El obispo Marcellin Yao Kouadio de Daloa, en el oeste de Costa de Marfil, quien fue elegido a principios de este mes como presidente de la conferencia episcopal del país, no ha perdido el tiempo para hacer oír su voz.
En el lapso de unos pocos días, Kouadio ha logrado que los funcionarios del gobierno se sientan incómodos con sus fuertes críticas a la forma en que se maneja el estado.
Hablando durante una homilía del 4 de junio para marcar el final de una asamblea plenaria de la conferencia de obispos, Kouadio criticó al gobierno por “corrupción generalizada, tribalismo y justicia selectiva”.
Además, condenó al gobierno por participar en lo que calificó como un “desarrollo llevado a cabo de manera fragmentaria, en reconocimiento al militante dócil, o en represalia por las localidades inflexibles”.
El hombre de 63 años también se pronunció en contra de lo que llamó una “democracia armada” y “el juego turbio de una clase política que ayer fue amiga y hoy dividida”. Dijo que los llamados a la reconciliación de los políticos del país “nunca han sido sinceros, porque la mayoría de las veces los que nos hablan de paz andan con chalecos antibalas”.
La crítica recibió una fuerte reprimenda por parte del gobierno. El portavoz del gobierno de Costa de Marfil, Amadou Coulibaly, acusó al obispo de ser “un líder de la oposición con sotana”.
“A todos los que aplaudieron salvajemente cuando habló y aplaudieron al unísono, solo quiero citar a La Fontaine que dijo en una de sus historias: Aprendan que todo adulador vive a expensas del que escucha”, dijo Coulibaly.
Costa de Marfil, una antigua colonia francesa, es un país en la costa oeste de África con una población de 30 millones. Los católicos son aproximadamente el 17 por ciento de la población, aunque durante mucho tiempo han jugado un papel importante en los asuntos nacionales.
Bajo el ex presidente Félix Houphouët-Boigny, católico, el país construyó la iglesia católica más grande del mundo, superando incluso a la Basílica de San Pedro en Roma, la Basílica de Nuestra Señora de la Paz en Yamoussoukro, la capital nacional.
La referencia de Kouadio a una “democracia armada” y un proceso de reconciliación fallido tiene que ver con la exclusión del expresidente Laurent Gbagbo de las listas electorales antes de las elecciones locales del 2 de septiembre, que se consideran un caso de prueba para el buen desarrollo de las elecciones presidenciales de 2025.
El pretexto para rechazar la candidatura del exlíder es que Gbagbo fue condenado a 20 años por “robar” del Banco Central de los Estados de África Occidental. Sin embargo, el expresidente insiste en que es un truco político destinado a manchar su nombre.
“Me llevaron a la Corte Penal Internacional con toneladas de acusaciones: crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra, violación. … Me defendí y gané, me absolvieron. Se esconden aquí ilegalmente y me acusan. Está demasiado politizado, no es digno de llamarse juicio”, dijo Gbagbo recientemente.
Los obispos han pedido una elección que sea “inclusiva, pacífica y libre, transparente y justa, creíble y aceptada por todos. Para lograr esto, las instituciones a cargo del proceso electoral deben ganarse la confianza de los marfileños demostrando su preparación y capacidad para organizar futuras elecciones”.
“Así mismo, imploramos a todos los encargados de las instituciones electorales y judiciales que actúen con honor, integridad y honestidad, impartiendo verdadera justicia”.
Los obispos dijeron que era fundamental que la sangre de los marfileños se salvara de lo que podría ser otra elección fallida.
“Es responsabilidad de todos poner todo en marcha para que la sangre de nuestros conciudadanos no vuelva a fluir. Eso comienza con un compromiso colectivo para trabajar juntos y evitar todo lo que pueda llevarnos a una espiral de violencia con consecuencias desastrosas”, dijeron los obispos en un comunicado.
La violencia política ha caracterizado con frecuencia las elecciones en Costa de Marfil.
Al menos 50 personas murieron en actos de violencia después de las elecciones presidenciales del 31 de octubre de 2020. Entre 2010 y 2011, el país cayó en la violencia después de que Gbagbo fuera declarado victorioso en las elecciones presidenciales de 2010, aunque Allasanne Ouattara reclamó la victoria. Se estima que 3.000 personas murieron.
Los obispos dijeron que tal derramamiento de sangre no está justificado, porque Costa de Marfil “es un bien inestimable para todos nosotros… nuestros padres nos lo dejaron como legado y tenemos que pasarlo a las generaciones futuras. Debemos evitar todo tipo de violencia para garantizar una paz sostenible para todos, que es una condición previa para un desarrollo que beneficie a todos”.
Tal paz no vendrá sin justicia, dijeron los obispos, llamando a una “justicia equitativa” que es la base de todo desarrollo.
En un frente diferente, los obispos también discreparon con la promoción de la homosexualidad, señalando que no encaja en el contexto cultural de África.
“A nivel social, observamos que la cultura del ‘todo vale’ se está afianzando perniciosamente, con la promoción del movimiento LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transgénero), entre otros. Nos gustaría llamar la atención de todos sobre el hecho de que esta no es nuestra cultura, ni un valor a promover”.
“Sin embargo, la Iglesia permanece abierta a todos sus hijos e hijas para acompañarlos”, dijeron los clérigos.
Costa de Marfil se encuentra entre los pocos países africanos donde la homosexualidad no está penalizada y tiene su propio movimiento por los derechos de los homosexuales. En mayo, se lanzó en Abiyán la primera revista LGBT de África occidental.
El 13 de mayo tuvo lugar en Abiyán la tercera edición de un festival LGBT, Awawalé, para llamar la atención sobre la vulnerabilidad socioeconómica de las personas LGBT. El 22 de mayo se izó una bandera con los colores de la comunidad LGBT en la sede de la delegación de la Unión Europea en Abiyán.
YAOUNDÉ, Camerún.
Miércoles 14 de junio de 2023
