* Por cortesía de la editorial Solferino, publicamos un adelanto de algunos extractos del libro del cardenal Gerhard Ludwig Müller, con la corresponsal vaticana Franca Giansoldati, titulado «De buena fe. La religión en el siglo XXI» (a la venta el 27 de enero).
Por cortesía de la editorial Solferino, publicamos un adelanto de algunos extractos del libro del cardenal Gerhard Ludwig Müller, con la corresponsal vaticana Franca Giansoldati, titulado «De buena fe. La religión en el siglo XXI» (a la venta el 27 de enero). Entre los numerosos hechos personales y eclesiales narrados por el cardenal, reportamos un pasaje en el que describe la inesperada conclusión de su cargo como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Sólo el día anterior el Papa le había asegurado que tenía plena confianza en él, y al día siguiente, durante una audiencia de rutina, anunció que su cargo había terminado. Un modus operandi que ya se vio en los últimos años y que causó bastante descontento.
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Mi despido tuvo lugar en 2017. Fue un rayo inesperado. El día anterior fue el 29 de junio, solemne fiesta de Pedro y Pablo y recuerdo que el Papa Francisco me abrazó en el atrio frente a todos, al terminar la misa, diciéndome que tenía plena confianza en mí. Me acaba de decir eso. Al día siguiente acudí puntualmente a la audiencia en el Palacio Apostólico para plantearle una serie de cuestiones que habían quedado pendientes, era una cita de rutina para el Prefecto de la Congregación de la Fe. Al final de la breve entrevista me dijo escuetamente: «Has cumplido tu mandato. Gracias por tu trabajo» sin darme ninguna razón, pero tampoco me la dio después. Se limitó a agregar solamente que después del verano de ese año me habría identificado alguna otra tarea para encomendarme. Desde entonces no ha pasado nada. Todavía tengo una buena impresión de ese momento porque fue un momento inesperado. Aunque sorprendido, respondí que cuando vine a Roma en 2012, había dejado una cátedra que tanto amaba y una gran diócesis en Alemania y que no aspiraba a hacer carrera en la curia romana; Había llegado al Vaticano sólo para obedecer a la llamada de Benedicto XVI que me quería a su lado por mi pericia teológica, como él mismo explicó varias veces. […]
¿Se sintió incómodo el Papa Francisco cuando le comunicó esa medida inesperada?
Yo no diría incómodo. Más bien me llamó la atención su cara de suficiencia. Tiempo después supe que inmediatamente después de nuestra conversación, prácticamente nada más salir de la sala, el Papa descolgó el teléfono para llamar al jesuita Luis Francisco Ladaria, actual cardenal que luego fue nombrado Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en mi lugar. Le dijo que estaba satisfecho de cómo había llevado el asunto y de haberme hecho dimitir, y añadió que por tanto el camino estaba despejado para el encargo en Ladaria. Me convencí de que él pensó en este pasaje al menos con dos semanas de anticipación mientras yo no sabía nada al respecto. Nunca nadie me había mencionado algo así. Y, sin embargo, ya estaba todo listo, incluso el comunicado de prensa que circuló con fuerza. Pensé mucho en este estilo precipitado y tal vez ni siquiera me sorprendió demasiado, ya que había precedentes. En la Congregación para la Doctrina de la Fe, por ejemplo, algunos sacerdotes habían sido destituidos abruptamente por el Papa algún tiempo antes. Despedidos sin justificación y de la noche a la mañana. Recuerdo haberlos defendido e incluso fui a defender su caso en Santa Marta para cambiar la opinión de Francesco, pero no sirvió de nada. Se mantuvo firme y no quiso escuchar razones. Desafortunadamente, estomodus operandi ha causado mucha inquietud dentro del Vaticano en los últimos años. Con algunos de los que fueron destituidos de su cargo en estos mismos términos se me ocurrió explicar que nadie puede cuestionar el pontificado y también me dediqué a hacer pensar a quienes expresaron algún enfado y alimentaron las filas de una oposición interna. En mi opinión, el bien de la Iglesia siempre debe prevalecer, debe seguir siendo un principio absoluto. Siempre debemos luchar por la defensa de la unidad. En el caso de mi salida, supe que en la base había habido una serie de quejas sobre mi rigor en cuanto a la doctrina y luego porque soy teólogo y alemán para colmo. […]
En el origen de su súbita y hasta traumática partida ¿qué puede haber, además de las perplejidades destacadas sobre Amoris Laetitia , dado que nunca recibió una motivación exhaustiva?
Haciendo un análisis retrospectivo, se me ocurre que tres años antes de mi dimisión, como recordaba también Massimo Franco en su libro El monasterio, el Papa mantuvo un esclarecedor diálogo con su amigo el teólogo argentino Víctor Manuel Fernández, de Buenos Aires, quien le habló abiertamente de la necesidad -para el pontificado- de enviarme a casa porque (explicó en la entrevista) estaba corrigiendo al Papa , evidentemente considerándome superior. Fue un juicio claro. La frase me sorprendió mucho y habla por sí sola, habiendo servido lealmente al pontificado de Bergoglio. Probablemente algunos teólogos latinoamericanos nunca han dejado de sufrir un complejo de inferioridad mal disimulado, considerando a los teólogos europeos como viejos cadáveres, un poco medievales, polvorientos y hasta pasados de moda. El enfoque de muchos teólogos latinoamericanos (obviamente no todos) se concentra en reivindicar la primacía de la pastoral en el mundo moderno con respecto a la visión de los teólogos europeos que, en cambio, estarían más cristalizados en las reglas. Sin embargo, a lo largo de mi vida he tenido la suerte de trabajar durante décadas con el teólogo Gustavo Gutiérrez, uno de los fundadores de la Teología de la Liberación. Pasaba por lo menos dos o tres meses al año en Perú y Brasil, viviendo y trabajando en las interminables favelas, enseñando en los seminarios y parroquias más remotas. Pero quizás haya más. Creo que es difícil olvidar otro episodio que creo puede esclarecer: luego de la elección del Papa Francisco, el cardenal hondureño Óscar Maradiaga, uno de los principales electores, criticó duramente mi enfoque teológico, explicando públicamente que el Prefecto de la Congregación de la Fe era el clásico profesor alemán incapaz de interpretar la verdadera realidad del pueblo. También en este contexto se vislumbra el habitual prejuicio latinoamericano contra los teólogos europeos. En todo caso, mi defensa del rigor teológico no fue apreciada, al menos en esa forma.f
[…] En el Vaticano parece que ahora la información circula de manera paralela, por un lado están activos los canales institucionales, lamentablemente cada vez menos consultados por el pontífice, y por otro los personales utilizados incluso para el nombramiento de obispos o cardenales. A veces sucede que las investigaciones periódicas sobre un candidato al episcopado o cardenalato quedan dejadas de lado respecto del proceso discrecional de ciertos nombramientos sugerido por el habitual «círculo mágico» que, evidentemente, ejerce una gran influencia sobre el Papa, aunque corre el riesgo de , como ha sucedido en ciertas circunstancias, para desviarlo.
Cardenal.
Sábado 21 de enero de 2023.