Todos tendríamos que dar gracias por el año que está por terminar, porque ello
forma parte de los hombres bien nacidos y de los modales para un
comportamiento educado. Recordemos un poco, cuando éramos pequeños,
nuestros padres y educadores fomentaban en nosotros las palabras mágicas (con
permiso, buenos días, muy amable, buen provecho, gracias, entre otras más).
Entre ellas se destaca la palabra “gracias”; cuando alguien nos daba algo o nos
hacía un bien, nos recalcaban “¿cómo se dice?”, refiriéndose a los modales de
respeto y buen comportamiento, “gracias” era la palabra que esperaban oír los
padres, mayores y maestros.
Las gracias aparecen como la respuesta progresiva y continua a un favor; es una
expresión que se usa para agradecerle algo a una persona. Ser agradecido
distingue el reconocimiento de un favor. La diferencia entre “gracia” y “gracias”
estriba en que la primera es una cualidad, un atributo dado a un sujeto, un don
sobre natural dado por el Creador, y la segunda, gracias, es la expresión de
agradecimiento por ese don otorgado.
Ser agradecido, supongo, es tener conciencia de los dones otorgados por Dios,
muchos de ellos sin merecerlos o sin haber hecho mucho para poseerlos. El alma
se maravilla por esta generosidad, reconociendo con gozo y veneración cómo el
corazón trepida, es decir, se estremece ante la gracia de Dios por los dones
otorgados. Si hiciéramos un recuento de todos los beneficios recibidos en este año
2022, próximo a terminar, no nos alcanzarían las palabras para agradecer por
todo.
Y, en efecto, ser agradecido es excepcional. Al paso del tiempo, estoy convencido
de que las personas se vuelven más agradecidas; con frecuencia agradecen la
vida, la salud, la experiencia y tienen como parte de su praxis filosófica que las
personas son más valiosas que las cosas. Con el correr del tiempo cambian las aspiraciones y la perspectiva del futuro, por una gracia más alta, como nunca
había sido. ¡La gratitud es esencialmente parte del ser!
Lo que se había iniciado en la infancia como una palabra de buenos modales se
ha sublimado al grado de una gracia excepcional, la cual es un gesto supremo que
consagra la gratitud para casi alcanzar la “perfección”; es el móvil de toda una
vida. Se debe ser agradecido incesantemente por los dones recibidos día con día.
Me imagino una sociedad agradecida a este grado, sin la bajeza de los vicios que
deterioran la dignidad de cada ser. No pido mucho, solo que seamos agradecidos
con Dios por todo lo otorgado en la vida, pero, de forma concreta, por lo recibido
en este año 2022, que está por expirar.
Anda, levántate, camina, corre y agradece al Creador las altas gestas por las que
has atravesado en este año, hechos dignos de ser recordados y que el corazón
deberá aprender a agradecer, y si por alguna razón, por tu mente pasa que no hay
por qué agradecer, solo te sugiero que cierres los ojos y recuerdes todo lo que has
vivido en este año. Estoy seguro de que encontrarás suficientes motivos para
agradecer. Si en este momento estás respirando, ese ya es un don, pues la vida
es un regalo de Dios.
Enseñemos con nuestra vida a las nuevas generaciones el valor de la gratitud;
esto provocará una combinación constante de acción de gracias que llenará el
alma y ampliará la dimensión de la vida eterna, en donde seremos absortos de
Dios y de sus maravillas. ¡Gracias por el año 2022!
Por RUAN ÁNGEL BADILLO LAGOS.