El pasado domingo se cumplieron diez años del fallecimiento de Hugo Chávez, quien fue presidente de Venezuela y líder en América Latina de una nueva alternativa política: el socialismo bolivariano.
Destacados militantes y simpatizantes de Morena y de Andrés Manuel López Obrador le rindieron homenaje en las redes sociales y un antiguo funcionario chavista, Sady Loaiza, es hoy funcionario de primer nivel en la Secretaría de Educación Pública.
Vale la pena preguntarse cuál es el legado de Hugo Chávez y qué tanto éste es deseable para México, como algunos proponen.
Durante gran parte del siglo XX, Venezuela fue la nación más próspera de América Latina y una de las más ricas del mundo.
Tenía, sin embargo, un sistema político poco inclusivo y donde los dos principales partidos, el socialdemócrata y el demócrata cristiano, se alternaban en el poder de forma oligárquica.
En medio de un gran descontento hacia los partidos tradicionales, en 1998 ganó las elecciones Hugo Chávez, un antiguo militar golpista que proponía refundar la República e implantar un nuevo sistema económico.
Nacionalizó empresas, estableció el control de precios y del tipo de cambio, aumentó en forma desmedida la oferta monetaria e hizo a la economía aún más dependiente del petróleo. Todo ello enmarcado en un discurso favorable a los más pobres.
Los resultados no tardaron en llegar: empresas extranjeras se retiraron, la falta de inversión privada ocasionó la carestía
de productos básicos, los precios máximos llevaron a la escasez y al mercado negro, y la inflación llegó a niveles de cuatro dígitos.
En paralelo, Chávez promulgó una nueva Constitución y estableció un régimen autoritario con una enorme concentración de poder en la figura presidencial —se consideró el heredero de Simón Bolívar— y la supresión de las libertades más elementales.
Tras la muerte de Chávez llegó al poder su delfín, Nicolás Maduro, quien ha gobernado con las mismas políticas y ha agudizado la persecución hacia los disidentes.
Actualmente, 8 de cada 10 venezolanos viven en la miseria. Siete millones se han visto obligados a emigrar en los últimos años. Es uno de los países con las mayores tasas de homicidios a nivel internacional.
Cientos de presos políticos llenan sus cárceles y, según Transparencia Internacional, es el quinto país más corrupto del planeta. Todo esto, paradójicamente, en un país con impresionantes recursos naturales y con las reservas petroleras más grandes del mundo.
La evidencia empírica nos muestra que el chavismo ha conducido a Venezuela a la más absoluta miseria y al autoritarismo más atroz.
No es un tema de ideologías sino de números y datos duros. Proponer ese modelo para México implica estar cegados por ideologías caducas o, peor aún, ser mezquinamente perversos.
Por: Fernando Rodríguez Doval / El Heraldo de México