Escuchamos hoy el inicio de la misión de Jesús. Estando Jesús en Judea se da cuenta que Juan el Bautista es apresado e interpreta este acontecimiento como un signo de Dios que le indica comenzar su misión. Deja Nazaret y va a vivir en Cafarnaúm, en aquella ciudad cosmopolita junto al lago de Galilea, desde donde iniciará su ministerio y llegará la salvación a todos los pueblos.
El Evangelio lo podemos dividir en dos momentos:
1°- El llamado a la conversión. La gran voz del Río Jordán calla, se apaga, pero una voz libre se alza a la orilla del lago de Galilea, es la voz de Jesús, joven profeta de Nazaret, sale sin temor alguno, se presenta solo. Su primer impulso en la predicación es enlazado con precisión a las palabras del Precursor llamando a la conversión. Jesús predica con entusiasmo y valentía, sin temor a correr la misma suerte que el Bautista; su predicación no parte de Jerusalén sino de Galilea, de la periferia donde hay tinieblas, confusión, sombras de muerte. La situación no es sencilla, se vive en la injusticia y el mal; las cosas no son como las quiere Dios, aquí no reina Dios, por eso inicia su predicación con un grito: “Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos”. Es la hora de la conversión, hay que abrir los corazones a Dios; el pueblo vive en tinieblas, pero una gran luz aparece, esa gran luz es Jesús, no se puede permanecer sentado o deambular en las tinieblas, se tiene que caminar hacia la luz, se ha de atender de manera positiva esta invitación.
Hermanos, en la Iglesia tenemos esa gran luz, es Jesús. No debemos ocultarlo con nuestros protagonismos, no lo debemos opacar con nuestras cobardías, no debemos convertirlo en doctrina teórica, en teología fría carente de sentido. Estamos a tiempo de escuchar esa palabra de Jesús “Conviértanse”; es un llamado muy actual a recuperar la identidad cristiana, que volvamos a las raíces, que seamos cristianos más fieles a Jesús.
Si la conversión es cambiar, debemos pensar en ¿qué debemos cambiar?
La compasión debe ser el punto de partida de nuestro vivir. Como cristianos debemos introducir en el mundo la compasión para aquellos que más sufren. Los buenos discursos o los ritos adornados de incienso, no sirven de nada sin la ayuda práctica a los más vulnerables de la tierra. Recordemos: “Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso”.
La dignidad de los últimos debe ser la primera meta. Los últimos serán los primeros; debemos imprimir en la historia esa nueva dirección. Basta que veamos el mundo que sigue caminando en tinieblas para darnos cuenta que no va en la dirección correcta.
Debemos impulsar un proceso de curación que libere a la humanidad de aquello que la destruye: “Vayan y curen”, dijo Jesús.
Quedé impactado con este dato: ‘Acabar con el hambre en el mundo, costaría seis mil millones de dólares, mientras las vacunas contra el covid han costado unos doscientos mil millones de dólares’. ¡Sorprendente noticia!. Y es que uno comienza a convertirse, cuando descubre que lo importante no es preguntarse: ¿Cómo puedo ganar más dinero?, sino: ¿Cómo puedo ser más humano? Convertirse no se trata sólo de hacerse buenas personas, sino de seguir a Aquel que es bueno con nosotros, a Jesús, por eso, la conversión no es algo triste, sino el descubrimiento de la verdadera alegría; no es dejar de vivir, sino sentirse más vivos que nunca; convertirse es algo gozoso, es limpiar nuestra mente de egoísmos e intereses que empequeñecen nuestro vivir cotidiano. Cuando hoy escuchamos la llamada de Jesús: “Conviértanse porque está cerca el Reino de Dios”, pensemos que nunca es tarde para convertirnos; nunca es tarde para amar, para ser más feliz; nunca es demasiado tarde para dejarse perdonar y renovar por Dios.
Para llevar a cabo este proyecto, Jesús necesita personas que lo ayuden con la misión.
Por eso, en segundo lugar pensemos cómo:
2°- Jesús llama a los primeros Apóstoles: Jesús se da cuenta que la misión no es sencilla y que necesita seguidores para que sean fermento del proyecto de vida que desea implantar, seguidores que conozcan y vivan su proyecto junto a Él, para que puedan difundirlo. Pasando a las orillas del lago de Galilea, llama a los primeros Apóstoles; llama como colaboradores a unos pescadores, gente sencilla y trabajadora, dispuesta a dejarse conducir por Jesús; de ser pescadores los hace pescadores de hombres. La condición es dejar el modo de vida que llevan y seguir a Jesús, eso le pasa a Pedro y Andrés; el seguimiento es tan exigente, que se debe dejar incluso a la familia, le pasa a Santiago y a Juan, que dejan a su padre y a los trabajadores en la barca para seguir a Jesús.
El llamado a seguir a Jesús no sólo es para sacerdotes y religiosas, Jesús nos llama a todos, y como cristianos debemos responder de manera positiva a ese llamado, que consiste en construir la vida siguiendo las huellas de Jesús.
¿Qué es lo que implica seguir a Jesús? Desde luego, creer lo que Él creyó, dar importancia a lo que Él se la dio, interesarse por lo que Él se interesó, defender la causa que Él defendió, mirar a las personas como Él las miró, acercarnos a los necesitados. como Él lo hizo, amar a las personas como Él las amó, confiar en Dios como Él lo hizo. Recordemos que los primeros cristianos entendieron la vida cristiana como una aventura constante de renovación, un irse haciendo ‘hombres nuevos’.
Hermanos, estamos a dos mil años que Jesús nos mostró su proyecto de vida, una vida que pretende ser más humana y gozosa. Es momento de preguntarnos: ¿Qué entiendo por conversión? ¿Hay algo en mi vida de lo que debo convertirme? ¿Cómo entiendo el seguir a Jesús en la vida ordinaria? ¿Cómo entiendo el hecho de ser cristiano-católico? Siguiéndolo a Él, a Jesús, hagamos que nuestra historia sea luminosa y abierta a la eternidad.
Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!