pequeños salones de Santa Marta y, por tanto, destinado no a ser arrojado a la curia o al circo mediático, sino a guardar estricto silencio.
Papa Francisco, los movimientos
Un cargo comprensiblemente delicado y de absoluta confianza que el pontífice argentino a lo largo de los años ha reducido a cualquier cargo curial temporal, sometiéndolo a una rotación fisiológica.Se dice que Bergoglio tomó prestado este modus operandi de su anterior experiencia como arzobispo en Buenos Aires cuando estaba acostumbrado a tratar personalmente y directamente su agenda, sin demasiados intermediarios, salvo un histórico secretario. Sin embargo, al llegar a Roma comprendió que la cantidad diaria de información, solicitudes y trabajo por hacer era tan anormal que resultaba difícil de gestionar sin la ayuda de filtros. Los secretarios del Papa, que hasta el pontificado de Benedicto XVI siempre habían sido estables, también por cuestiones relacionadas con la eficacia del papel a desempeñar, se han transformado así en contratos de duración determinada con Bergoglio para evitar que se transformen en cuasi-plenipotenciarios de los «accesos» papales.
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El último secretario en ser reemplazado en orden cronológico es el padre uruguayo Gonzalo Aemilius, un sacerdote amable siempre dispuesto a ayudar a las decenas de miles de personas que todos los días llaman a la recepción del hotel Santa Marta pidiendo una bendición, depositando una carta o solicitando una reunión. El padre Gonzalo respondió a las pocas horas por correo electrónico, proporcionando la información pertinente y dando instrucciones. El tiempo de este joven sacerdote de vocación tardía y formación callejera, callejera, se ha agotado mientras tanto y Francisco ha anunciado que lo sustituirá por un argentino llamado Daniel Pelizzon, de 40 años, que fue su colaborador entre 2011 y 2012, en vísperas de su elección. Pelizzon es de Buenos Aires donde fue párroco, y en sus ratos libres acompañaba a los peregrinos al Santuario de San Cayetano. Según los rumores, ya habría recibido la citación para asumir el servicio en agosto, el tiempo justo para completar el paso de la batuta.
El otro secretario personal vigente es el sumamente eficiente, leal y discreto don Fabio Salerno, un cuarentón originario de Calabria, quien reparte su tiempo entre la secretaría de Santa Marta y la Secretaría de Estado, actuando como nexo entre estos dos centros de poder. De todos los secretarios privados es el único de nacionalidad italiana, a él también se le acaba el tiempo pero es posible que haga una excepción.
En total, Francisco tuvo un maltés, un argentino, un egipcio, un uruguayo.
A diferencia de sus predecesores, optó por no tener un único secretario exclusivo y permanente como Juan XXIII con Loris Capovilla, Pablo VI con Pasuale Macchi, Juan Pablo II con Stanislaw Dziwisz, Benedicto XVI con Georg Gaenswein, actualmente enviado de regreso a Alemania, a Friburgo, donde ejerce el cargo de canónigo ordinario pero sin asignaciones en la diócesis.
Los secretarios personales llamados por el Papa Francisco para esta delicada tarea fueron el maltés Alfred Xuereb, exsecretario adjunto del Papa Benedicto: lo encontró y prefirió reemplazarlo casi de inmediato. Así llamó el argentino Fabián Pedacchio junto al egipcio Yoannis Lahzi Gaid, luego el uruguayo Gonzalo Aemilius.
Por Franca Giansoldati.
Ciudad del Vaticano.
Il Messaggero.