En el primer domingo de cuaresma, año con año escuchamos “la estadía de Jesús en el desierto donde fue tentado por Satanás”. Pero cada año, leemos al Evangelista de acuerdo al ciclo que toca. Hoy, en este ciclo A, toca el Evangelio de San Mateo. Después de recibir el bautismo, Jesús es conducido por el Espíritu al desierto. El desierto como lugar de un encuentro profundo con Dios, donde es posible la reflexión y la oración, antes de iniciar su ministerio. En ese ambiente y en el momento que siente una necesidad muy humana, cuando su cuerpo le pide alimento, siente hambre; podemos decir que su apariencia mostraba debilidad y es allí donde se presenta el tentador, Satanás, y le propone la forma de mostrar su mesianismo a la humanidad. Es allí donde trata de seducirlo para cambiar su mesianismo. El Espíritu lleva a Jesús al desierto, pero quien lo tienta es el diablo.
El tentador le presenta tres tentaciones y como dirá Fiódor M. Dostoievski: “Allí se resumen las grandes aspiraciones del ser humano, las grandes tentaciones ante las cuales se rinde la persona humana”. Esas tentaciones que nos llevan a centrarnos en nosotros mismos y nos apartan de Dios. La intención del tentador no es que Jesús elija entre el bien y el mal, sino simplemente entre el bien, tal y como es querido por Dios. Así lo empuja por caminos de nuestra lógica, caminos brillantes, hermosos. Satanás propone a Jesús la redención sin dolor, lo que Fulton Sheen definió como «tres atajos para no pasar por la cruz».
Veamos las tres tentaciones
1a- Un reformador social: La primera tentación le propone a Cristo, que reduzca su función redentora a una reforma social: que convierta las piedras en pan, primero para sí y después para los demás. Ese gran sueño que han tenido los pueblos de contar con el vientre satisfecho; ese pan que hace alusión: al dinero, al confort, al placer, al paraíso en la tierra. Ese materialismo de distinto color que se presenta como lo más importante y que hoy domina al mundo. Jesús recuerda que Él no es un repartidor de pan, que trae algo más importante y muy distinto: la Palabra de Dios, único alimento que puede saciar definitivamente el corazón del hombre. Jesús trae la Palabra de Dios que, si es aceptada, traerá el pan de la tierra por añadidura, no habrá más hambre. Jesús sabe que con sólo pan no consigue el amor, pero que, con el amor, se puede conseguir el reparto equitativo de los bienes materiales. No olvidemos que el demonio sigue predicando: Que sólo de pan vive el hombre, y los seguidores de Jesús seguimos repitiendo que sí hay que buscar el pan de cada día, pero además, hay que buscar a Dios y el amor de cada día para todos.
2a- La tentación del uso de Dios: Satanás propone el mesianismo milagrero y fosforescente. Le propone que se arroje del templo como entrada triunfal, eso haría que todos se pongan de pie para ir tras Él. Es la carrera detrás del milagro, como dicen algunos «que se haga el milagro, aunque venga del diablo». Hermanos, hoy lo estamos viendo, muchos prefieren una mentira brillante a cien verdades grises. En esta tentación, entra en juego el concepto de Dios y el absurdo modo de entenderlo. Dios sería como una fuente, como un banco de beneficios. Por eso, el diablo incita a Jesús a usar a Dios, poniéndolo al servicio de sus intereses o de su misma misión. Este dilema sigue muy presente en los cristianos de hoy, lo podemos formular así: ¿El triunfo o la santidad? Se trata de saber si hay que eliminar la cruz para hacer un cristianismo más llevadero.
3a- La tentación del poder: En esta tentación es donde el diablo muestra su verdadera naturaleza; no sabemos qué admirar, si el descaro con que pide ser adorado o la tranquilidad con la que alardea de que todo el poder de este mundo es suyo y puede dárselo a quien quiera. El diablo se muestra como un ídolo, como lo que él quisiera ser: un antidiós. Pretende que Jesús se contente con el mundo y se olvide de las almas. El poder le ayudaría a dominar el mundo y después el mundo escucharía su mensaje. El diablo lo tienta para inducir su mesianismo por otros derroteros. Jesús le enseña al diablo que existe un poder que no es de este mundo; un poder que camina por las sendas del amor, del fracaso aparente y de la cruz. Jesús sabe que el poder corrompe; desde la altura de un palacio y de un trono es difícil o casi imposible amar. El trono aleja, la cruz acerca. Jesús sabe que su redención con oro sería una conquista, no una redención. Jesús comienza derrotando al demonio y a las falsificaciones del mesianismo.
Creo que la presencia de Jesús tentado en el desierto, nos descubre la sutileza de toda tentación y de todo pecado. Toda mentira va maquillada de verdad y toda tentación también va con un buen maquillaje de verdad, lo fue la primera tentación: “Seréis como dioses”, dijo la serpiente a nuestros primeros padres.
Hermanos, todos sin excepción tenemos tentaciones, no cantemos victoria al saber que Satanás fue vencido por Jesús en el desierto. Recordemos que Satanás sigue buscando la ocasión para apartarnos de los caminos de Dios. Al inicio de esta cuaresma, pensemos: ¿De qué manera me está tentando Satanás? ¿Soy consciente que el tentador sigue cerca de mí? ¿Qué tipo de tentaciones tengo? El modo de vencer la tentación, nos lo muestra Jesús, es tener a Dios como cimiento y su Palabra como alimento.
Hermanos, les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!