* Admira la bondad de nuestro Padre Dios: ¿no te llena de gozo la certeza de que tu hogar, tu familia, tu país, que amas con locura, son materia de santidad? (Forja, 689)
Me conmueve que el Apóstol califique al matrimonio cristiano de «sacramentum magnum» –sacramento grande. También de aquí deduzco que la labor de los padres de familia es importantísima.
–Participáis del poder creador de Dios y, por eso, el amor humano es santo, noble y bueno: una alegría del corazón, a la que el Señor –en su providencia amorosa– quiere que otros libremente renunciemos.
–Cada hijo que os concede Dios es una gran bendición divina: ¡no tengáis miedo a los hijos! (Forja, 691)
En mis conversaciones con tantos matrimonios, les insisto en que mientras vivan ellos y vivan también sus hijos, deben ayudarles a ser santos, sabiendo que en la tierra no seremos santos ninguno. No haremos más que luchar, luchar y luchar.
–Y añado: vosotros, madres y padres cristianos, sois un gran motor espiritual, que manda a los vuestros fortaleza de Dios para esa lucha, para vencer, para que sean santos. ¡No les defraudéis! (Forja, 692)
No tengas miedo de querer a las almas, por Él; y no te importe querer todavía más a los tuyos, siempre que queriéndoles tanto, a Él le quieras millones de veces más. (Surco, 693)
Por tu trato con Cristo, estás obligado a rendir fruto.
–Fruto que sacie el hambre de las almas, cuando se acerquen a ti, en el trabajo, en la convivencia, en el ambiente familiar… (Forja, 981)
Por SAN JOSEMARÍA.
FOTOGRAFÍA: PROPIEDAD DE QUEONDACONTUFE