El evangelio de este domingo (Jn 1, 29-34) habla de uno de los testimonios que Juan Bautista dio sobre Jesús. Antes de esta declaración, ya había contestado a los sacerdotes y levitas que él no era el mesías, ni uno de los profetas esperados, sino sólo se definió como “la voz del que clama en el desierto” (Jn 1,19-23); había dicho además que él sólo bautizaba con agua y que había otro más grande que él a quien ellos no conocían.
En el evangelio de este domingo, estamos en una escena posterior, Juan se encuentra ante Jesús y lo presenta a sus discípulos haciendo la declaración siguiente: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1, 29). Se trata de un título cristológico que manifiesta una confesión de fe que vale la pena meditar.
Con la expresión “Cordero de Dios”, el Bautista refiere al menos tres realidades. En primer lugar se hace una clara alusión al cordero de la pascua con cuya sangre se tiñeron las jambas y dinteles de las puertas de los judíos, para que el ángel exterminador no hiciera daño a los primogénitos de Israel que habitaban en Egipto. Con la sangre de aquel cordero fueron salvados los primogénitos de los israelitas (Ex 12, 1-14). El cordero, se inmolaba durante la fiesta de pascua y recordaba el paso salvador del Señor. En segundo lugar, “el cordero de Dios” designaba también la figura del siervo de Yahvé del que habla el profeta Isaías en sus cuatro cánticos (Is 42-53). El siervo fue llevado al matadero como un cordero y sobre él se descargarían los pecados de todo el pueblo. Por último es importante recordar que el Evangelista San Juan, en la narración de la pasión, hace coincidir la muerte de Jesús con el momento en que en Jerusalén se sacrificaban los corderos para la pascua.
Por lo tanto, Juan Bautista al presentar a Jesús como Cordero de Dios, lo identifica con el mesías salvador, cuya sangre derramada en la cruz es una sangre redentora que purifica al hombre de sus pecados y lo hace participar de la salvación de Dios. Jesús es el nuevo Cordero que se inmola para reconciliar a todos con Dios. Por eso al título “Cordero de Dios”, agrega la explicación “que quita el pecado del mundo”.
Ciertamente el mismo Juan Bautista, para hacer este reconocimiento, necesitó una revelación especial, él mismo habla de una señal divina que le permitió reconocer la identidad de Jesús y le ayudó a presentarlo ante los demás: “aquel sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ese es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo”… yo lo vi y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios” (Jn 1, 34) Esta señal se realizó en el momento en que él bautizó a Jesús. El Espíritu Santo descendió y se posó sobre él.
La imagen del “Cordero de Dios” nos introduce en el significado de la muerte redentora de Cristo en la Cruz. El sacrificio de Cristo en la cruz es nuestra pascua, es decir es el paso de la muerte a la vida de la humanidad reconciliada. Jesús con su sacrificio en la cruz realiza la Nueva Alianza entre Dios y los seres humanos. Esta pascua se actualiza cada vez que en la Iglesia celebramos la Santa Eucaristía.