La majestuosidad del Templo de Jerusalén causaba admiración en todos los que lo visitaban, su belleza ornamental, su estructura mostraba grandeza. Jesús al contemplar aquel templo siente algo muy diferente, ya que sus ojos de profeta ven con una mirada más profunda; se da cuenta que todo es superficial, es un templo que no admite al Dios de la justicia; es un templo que está centrado en los sacrificios rituales; aquellas prácticas no dan acogida a la justicia de Dios, tampoco hacen que se escuche el clamor de los que sufren.
Jesús ante su última visita a Jerusalén, contempla aquel templo y la ciudad y se siente triste por lo que va acontecer; San Lucas 19,41 nos dice: “Al acercarse a Jerusalén, Jesús vio la ciudad delante de él y comenzó a llorar”. Las palabras que pronuncia Jesús y que hoy escuchamos “días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando; todo será destruido”. Estas palabras no salen del resentimiento o de la ira; son palabras proféticas que conducen a Jesús a llorar. Jesús llora, porque ama la ciudad más que nadie; llora porque la religión se ha apartado de Dios; aquellas lágrimas expresan la solidaridad con el sufrimiento de su pueblo.
Jesús sabe que se avecina la crisis y los dirigentes políticos y religiosos andan preocupados y ocupados en otros asuntos menos en lo principal. Aún no llega la catástrofe, pero Jesús expresa sus síntomas, sus manifestaciones, aunque deja claro que aún no es el fin. Él relativiza la belleza del templo al hablar de su destrucción; a la pregunta curiosa ¿Cuándo sucederá esto?, Jesús responde con algo más importante para Él, se refiere al cómo han de afrontar estos tiempos en los que ya no tengan templo.
Hace cinco exhortaciones:
- Cuidado con que alguien los engañe, estar atentos ante los nuevos y falsosmesías.
- No se aterren.
- Dar testimonio de Él cuando llegue la persecución y sean llevados ante reyes ygobernadores por causa de su nombre.
- No preocuparse por su defensa, porque Él dará palabras y sabiduría.
- Perseverar hasta el fin.
El texto que este domingo escuchamos, ha sido interpretado a lo largo de la historia como la profecía de los últimos tiempos; el hombre se empeña en querer saber ¿cuándo será el fin de los tiempos? ¿cuándo será el día de la segunda venida de Jesús? De allí que toda crisis social la interprete como el final. Jesús nos deja claro que todas esas señales ocurrirán, pero alienta a permanecer firmes y lo dice así “si se mantienen firmes, conseguirán la vida”. Jesús nos deja claro que la historia se prolongará y será una historia llena de problemas y dificultades en las que no faltarán momentos de crisis, violencias y enfrentamientos.
Estos tiempos los estamos viviendo; vemos que la paz está siendo destruida por la violencia; la solidaridad está siendo vencida por el individualismo; el odio y la muerte están al orden del día; el universo mismo parece revelarse a seguir sosteniendo la vida de los seres humanos hemos sido testigos de temblores; huracanes, etc.
La intensión de Jesús no es que vivamos inmersos en el miedo y esperando el fin de los tiempos de forma pasiva o sumidos en la resignación; Jesús desea que enfrentemos las crisis con lucidez y responsabilidad. Él mismo subraya la actitud que debemos tener: la perseverancia. Ni la violencia, ni la resignación, sólo el trabajo constante y tenaz de las personas incansables puede conducirnos hacia un mejor futuro.
Somos testigos que en nuestra sociedad los problemas se han agrandado y enredado tanto, que no vemos por donde estaría la solución; vemos como la democracia flaquea, se debilita en nuestro país, pero no debemos caer en la resignación y en una actitud derrotista o que nos victimicemos. Recordemos que en las crisis las actitudes que deben sostener a todo cristiano son: La perseverancia y la paciencia, junto con la acción guiada por la luz del Espíritu Santo.
Hermanos como sociedad es fácil saber que estamos ante una deshumanización, que nos encontramos en una crisis profunda y pareciera que nos encaminamos a la catástrofe. Pero Jesús nos invita para que pongamos nuestro aporte allí donde nos ha tocado vivir; en medio de nuestras dificultades y problemas debemos ser personas de esperanza, que seguimos haciendo las cosas lo mejor que podamos y que no buscamos soluciones rápidas. No olvidemos que somos fermento en la masa; quizá no somos la solución total pero sí, parte de la solución de las crisis.
Ante esta crisis humanitaria o religiosa ¿qué nos toca hacer como cristianos?, ¿estamos siendo fermento positivo ante la crisis que vivimos?
Precisamente hoy celebramos, desde el año 2017, por el deseo expreso del Papa Francisco, “La jornada mundial de los pobres”. Pensemos que ante la cultura del descarte y del derroche, hemos de reaccionar haciendo nuestra la cultura del encuentro, ante cualquier necesidad seamos solidarios con quienes menos tienen, esto como signo de fraternidad, seamos esperanza de un mundo nuevo de la solidaridad, que busquemos sobre todo, el bien de los que más nos necesitan.
Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!