Católicos: es tiempo de combatir

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En medio de la ofensiva contra las libertades y los derechos fundamentales que ha desencadenado esta semana el gobierno Sánchez-Iglesias ha pasado desapercibida para la mayor parte de los medios (y por tanto para la mayoría de la opinión pública) una iniciativa de don Juan Antonio Reig Plá, obispo de Alcalá de Henares. Se trata de una carta pastoral titulada Para gestar nuevos cristianos.

Como otros documentos pastorales, la carta de monseñor Reig Plá está dirigida a sus feligreses y tiene un enfoque religioso. Sin embargo, incluye numerosos elementos que son válidos para personas no creyentes que simplemente aprecian un juicio certero sobre la realidad que estamos viviendo. No olvidemos que el prelado autor de la carta es Doctor en Teología Moral, un dato nada insignificante en unos tiempos en los que andamos escasos de intelectuales serios. De ahí que una conclusión que nos comparte sea esta:

Nuestra crisis no se resuelve llamándola crisis política o crisis social, moral o religiosa. Lo que caracteriza a nuestro momento actual, fruto de lo dicho anteriormente, es una crisis profunda de fe y una ausencia de pensamiento crítico auspiciado por la misma fe en Cristo. Aunque los últimos Papas nos han llamado continuamente a la evangelización, a la llamada “Nueva Evangelización”, la Iglesia en España ha continuado dando la fe por supuesta por la apariencia del catolicismo sociológico, y no ha sabido arbitrar, más allá de las minorías, propuestas serias de iniciación cristiana. Se trata de una “desmemoria” epocal. Habituados a las “costumbres cristianas” hemos olvidado cómo gestar nuevos cristianos y cómo revitalizar la fe de nuestro pueblo. 

 

Muy recomendables, aunque no me voy a detener en ellas, son las páginas de la introducción en la que se alternan datos biográficos y, sobre todo, el contexto histórico, sociológico y pastoral de España y la Iglesia en los últimos cincuenta años. Para que se hagan ustedes una idea, este primer apartado concluye con “una llamada al combate cristiano por la fe y la práctica de la virtud”. Y como invitación concreta, don Juan Antonio nos anima a celebrar el 450º aniversario de la victoria de Lepanto con la propagación del Santo Rosario. Ahí es nada.

¿Conmemorar la batalla de Lepanto? ¿De dónde ha salido este hombre? Lean la carta y lo entenderán. Desde el punto de vista cristiano el documento no tiene desperdicio y les imploro que la lean entera. No se arrepentirán porque es una joya. Pero en este diario que está centrado en la vida, la familia y las libertades, quiero detenerme en el diagnóstico de la situación española que va realizando, cual médico especialista, el obispo de Alcalá de Henares. Por ejemplo:

A lo largo de todo este tiempo el Señor me ha concedido ser testigo privilegiado de cuanto sucedía en España respecto a los temas de la dignidad de la vida humana y los referidos a los ámbitos del matrimonio y de la familia. El afán demoledor de la cultura cristiana respecto a estos temas en España ha sido y es tremendo. España, sin lugar a dudas, ha sido un campo a conquistar respecto a la secularización y un laboratorio donde ensayar toda la deconstrucción antropológica, la ideología de género, su derivación en la teoría “queer”, etc. , que después se ha transportado a Hispanoamérica. Todo ello, a la vez, hay que situarlo en un sistema global diseñado como ingeniería social y que tiene como objetivo la exaltación de la autonomía radical del individuo, la promoción de la libertad como posibilidad de todas las posibilidades y la afirmación de los propios deseos y sentimientos como nuevos derechos humanos.

 

En su detallada descripción del anuncio cristiano en diferentes ámbitos de la realidad (familia, parroquia, escuela…) don Juan Antonio nos sorprende con análisis, en este caso sobre educación que bien harían leer todos los miembros de la comunidad educativa y, por supuesto, los padres:

En mi opinión la causa principal del malestar de nuestros adolescentes y jóvenes –sabiendo que son etapas que reclaman madurez– ha sido una carencia, un vacío educativo. Imaginemos la vida humana como una cadena compuesta de varios anillos unidos y sujetos entre sí. Si se rompe un anillo, la cadena se divide en dos partes separadas la una de la otra. Este ejemplo nos sirve para comprender lo que quiero decir con el vacío educativo. En estos momentos se ha roto el anillo constitutivo de la propuesta educativa, más aún, del acto de educar. ¿Qué es lo que ha pasado? Lo que ocurre es que los adultos hemos producido una sociedad fundada sobre el presupuesto de que cada opinión y lo contrario de cada opinión tienen el mismo valor; que cada persona es movida a obrar según su parecer o utilidad individual; que todas las normas que regulan la convivencia asociada son puras convenciones; que los criterios que regulan las elecciones individuales de cada uno son dictados exclusivamente por los propios gustos. Con ello se ha producido una sociedad relativista, utilitarista, convencionalista e individualista. Es decir, un mundo en el cual los jóvenes no encuentran respuestas a las preguntas de fondo por parte de quienes deberían dárselas. Ha emergido una condición juvenil cargada de incertidumbres, incapaz de tomar decisiones definitivas, saturada de informaciones, pero incapaz de ser libre. Lo tremendo de esta situación es que, como repito continuamente, del relativismo moral se está pasando precipitadamente al nihilismo, en el que la falta de sujeto hace muy difícil la evangelización. 

 

No quiero reproducir en este breve artículo más citas ‘Para gestar nuevos cristianos’. Sólo quiero recordar un aspecto de la misión de enseñar que tiene el obispo en la Iglesia Católica:

Enséñenles, por consiguiente, cuánto hay que apreciar la persona humana, con su libertad y la misma vida del cuerpo, según la doctrina de la Iglesia; la familia y su unidad y estabilidad, la procreación y educación de los hijos; la sociedad civil, con sus leyes y profesiones; el trabajo y el descanso, las artes y los inventos técnicos; la pobreza y la abundancia, y expónganles, finalmente, los principios con los que hay que resolver los gravísimos problemas acerca de la posesión de los bienes materiales, de su incremento y recta distribución, acerca de la paz y de las guerras y de la vida hermanada de todos pueblos.

 

Gracias, don Juan Antonio, por ser, sencillamente un pastor.

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