La brújula del cardenal Sarah

Guillermo Gazanini Espinoza
Guillermo Gazanini Espinoza

Fue de los primeros encuentros del cardenal Robert Sarah con los fieles y curiosos de la capital mexicana. A pesar de la tarde lluviosa, la fila para ingresar a las instalaciones de la universidad LaSalle en la colonia Condesa tuvo diligente manejo y paciencia para revisar listas de invitados e inscritos quienes respondieron a la invitación de editorial Nun.

Jóvenes voluntarios daban la bienvenida y rápido acceso al evento “Testigos de la Verdad en un mundo de crisis”. Religiosas, seminaristas, sacerdotes, todos en riguroso hábito y sotana, ahí estaban jóvenes y adultos, hombres y mujeres de evidente cultura y posición social quienes ingresaron de manera ordenada al auditorio universitario repleto para que punto de las 6 pm el cardenal Sarah ingresara al recinto custodiado del padre José Guillermo Gutiérrez Fernández, principal organizador y director del Centro de Estudios de Familia Bioética y Sociedad de la Universidad Pontificia de México.

En el escenario, banderas de México y el Vaticano y una gran imagen de la Virgen de Guadalupe, la primera a quien el cardenal Sarah saludó. Adusto, serio, pocas veces sonriente, el africano se postró ante la guadalupana, mientras los aplausos y anuncios daban la bienvenida al prelado quien fue custodio del patrimonio litúrgico de la catolicidad.

Sarah. A los pies de la Madre.

Le acompañarían hombres y mujeres que sólo fueron testigos a la manera de manifestar la pluralidad de oficios y carismas en el evento, pero ningún otro clérigo: la iniciadora de los retiros de Emaús, la hermana Helena; Tete Uribe del Instituto Bíblico Salvador Carrillo Alday, Román Uribe del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, Lourdes y Alejandro Méndez de la pastoral familiar arquidiocesana y de otros que estaban ahí en primera fila con oficios de la vida: Una abuela y viuda, Martha Olavarrieta; Hermila Flores, jubilada y colaboradora parroquial; dos jóvenes trabajadores, Fátima Sánchez y Víctor Montoya y una profesionista, la pediatra y catequista Cristina González Torres.  

Mientras el barullo transcurría, para el cardenal Sarah el tiempo se detenía. Era el momento íntimo de oración y pausa en medio del entusiasmo y las expectativas de los asistentes que esperaban un mensaje o, tal vez, luz y guía en medio de las tinieblas.

Invitados. A la custodia del cardenal.

Después del saludo y postración, Sarah dictaría una conferencia esbozada desde su pensamiento plasmado en diferentes libros, entre ellos, el Catecismo de la Vida Espiritual. Necesario el uso de intérprete para traducir al español el discurso en buen italiano del cardenal cuyo país natal tiene por idioma oficial el francés.

Un discurso que se desarrolló en dos momentos y entre ellos, los arreglos corales de la orquesta de música sacra Katedral que interpretó a Johann Sebastian Bach, Mozart, música de la tradición litúrgica cristiana o pegajoso jazz sacro.

Katedral.Regocijo.

Todo este discurso a los testigos de la verdad parecía sostenerse de un punto: Lucha. La advertencia era evidente hacia el mundo hundido en la confusión social y teológica; no obstante, la esperanza que se puede encontrar desde el misterio de la redención y de la cruz de Cristo.

Para Sarah la brújula está en los cuatro puntos cardinales que enfatiza su pensamiento: Cruz, Eucaristía, Palabra y Oración. Sin embargo, la erosión de la fe impacta la vida. Un espacial énfasis daba a las palabras que buscaban impactar a pesar de la limitación del idioma: “Muchas personas se han olvidado de Dios. Son individuos aislados en la búsqueda de placeres fugaces y de un bienestar humano material y terreno”, diría el antiguo prefecto quien acentuó la preocupación en temas que parecen arrojar al género humano al abismo, vacío espiritual ante la abundancia material a pesar del pauperismo, decadencia moral y cultural, las contradicciones ideológicas cuando el hombre contemporáneo pretende “curar la ecología y la defensa del ambiente, pero al mismo tiempo promueve el aborto, la eutanasia y la homosexualidad”.

Insistente, el punto de gravedad pronto encontraría la pareja del binomio, lucha y guerra. Pero no un combate belicoso y fanático. Citando las cartas de san Pablo, el prefecto que también colaboró en la obra social de la Iglesia sostuvo que la lucha es espiritual en medio del silencio. Callar y adentrarse en el desierto, “discernimos la verdad de que la Creación está en guerra contra el hombre”, y a la vez una guerra satánica que está en contra del primado de Dios.

Recordando al Papa emérito. Oración silenciosa.

Pero en esto, hay responsables. Sarah lo ha venido advirtiendo desde su jubilación. Obispos y clero que “han dejaron de recordar a los fieles la realidad del combate espiritual, la necesidad de dirigirse y acercarse a Dios cada día, en la oración perseverante”.

No podía desconocer al Papa emérito. Para Sarah, el ejemplo de  Benedicto XVI sería la mejor manera de silencio-retiro y acción. Enclaustrado, el Papa no se ausentó del mundo, recordaría. “Quería enseñarnos el primado de Dios, de la oración silenciosa, del estudio meditado de la Palabra de Dios y de la adoración de Jesús-Eucaristía”.

En medio de esta crisis, de las agresiones a la libertad religiosa, de la entronización del trabajo, de la exaltación de la democracia, de la seguridad sanitaria, del hombre, del dinero, del poder, de los derechos humanos, hay un vía, una salida. Sarah insiste en la necesidad de recordar el primado de Dios y volver a la simplicidad de las fuentes del cristianismo para recuperar lo que parece perdido, que “Cristo ha conquistado para nosotros la liberación del pecado y la libertad para adorar a Dios en espíritu y verdad”.

Y esto tiene una fórmula. La vuelta a los sacramentos como el “don más valioso que Dios ha dado a su Iglesia, los vehículos de la gracia con los que Él nos encuentra regularmente y nos sostiene. Hoy tenemos necesidad urgente de reapropiarnos de estos dones divinos”, especialmente de los que actualizan la gracia divina, la Eucaristía y la Reconciliación.

Llamado. Reorientar misión.

El cardenal africano lo tiene claro. En medio de los bufones sacros, los payasos clericales de set televisivo o los burócratas del altar, la urgencia de la Iglesia es reorientar su misión. ¿Qué lugar hay en tal acción para las preferencias subjetivas o algo de banal?, preguntaba el prelado cuando advertía de la exigencia de un sacerdocio que crea lo que es, de sacerdotes con la conciencia de ser “otros Cristos”, el “mismo Cristo”.

Al final, las preguntas escogidas. Dos mujeres y un hombre previamente seleccionados para formular inquietudes dirigidas a su Eminencia. ¿Votar por políticos partidarios del aborto? ¿Está en vías de extinción la vida consagrada? ¿Cómo llevar una vida de santidad en medio de esta sociedad?  Preguntas que, de alguna manera, Sarah ya había contestado a lo largo de la cátedra que se extendió por casi hora y media.

En LaSalle. Expectativas.

La despedida al arzobispo fue un recuerdo también a san Juan Pablo II, Katedral interpretó “Pescador”, una de las melodías oficiales durante la visita del Pontífice cuando se encontró con los representantes de todas las generaciones del siglo en 1999.

El evento terminó con el anuncio del organizador: “Ya hemos pasado un buen rato aquí”. Un dejo de esperanza, pero con la advertencia del combate para ser testigos de la verdad en un mundo de crisis. La salida precipitada, volver la rutina y al ruido, a la estridencia y las llamadas urgentes. Para muchos, una expectativa cumplida: para otros, indiferencia e inmediato olvido, pero sin duda, un mensaje claro. La brújula del cardenal Sarah tiene un horizonte definido: “La victoria de la Iglesia por la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo…” Una lucha cósmica cuya  “batalla continúa en cada uno de nuestros corazones”.

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