Los trabajos del Evangelio

Jeremías 20,10-13 | Salmo 68 | Romanos 5,12-15 | Mateo 10,26-33

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

La evangelización es una tarea necesaria de modo permanente en el tiempo. El conjunto de acciones que entran dentro de la misión evangelizadora tienen como objetivo visibilizar todo lo posible el Reino de DIOS en medio del mundo. Dice san Pablo: “toma parte en los duros trabajos del Evangelio” (Cf. 2Tm 1,8). Timoteo, su discípulo predilecto, es un hombre joven con una gran responsabilidad, y tiene que dirigir la comunidad de Éfeso, que en aquellos momentos era un importante núcleo cristiano. Venimos a nuestro tiempo, y decimos que el evangelizador no es un terapeuta con técnicas y prácticas de autorrealización personal bien diseñadas. Tampoco el evangelizador es necesariamente un experto en dinámicas de grupo con objetivos definidos a conseguir, aunque en algunos grupos o movimientos se puedan servir de ellos con buenos resultados, considerando siempre que la Gracia no excluye ni la naturaleza ni los medios humanos. Tampoco el evangelizador es un líder social con un exhaustivo diagnóstico político y social de las circunstancias en las que están viviendo las personas y las comunidades. Pero también es cierto, que al verdadero evangelizador no le estorba en lo más mínimo el conocimiento preciso de las cosas que pasan, aportando una valoración si fuese preciso. En este último caso, no podemos ocultar que el evangelizador trae un anuncio y una denuncia. Ésta última entraña unas consideraciones éticas o morales, que puede ser urgente resaltar; y al mismo tiempo tiene que estar presente el anuncio evangélico que trasciende las circunstancias humanas, pues como decía JESÚS: “mi Reino no es de este mundo” (Cf. Jn 18,36). Un duro trabajo el que se le encomienda al evangelizador, que está en este mundo, lo tiene que conocer y padecer, sin embargo no se puede confundir con sus pronunciamientos y estrategias. El evangelizador resumidamente tiene que dedicarse a la “enseñanza de la Escritura y a la oración” la Iglesia lleva más de veinte siglos impartiendo una enseñanza que gira en torno a JESUCRISTO y su Mensaje. La materia de este apartado es desbordante, y el evangelizador tiene el compromiso de conocer mínimamente algo de esta doctrina y magisterio. La oración en sus grandes vertientes, personal y litúrgica o comunitaria, se vuelve imprescindible, pues el evangelizador no es un agitador o un propagandista, sino un testigo de la Divina Misericordia para los hombres. Una mirada ingenua induce a pensar, que difundir el mensaje de la Divina Misericordia dado por JESUCRISTO es una tarea fácil, que va a ser muy bien acogida por todos: nada de eso. El prototipo del “hermano mayor” de la parábola (Cf. Lc  15,25ss) sigue presente y tanta Divina Misericordia le produce hastío y resulta inaceptable; y aboga por establecer penalizaciones claras. Por otra parte el evangelizador mantiene una verdad que no es el resultado de la opinión de la mayoría, que no por serlo tiene la razón y la verdad. Aquí el evangelizador encuentra otra encrucijada en muchas ocasiones: por una parte la Verdad que ha de mostrar al mundo es el mismo JESUCRISTO (Jn 6,29;14,6;19,37), y también la Verdad ética y espiritual que emana del Sermón de la Montaña “Cf. Mt 5,6 y 7).

El hombre y el mundo

El evangelizador predica la conversión, anuncia el Reino de DIOS y ofrece signos de su cercanía (Cf. Mc 1,15), pero él mismo sabe que vive rodeado de mundanidad. Con todos los males y deficiencias, DIOS ama al mundo: “tanto amó DIOS al mundo, que envió a su HIJO” (Cf. Jn 3,16); por tanto, todas las objeciones que se pongan a las contrariedades que presenta la cultura reinante no cierran la acción que DIOS quiere hacer llegar mediante el evangelizador. Los momentos presentes son de una extrema gravedad, pero aún así el evangelizador tiene que predicar el Amor de DIOS, porque es la “roca” más sólida en la que se puede apoyar el hombre mismo, la sociedad y la Iglesia. La gravedad es máxima cuando se niega la misma biología para alterar la identidad del hombre y la mujer. Nos lo cuentan hace unos años, y no nos lo hubiéramos creído: la elección de la propia identidad según el sentimiento o la autopercepción. Este último concepto es para enfatizar la cosa. Algunos opinan con criterio bien fundamentado, que las disposiciones aberrantes para la transexualidad tienen como objetivo real el transhumanismo. El objetivo, parece ser, que estamos en un momento crucial en el que la ciencia y la técnica aplicada a la biología humana darán como resultado un tipo de individuo que no será el humano que ahora somos y conocemos. Algunos opinan que los teléfonos móviles desaparecerán dentro de pocos años y serán sustituidos por un “chic” en el cerebro. Esto nos puede parecer una locura, y lo es; como lo son también la serie de disparates que por ley estamos admitiendo, trastocando la naturaleza del individuo en su raíz. Un bloqueo hormonal y tratamiento con hormonas a un niño, que se le ha inducido previamente al cambio de sexo, es una aberración sin paliativos. Las palabras de JESÚS en los atentados  contra los niños son de una gran dureza: “al que escandalice a uno de estos mis pequeños, más le valdría que le encajasen una rueda de molino en el cuello y lo arrojasen al mar” (Cf. Mt 18,6). Los acontecimientos que se van produciendo ocurren con gran rapidez y presentan puntos de conexión, por lo que cada día aparecen más claras las intenciones y objetivos de los que mueven los hilos de nuestro mundo presente. Algunos analistas concluyen que el objetivo principal de las campañas de ingeniería social es terminar con el modelo de la familia natural o tradicional. La familia formada por un hombre, la mujer y los hijos, presenta el medio idóneo en el que puede crecer la persona en todas sus vertientes. Las anomalías o las excepciones no anulan el papel modélico de la familia nuclear heterosexual. El evangelizador tiene una tarea por delante titánica, en la que ha de tomar parte el Poder desplegado por el SEÑOR. La restauración de muchos casos personales provenientes de familias desestructuradas componen en parte el conjunto de señales específicas del Reino de DIOS en medio de nosotros. No es una batalla cultural exactamente lo que estamos viviendo, sino una contienda espiritual y teológica en último término.

Restaurar la imagen de DIOS

En otros tiempos las enfermedades, accidentes o catástrofes tenían una lectura religiosa, y DIOS podía estar como causa o remedio de las consecuencias desencadenadas. Las distintas ciencias y tecnologías en los tiempos modernos solucionan un buen número de enfermedades y males, y por tanto DIOS deja de ser considerado la causa de tales problemas. Por otra parte, el sentido del pecado como ofensa hecha contra DIOS o su Divina Voluntad, ha ido despareciendo de la conciencia moral incluso de la persona bautizada. La tendencia que se ha venido manteniendo durante un periodo de tiempo ha sido suficiente para alejar el pensamiento de una culpa contra DIOS mismo. El resultado puede ser algo así: los males tanto físicos como espirituales tienen solución científica, y las cuestiones de orden moral y espiritual se mueven dentro de un relativismo que no precisan una Verdad fundamental. Al evangelizador de nuestros días le tocará esclarecer la verdadera imagen de DIOS y rescatarlo de las penumbras a las que fue relegado. El necesario diálogo interreligioso exige añadir un esfuerzo a la diferencia entra la fundamentación de la Fe en JESUCRISTO y el resto de las religiones. Solo JESUCRISTO es el SALVADOR de todos los hombre. El evangelizador tiene que lidiar en estos tiempos con los pronunciamientos que imponen la “religión ecológica” o la sobre dimensión del animalismo, que pugna por equiparar al animal con el mismo ser humano. El laicismo acepta los derechos de los animales. Hasta ahora sabíamos que los derechos se concedían a quienes podían cumplir con sus deberes; por tanto, solo las personas éramos sujetos de derecho. Una vez laminada la dignidad de la persona se puede hacer con ella lo que se desee. En la historia reciente hemos tenido ejemplos claros de lo anterior: el comunismo y el nazismo. En el momento presente volvemos a jugar con la dignidad del hombre y nos podemos encontrar con sorpresas muy desagradables, que no por haber sido anunciadas dejarán de horrorizarnos. ¿Vale más la vida de una rata, que la de un ser humano? Según la ley del bienestar animal del Parlamento de España, así es la cosa: se puede matar al ser humano en el vientre de la madre y no pasa nada, pero si se mata una rata hay pena de cárcel y cuantiosa multa. No podemos trivializar el dato cuando viene recogido en el BOE -Boletín oficial del Estado-. El evangelizador que defienda la singularidad del ser humano por encima de cualquier otra criatura puede ser acusado de las múltiples formas que adquiere el delito de odio, que vale para casi todo. El evangelizador de estos tiempos tiene que moverse en las procelosas aguas de “la Agenda 2030” promovida por la ONU y la Unión Europea, que trata de muchas formas subvertir el orden establecido por el CREADOR en este mundo. El evangelizador de todos los tiempos trabaja para erradicar el hambre y la pobreza en el mundo como propone “la Agenda 2030”, pero lo métodos y medios de uno y de otro no son iguales ni de lejos. Los evangelizadores de cualquier época donde han ido y resultase necesario enseñaron a cuidar y cultivar el medio ambiente, proveyendo las necesidades de los nativos, como se sigue haciendo en la actualidad. El evangelizador y los evangelizados supieron desde un primer momento cuidar de la naturaleza como la casa que el CREADOR les había dado. Pero la nueva religión ecologista pretende dictar principios como si el mundo comenzase con ella.

El Mensaje no varía

Desde el reinado de Tiberio en Roma hasta hoy cambiaron muchas cosas, pero el Mensaje del Cristianismo es el mismo, porque “JESUCRISTO es el mismo, ayer, hoy y siempre” (Cf. Hb 13,8). DIOS sigue siendo el mismo y la naturaleza humana, al margen de los cambios circunstanciales, permanece la misma. El hombre de hoy como el de ayer experimenta las consecuencias del pecado, la incertidumbre de esta vida, o la zozobra por el hecho de la muerte, que para unos se vuelve motivo de esperanza en una vida distinta más allá de esta, y otros se abandonan en un final sin horizonte alguno de esperanza. El evangelizador tiene una tarea ingente por delante, pues JESUCRISTO es el único SALVADOR para estos tiempos convulsos.

Fidelidad de YAHVEH

La primera lectura de este domingo es tomada del capítulo veinte del profeta Jeremías. Por encima de todos los contratiempos el profeta declara: “YAHVEH está conmigo, cual campeón poderoso” (Cf. Jr 20,11), pero la queja del profeta recogida en este capítulo es difícil de superar. Jeremías había sido elegido o destinado para su misión desde el vientre de su madre (Cf. Jr 1,4), pero esa elección o preferencia no lo privaría de graves persecuciones, que ponen a prueba la resistencia y fortaleza del profeta Jeremías. Son  tiempos muy difíciles los que vive el profeta, y el Pueblo está a punto de ser deportado a Babilonia o expulsado de su tierra para ser esclavizado y servir a un pueblo extranjero e idólatra. Parece que la corrupción había llegado a unas cotas muy altas, y no se veía remedio alguno. La profecía de Jeremías no era tranquilizadora y los suyos, que servían en el Templo y al rey, no querían oír lo que estaba a punto de suceder. Uno de los funcionarios reales ligado al Templo había apresado a Jeremías para infringirle una paliza a la que Jeremías respondió con una premonición poco favorable para el funcionario y su familia: “iréis al cautiverio, tú y los de tu casa. Allí moriréis y allí mismo serás sepultado junto con todos tus allegados a los que has profetizado en falso” (Cf. Jr 20,6). La persecución a Jeremías no cesa, porque su profecía no sigue las pautas de los aduladores cortesanos que manipulan la Palabra de DIOS y el oráculo divino para adaptarlo a los oídos de los gobernantes corruptos. Como dice Qhelet “nada nuevo bajo el sol” (Cf. Qh 1,9).

Una queja muy agria

La queja de Jeremías tiene el gran valor de reflejar sin ambages las tribulaciones del profeta, que es un hombre elegido por la Divina Providencia. La recompensa del hombre de DIOS no está en este mundo. El presente estado de vida es complejo y conflictivo; presenta escenarios de gran infortunio, porque el juego de libertades da unos resultados que escapan a los controles humanos. El hombre es capaz de ocasionar grandes dosis de dolor y sufrimiento a sus semejantes. El profeta se queja de su suerte, porque está puesto para avisar a las gentes de su tiempo, y esos avisos no gustan a nadie. Jeremías se siente en algunos momentos más allá de sus propios límites: “me has seducido, YAHVEH, y me dejé seducir. Me has agarrado y me has podido. He sido la irrisión cotidiana, pues todos me remedaban, pues cada vez que hablo es para clamar “¡atropello!”, para gritar “¡expolio!” La palabra de YAHVEH ha sido para mí oprobio y befa cotidiana. Yo decía: no volveré a recordarlo, no hablaré más en su Nombre, pero había en mi corazón algo así como fuego ardiente y aunque yo trabajara por ahogarlo no podía” (Cf. Jr 20,7-9). En estos versículos se muestra una de las características fundamentales del profeta: se muestra que un elegido que es poseído por la Palabra. El profeta vino a este mundo para ser misionero y llevar la Palabra allí donde el SEÑOR lo envíe. El profeta va entregando su tiempo, capacidades y vida a la Palabra que lo llena y desborda; y en algún momento la Palabra cobra vida propia por encima de las fuerzas o preferencias del profeta, que se convierte en víctima de la Palabra y tiene que pagar con su misma vida lo que se atreve a predicar, enseñar o decir. La Palabra es un fuego que arde desde el interior -los huesos- y no se puede contener. Todavía en este estado el profeta vive con energía y determinación su misión y destino. Pero al profeta le queda el tiempo de la gran desolación donde todo parece inútil. Jeremías llega a pronunciarse con palabras similares a las de Job en su desgracia: “maldito el día que nací. El día en que me dio a luz mi madre no sea bendito. Maldito aquel que felicitó a mi padre, diciendo: te ha nacido un hijo varón y lo llenó de alegría” (Cf. Jr 20,14-15). En momentos así, el profeta vive por anticipado el abandono desconcertante de JESÚS en la cruz: “DIOS mío, DIOS mío!, ¿por qué me has abandonado? (Cf. Mc 15,34). La desolación espiritual es la apreciación sensible de la ausencia de DIOS. En esos momentos todo el efecto consolador de la Presencia de DIOS se apaga y a la oscuridad se junta la nostalgia sensible de DIOS, que no aparece por parte alguna. Para las personas de gran familiaridad con DIOS estos procesos son altamente dolorosos como lo atestiguan los místicos. Los estados espirituales de estas características son verdaderos infiernos o purgatorios, que en este caso el profeta tiene que soportar por el Pueblo, al que el SEÑOR desea salvar por todos los medios. Recordamos las intervenciones de Moisés ante YAHVEH para que el castigo recaiga sobre él y el Pueblo siga su camino hacia la Tierra Prometida: “pero ahora, o perdonas su pecado o me borras del libro que has escrito” (Cf. Ex 32,32). En el punto alto de la expiación por el pecado del Pueblo el profeta se ve como un maldito. Este dramatismo no es ficticio y refleja, por otra parte, las consecuencias y gravedad del pecado, que no es una mera infracción penal con dictamen jurídico. El pecado afecta al núcleo de la vida y provoca muerte; y la muerte no es inanición exactamente, sino una vida cargada de dolor y sufrimiento hasta lo insospechado. De todo esto, que es difícil de imaginar, nos quiere librar JESÚS con su Salvación.

Recuperación del profeta

Las fases de desolación tienen su tiempo, que el SEÑOR sabe cómo dosificar. Jeremías da cuenta también de los momentos de paz interior y consolación: “YAHVEH está conmigo cual campeón poderoso, y así mis perseguidores tropezarán impotentes y se avergonzaran de su imprudencia: confusión eterna inolvidable” (Cf. Jr 20,11). No es desolación, exactamente, cuando se permanece en la misión y ésta presenta dificultades, pero se percibe la fuerza interior que lleva a vencer los distintos obstáculos. En determinado momento, los enemigos son vencidos por la actuación del SEÑOR, y el profeta se ve recompensado por la labor culminada por el éxito: “escuchaba las calumnias de la turba: denunciadle. Todos aquellos con los que me saludaba estaban acechando un traspiés mío, a ver si se distrae y tomaremos venganza” (Cf. Jr 20,10). El peligro deja de ser un inconveniente, si se permanece afianzado en la fuerza dada por el SEÑOR.

Oración del profeta

Jeremías es un hombre de DIOS y resuelve los asuntos de su vida en el trato con ÉL. Jeremías pide y agradece; se queja y alegra con el SEÑOR que le da la existencia: ¡Oh, YAHVEH Sebaot!, JUEZ justo, que escrutas los riñones y el corazón, llegue tu venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa. Cantad a YAHVEH, alabad a YAHVEH, porque ha salvado la vida de un pobrecillo de las manos de malhechores” (Cf. Jr 20,12-13). La protección frente a los enemigos o los peligros de la naturaleza, se ven como los riesgos más perentorios por parte del hombre antiguo. Jeremías vive en un ambiente urbano y los peligros de la naturaleza están bastante aminorados, sin embargo sucedía lo contrario en lo que respecta a sus competidores por resaltar en el Templo y ante el rey. La envidia había hecho acto de presencia, y como siempre la envidia es homicida en el grado en el que se manifiesta la misma envidia. Jeremías pide la protección al SEÑOR frente a los que se sienten profundamente irritados por su sola presencia. La segunda parte de la oración del profeta gira alrededor de la alabanza y acción de gracias, pues el SEÑOR cumple su palabra y protege a sus elegidos, aunque las pruebas resulten duras y acrisolen la Fe en el SEÑOR.

Instrucciones para la evangelización

El evangelio de hoy se extrae del capítulo diez de san Mateo, que recoge abundantes instrucciones o pautas a tener presentes por parte de los discípulos. La evangelización es una tarea urgente, que ha de realizarse antes que el SEÑOR vuelva en su Segunda Venida: “no acabaréis de recorrer las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del hombre” (v.23). En el cómputo general, el tiempo de la Iglesia es breve, aunque su duración precisa sea desconocida  y fracase en el intento de dilucidarlo cualquier conjetura. Las instrucciones generales disponen que el evangelizador se disponga a vivir de la Providencia de DIOS, ligero de equipaje y libre de miedos o temores. Los motivos para esto último no van a faltar y JESÚS no esconde los riesgos por los que pasarán sus discípulos.

El miedo paraliza

Las palabras de JESÚS son directas: “no les tengáis miedo” (v.26), porque “no está el discípulo por encima del MAESTRO” (v.24), pues si a JESÚS lo persiguieron también lo harán con ellos. Persecuciones religiosas y civiles, por lo que tendrán que comparecer en las sinagogas y ante los magistrados (v.17-18). Pero no sólo las autoridades públicas mostrarán hostilidad por la actividad misionera de los discípulos, pues los de la propia casa o familia serán los delatores y enemigos (v.21). La tribulación por el evangelio adquiere distinta intensidad según los lugares y la época. Cuando las persecuciones arreciaron, los tiempos se antojaron apocalípticos; en el sentido que las cosas tocaban a su fin. Pero hasta ahora las distintas etapas de la historia se han superado, no sin profundos momentos de crisis. En realidad el Cristianismo vive la persecución desde su comienzo con la aparición de la Iglesia, después de la muerte en Cruz de JESÚS. Algunos nombres de emperadores señalan tiempos de persecución: Nerón (64 d.C.), Domiciano (90 d.C..), Diocleciano ( a finales del siglo cuarto y comienzos del quinto. Las persecuciones musulmanas en España del siglo noveno testimoniadas por san Eulogio de Córdoba desmienten las relaciones idílicas de las tres culturas, en la dominación musulmana del Al-Ándalus. Con idéntica seña se vivió la persecución de Almanzor, alrededor del año mil, y a muchos se le antojaba el fin del mundo a manos de un invasor que promovía devastación sin cuento por donde quiera que pasaba. Las guerras de religión derivadas del Protestantismo fueron en realidad guerras civiles que diezmaron la población europea y terminaron con la Guerra de los Treinta años (1618-1648). En el capítulo de la persecución religiosa contra los católicos merece especial mención la llevada a cabo por los ingleses, a partir de Enrique VIII, que se erige en cabeza de la Iglesia de Inglaterra. Varios siglos de persecución a los católicos con las más refinadas modalidades de tortura y muerte. Casi nadie habla del asunto, porque el mundo anglosajón tiene bula para cualquier desatino. En la actualidad la persecución a los cristianos se produce en los lugares donde imperan los grupos islámicos yihadistas -Boko Haram- en Nigeria. En la actualidad el número de mártires cristianos es el más elevado de toda la historia. Entre nosotros tenemos que recordar al sacristán asesinado, Diego Valencia, en la Iglesia de la Palma, en Algeciras, el día 22 de enero 2023, a manos de un “lobo solitario” yihadista.

El Evangelio es revelación

“No hay nada encubierto, que no haya de ser descubierto; ni oculto que no haya de saberse” (v.26). Gracias a la acción del ESPÍRITU SANTO enviado por el SEÑOR todos los contenidos de revelación necesarios para nuestra salvación nos son dados a conocer. El Cristianismo no es un esoterismo reservado a un grupo de selectos. Precisamente algo de lo que escandalizó a los principales de su tiempo fue el hecho de dirigirse JESÚS a los desheredados, pues aquellos ignorantes e incapaces para el conocimiento minucioso de la Ley eran “unos malditos”  (Cf.  Jn 7,49; 9,34). En la persona de JESÚS se compendian todas las verdades fundamentales que el PADRE nos quiere revelar: “este es mi HIJO amado, en quien tengo todas mis complacencias” (Cf. Mt 17,5). El misterio del ser humano sólo se esclarece a la luz de JESUCRISTO; el misterio de la Salvación y las consecuencias del pecado, sólo tienen solución en JESUCRISTO. Una vida eterna en DIOS, sólo puede llevarse a cabo unidos para siempre en JESUCRISTO. Si algo tiene que aparecer a la luz tiene que ser dado por JESUCRISTO y quien busque otra fuente de conocimiento espiritual estará abriendo las puertas a las fuerzas satánicas, que esperan con ansiedad la inconsciencia de los hombres para hacerse presentes. Grandes realidades, misterios profundos, están en el conocimiento de CRISTO, en quien residen todos los tesoros del saber y el conocer”  (Cf. Ef 3,18-19). La insondabilidad de los misterios permite disputas teológicas que vienen de lejos y no se han cerrado como la cuestión de la primacía de la acción voluntaria o de la Gracia. En los tiempos presentes se mantiene el debate, que continuará, entre la prioridad de la Justicia sobre la Misericordia o viceversa. Está bien que estas cosas ocurran mientras no cristalice en bloques enfrentados. Al final concluimos: DIOS es siempre más grande que nuestros cálculos humanos. Lo que aprendamos de ÉL, nos dice JESÚS, tenemos que ofrecerlo a los demás, y de esa forma aparecerá la luz y ayudará a muchos.

Descubierto e identificado

JESÚS tiene cosas que va descubriendo con el paso de los siglos, porque las necesidades de la humanidad varían de unos tiempos a otros. Es de necios echar en saco roto las apariciones marianas, los milagros eucarísticos y las señales que se producen por parte del SEÑOR en estos tiempos. La mayor parte de las personas carecemos de la profundidad suficiente para leer todo el contenido de revelación que viene en la Escritura. No todo el mundo tiene acceso a la doctrina amplia de los padres y doctores de la Iglesia, ni al Magisterio Oficial de la Iglesia. Por otra parte el acceso que puedan tener unos pocos, tampoco les garantiza su comprensión total. Desde el primer momento de la Iglesia la línea carismática transcurrió al lado de la línea oficial. Esta última está necesitada de toda la asistencia del ESPÍRITU SANTO. En la Iglesia existen grandes tesoros de Gracia, la santísima VIRGEN, la Escritura, la Sagrada Liturgia, los Sacramentos, las indulgencias y el resto de sacramentales, que están dispuestos para ser reconocidos y descubiertos con el fin de procurarnos la Salvación. Son estos los grandes tesoros que alguien descubre y con gran diligencia compra el campo (Cf. Mt 13,44) para hacerse con el tesoro de Gracia, que es dada en infinidad de gracias. En lo oculto, por otra parte, se fueron gestando las vidas de MARÍA, JESÚS o Juan el Bautista. Cada uno de ellos se manifestó en el momento apropiado. El texto de hoy nos dice que hagamos público lo que viene dado al oído (v.27). Recordamos en esta indicación la obediente escucha del Siervo de YAHVEH, que “es despertado cada mañana para escuchar como los discípulos, y así llevar una palabra de aliento a los abatidos” (Cf. Is 50,4). El nuevo evangelizador nacido de Pentecostés y enviado por JESÚS que escucha en el silencio con el oído de su espíritu -alma- para dar a todos los que encuentre una palabra cierta, con sentido, y cargada de la unción del ESPÍRITU SANTO.

Los que matan el alma

El discípulo evangelizador tiene que cuidarse, pues también él corre riesgos; más aún pude correr grandes y graves riesgos con objeto de paralizarlo en su labor de implantación del Reino de DIOS. Cuando éste se expande, el imperio de Satanás decrece y le recuerda que en realidad le queda poco tiempo(Cf. Ap 12,12); pero en su desesperación tratará de arrastrar a su mundo todas las estrellas del Cielo que puedan ofrecer su brillo (Cf. Ap 12,4). JESÚS vuelve a insistir: “no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma” (v.28). El libro de los Hechos nos muestra que ante la persecución muchos cristianos dejaban el lugar para ir a otro sitio, en el que también era necesario predicar el Evangelio. Es preciso actuar con prudencia en este sentido, aunque llegado el caso el cristiano testimonie la Fe con la entrega de su vida como hemos mencionado anteriormente. Las argucias de Satanás pueden minar poco a poco el alma del discípulo y dejarlo inoperante para la evangelización, de ahí la advertencia de JESÚS. La apostasía es la gran conquista de Satanás, y a eso sí que debemos tener miedo. Satanás seduce a través de las cosas del mundo y embriaga a los espíritus que ya no reconocen a DIOS en su campo de visión y se hacen insensibles para ÉL, pues con displicencia dicen no necesitarlo. JESÚS con una imagen que todos entienden habla del resultado final mantenido a lo largo de los años: la gehenna o fuego permanentemente encendido a las afueras de la ciudad, en el que se quemaban las basuras. Satanás dispone para los que lo eligen un lugar de fuego o de frío que recluye a todos los que de forma voluntaria niegan a su DIOS. A ese, dice JESÚS, hay que en todo caso tenerle miedo. La recomendación del apóstol Santiago es oportuna: “enfrentaos al diablo, que huirá de vosotros; acercaos a DIOS y ÉL se acercará a vosotros; humillaos ente el SEÑOR y ÉL os levantará” (Cf. St 4,7-10).

Confianza en la Divina Providencia

“¿No se venden dos pajarillos por un as?, pues bien, ni uno de ellos cae en tierra sin el consentimiento de vuestro PADRE. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados”(v.30) Todo en la naturaleza sucede con la supervisión omnisciente de DIOS, y la suerte de unos pajarillos no pasa desapercibida para el PADRE de todos, del que nos habla JESÚS. Para ser más convincente, JESÚS añade algo aparentemente irrelevante: los pelos que una persona le puedan nacer o caer. Tanta proximidad pudiera ser incómoda o rechazada, pero JESÚS busca que sea motivo de absoluta confianza en la Divina Providencia, que sabe cuidar de sus hijos hasta en los más insignificantes detalles. Es probable que el creyente comience a dar razón de este hecho en la medida que trate de observar lo que sucede en su diálogo o coloquio habitual con DIOS, al que busca con toda sinceridad. JESÚS sigue hablando y les da un disgusto a los actuales ecologistas: “no temáis, vosotros valéis más que muchos pajarillos” (v.31). Naturalmente, ninguna otra criatura de este mundo fue creada a “imagen y semejanza de DIOS” (Cf. Gen 1,26-27) con la finalidad de alcanzar el don gratuito de “hijos de DIOS” (Cf. Ef 1,5). El Hálito Divino insuflado por DIOS en cada ser humano hasta ahora es una creación específica y singular que parte totalmente personalizada de las manos de DIOS. Nuestra biología es muy particular y la psique de la que estamos dotados también es muy singular, pero lo que nos distingue totalmente es el principio espiritual creado por DIOS para cada persona en particular. Esto hoy es objeto de negación y se quiere destruir si fuera posible. DIOS está empeñado en perfeccionarnos dentro de una condición humana muy precaria, a la que se ha unido su Hálito Divino constituyéndonos como unidad. Satanás quiere hacer fracasar principalmente esta obra divina en el hombre, por eso procura arruinar nuestro cuerpo y nuestra psique y arrastrar aprisionado el Hálito Divino al ostracismo del infierno.

JESÚS es el único INTERCESOR

“Por todo aquel que se declare por MÍ ante los hombres, YO también me declararé por él ante mi PADRE del Cielo. Pero quien me niegue ante los hombres, también le negaré ante mi PADRE del Cielo” (v.32-33). San Pablo señala: “si tu corazón reconoce que JESÚS ha resucitado; y tus labios confiesan que JESÚS es el SEÑOR, serás salvo” (Cf. Rm 10,9). El conocimiento de JESÚS demanda por sí mismo la difusión de esta Buena Noticia. La evangelización apoyada en el testimonio cotidiano debe estar acompañada de prudencia y respeto para las personas que han de recibir el anuncio del SEÑOR, pero nunca nuestras actitudes de superioridad espiritual. Otra cosa distinta es la predicación pública en la que por encima de todo debe prevalecer la Presencia misma del SEÑOR que en esos instantes está actuando, dando palabras de sabiduría y conocimiento sobre situaciones concretas, que renueven las conciencias de los presentes. Una muestra de lo anterior la tenemos al salir de la Santa Misa y un buen número de personas dicen: las palabras de hoy en la homilía estaban dirigidas a mí. Con toda seguridad el predicador no tenía en mente a nadie, pero sus palabras estaban preparadas por el SEÑOR para esclarecer la conciencia de un número de personas bien dispuestas y trasmitirles un conocimiento espiritual. En los primeros tiempos del cristianismo aparecieron los “lapsi”, o bautizados que por miedo o debilidad negaron a JESÚS ante la persecución. Muchos de ellos se arrepintieron y fueron de nuevo admitidos en las comunidades, aunque por la vía de los penitentes, que aceptaban con gratitud. El problema está cuando la negativa a CRISTO se lleva al extremo, para lo cual no queda solución o alternativa, porque en el más allá se vive con CRISTO o al margen de CRISTO. Vivir eternamente al margen de CRISTO es muy mala opción, que el individuo decide en su libre albedrío.

San Pablo, carta a los Romanos 5,12-15

San Pablo en sus escritos y de forma especial en esta carta a las comunidades de Roma, aborda cuestiones fundamentales pertenecientes a la Fe y a la antropología. La muerte es uno de esos asuntos ineludibles para cualquier persona tenga la formación académica que sea, condición social, ideología, grupo étnico o religión. Si alguien se propusiese no abordar la cuestión de la muerte en el transcurso de su vida, delata alguna carencia seria. La cuestión de la muerte sitúa a la persona en una disyuntiva, que le obliga a decidir una opción: la vida continúa más allá de esta, o todo se termina con el último suspiro y la propia condición queda resueltamente disuelta en la inexistencia. El hombre se ve afectado por la muerte en todos sus niveles o dimensiones: biológica, moral y espiritual. El pecado trajo la muerte y el hombre encuentra la Salvación cuando resuelve el gravísimo problema del pecado y la no menos grave situación de la muerte. Dice el libro de la Sabiduría, que “la muerte entró en el mundo por la envidia de Satanás” (Cf. Sb 2,24). La envidia es satánica y la envidia mata porque no soporta la Vida que DIOS ha creado. Es un éxito de Satanás la muerte de los inocentes a manos de los semejantes, porque esos actos envilecen a las personas en grado sumo. Abortos y eutanasias coronan la envidia y soberbia satánica, y con esos trofeos se enseñorea el enemigo del hombre, abriendo más espacio a su poder e influencia. Satanás en estos momentos no necesita de misas negras, aunque se sigan realizando; pues le basta con las decenas de miles de abortorios dispuestos en todo el mundo como verdaderas picadoras en vivo de carne humana inocente. Le bastan las prácticas eugenésicas para eliminar población sobrante e inservible. La pugna actual, la batalla presente, la contienda que se está librando es en realidad espiritual, aunque se la denomine por algunos como “batalla cultural”. La Cruz de JESUCRISTO manifiesta su poder en determinados momentos y sigue siendo la única tabla de salvación para la humanidad, porque toda la muerte infringida a los más débiles está sostenida por el SEÑOR que la destruyó desde dentro. Puede resultar chocante, que habiéndose producido el acontecimiento señalado todavía estemos asistiendo a la deriva presente en que la vida de las personas es tratada peor que una mercancía en muchos casos. Bien, las espadas están en alto y veremos dónde se inclina el resultado.

El pecado y la muerte

Como por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte alcanzó a todos los hombres por cuanto todos pecaron. Todos los hombres pecaron, pero el pecado de Adán tuvo unas características propias. La muerte se extendió a todos los hombres, porque todos habían incurrido en pecado con una trasgresión distinta de la de Adán. Había más hombres en el mundo cuando Caín mata a su hermano Abel y teme ser represaliado por el delito cometido, si alguien lo encuentra en su destierro (Cf. Gen 4,13) DIOS marca a Caín para preservar su vida de la ley del talión que podía recaer sobre él. Pecado y muerte vienen asociados desde el primer momento y siguen su camino como la cizaña  entremezclada con la buena semilla (Cf. Mt 13,24-25). La muerte en la humanidad quedará definitivamente vencida cuando JESÚS venga por segunda vez, sin relación alguna con el pecado (Cf. Hb  9,28).

La Ley levanta acta del pecado

“Hasta la Ley había pecado en el mundo, pero el pecado no se imputaba, al no haber Ley” (v.13-14). La doctrina es clara para determinar el pecado mortal, o de muerte: conocimiento pleno, consentimiento pleno y materia para el mismo. Un ejemplo: comento con toda conciencia y fruición un detalle nimio de la apariencia de una persona, y el resultado de ese comentario no puede ser considerado como pecado mortal, aunque fue realizado con toda conciencia y voluntad, pero carece de materia grave en sí misma. Si ese comentario superficial es sustituido por una calumnia, que entraña falsedad y atentado contra el honor y buena fama de esa persona; entonces, sí estamos ante un pecado que entraña muerte, porque mata socialmente a una persona. La Ley aparece como el notario que levanta acta de la conducta moral y habla de la bondad o gravedad de las acciones en relación con DIOS y los semejantes. Es muy probable que muchas tribus antiguas antropófagas con prácticas de sacrificios humanos a su dioses viesen lo pertinente de tales prácticas, aunque ocasionaban gran dolor y sufrimiento no sólo en las víctimas directas, sino en sus familiares cuando veían sacrificar a una adolescente para calmar la ira supuesta de sus ídolos que retenían la lluvia y los campos ya no daban cosechas. Estas concepciones hoy nos pueden parecer extravagantes, pero la conciencia como instancia de juicio moral estaba muy dañada y fue preciso un tiempo largo para interiorizar las diez Palabras o Decálogo.

La muerte estuvo presente

“Con todo, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aún sobre aquellos que no pecaron con una trasgresión semejante a la de Adán, el cual es figura de aquel que había de venir” (v.14). El pecado de Adán tuvo una gravedad mucho mayor, si tomamos en consideración lo que nos dice la Escritura. Su vida transcurrió durante un tiempo en una gran bonanza con la naturaleza y DIOS. Adán y Eva se miraban sin reticencias y había entendimiento. El trabajo o laboriosidad iban destinados al cuidado del jardín del Edén como medio excepcional, pues el alimento dependía del fruto de los árboles que daban semilla. Los animales no eran depredadores, pues obtenían el alimento de las plantas y las distintas hierbas. Vivían para la laboriosidad dentro del alto nivel de conocimiento que DIOS dispuso para ellos. En el centro de aquel paraíso existían dos árboles, el de la vida y el que daba el conocimiento del bien y del mal. De este último no podían comer, pues de hacerlo vendría la muerte. Así sucedió cuando desobedecieron el mandato. Perdieron, entonces, el verdadero conocimiento de las cosas, y el árbol de la vida quedó sellado sin acceso posible. El resto de los humanos no dispusieron de unas condiciones excepcionales como Adán y Eva, por lo que su pecado no pudo ser de la misma gravedad, pero sufrieron las consecuencias de la muerte que se dejaba sentir en medio de su ignorancia. San Pablo al comienzo de esta carta afirma que con la sola inteligencia natural se habría podido descubrir al CREADOR y darle culto, sin desviarse hacia los ídolos (Cf. Rm 1,20-21). Lo cierto es que no fue así, y el culto idolátrico atrajo la fuerza y poder de los demonios sobre los hombres, que se vieron envueltos en el círculo vicioso establecido por la idolatría: cuanto mayor sea el nivel de muerte se incrementará el odio y la adhesión hacia la misma. Si se apagara la luz del Cristianismo las tinieblas sepultarían el mundo. Adán y Eva estaban pensados para acoger la Gracia dada en JESUCRISTO, pero se perdió esa oportunidad y la humanidad tuvo que transitar por otras vías menos favorables.

La Gracia y el delito

“Pero con el Don no sucede como con el delito. Si con el delito de uno solo murieron todos, cuánto más la Gracia de DIOS y el Don otorgado por la Gracia de un solo hombre, JESUCRISTO, se han desbordado sobre todos” (v.15). Ahora el punto principal al que hemos de dirigir la mirada es JESUCRISO. El pecado de Adán y el del resto de los humanos es una cuestión secundaria en lo que toca a la  solución del problema. JESUCRISTO es hombre y es DIOS. Las acciones redentoras de JESÚS de Nazaret tienen valor infinito para todos los tiempos. No existe pecado que no pueda ser perdonado por el SEÑOR a condición que el pecador se arrepienta, pues la Gracia exige la libertad en la decisión. La Gracia dada por JESUCRISTO será siempre desbordante muy superior al pecado de todos los hombres en su conjunto. Los hombres somos limitados en todo incluso en el pecado, por lo que la Gracia o el Don de la Salvación está dispuesto para nosotros en todo momento.

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