El equipo de Francisco, al mando de la Iglesia. Todos jesuitas

ACN
ACN

* Nunca se había visto un equipo así, todos jesuitas, al mando de la Iglesia.

Increíble pero cierto. Precisamente ahora que ha perdido la mitad de sus miembros en unas pocas décadas, la Compañía de Jesús ha ascendido a la cúpula de la Iglesia católica como nunca antes.

Se sabe de Francisco. Es el primer Papa jesuita de la historia: él, que tuvo más adversarios que amigos dentro de la Compañía y se cuidó de no pisar su curia general todas las veces que iba a Roma como cardenal.

Pero la novedad es que en esta última fase de su pontificado -declinante por su edad, pero no en su ambición- Francisco se ha dotado de un aguerrido equipo de ataque, todo suyo y formado totalmente por jesuitas.

El número uno de este equipo es indiscutiblemente el cardenal Jean-Claude Hollerich (en la foto), arzobispo de Luxemburgo. Número uno, en los planes de Jorge Mario Bergoglio, tanto para el momento actual como para el futuro.

Para el momento actual, la tarea que le ha asignado Francisco es la de dirigir, como relator general, el sínodo mundial que comenzó en 2021 y que durará al menos hasta 2024, pero en la mente del Papa va incluso más allá, con la imposición de remodelar la Iglesia bajo la bandera, precisamente, de una “sinodalidad” permanente.

Mientras que para el futuro no es un misterio que Hollerich es también el candidato “in pectore” de Francisco para su sucesión, sobre la que el sínodo en curso tendrá un peso decisivo, obligando de hecho al futuro Papa -sea quien sea- a asumirlo y continuar el “proceso”, un poco como lo que ocurrió con Pablo VI con el Concilio Vaticano II heredado de Juan XXIII.

De este sínodo mundial, la prueba general es la que se está llevando a cabo en Alemania, que ya está contagiando a otras Iglesias nacionales sin que Francisco le ponga ningún freno efectivo, con la infaltable letanía de reformas de moda, que van desde los sacerdotes casados hasta las mujeres sacerdotes, desde la nueva moral sexual y homosexual hasta la democratización del gobierno de la Iglesia.

Es imposible no recordar que algunas de éstas eran las reformas que otro gran jesuita, el cardenal Carlo Maria Martini (1927-2012), había incluido en la agenda de la futura Iglesia en un memorable discurso en 1999. Se sabe que Martini tenía una opinión negativa de Bergoglio, pero los partidarios del actual pontificado tienen un buen juego al convertirlo en el “profeta” de las reformas a las que Francisco estaría abriendo finalmente el camino y de las que Hollerich se ha declarado ya varias veces a favor.

“L’Osservatore Romano” publicó el 24 de octubre una amplia entrevista programática con este erudito cardenal jesuita con veintisiete años de trabajo misionero en Japón a sus espaldas. En ella volvió a pedir “un cambio de paradigma” en la pastoral y en la doctrina de la Iglesia sobre el tema de la homosexualidad, porque también los homosexuales “son fruto de la creación” y, por tanto, no son “manzanas podridas”, sino “algo bueno”. Por cierto, no hay espacio -añadió el cardenal- para un matrimonio sacramental entre personas del mismo sexo, porque falta en él el fin procreativo que caracteriza al matrimonio, “pero eso no quiere decir que su unión afectiva no tenga ningún valor”.

Y al director de “L’Osservatore Romano” que le señaló que los obispos de Bélgica se han pronunciado a favor de la bendición de las uniones entre personas del mismo sexo, Hollerich respondió: “Francamente, la cuestión no me parece decisiva. Si nos atenemos a la etimología de ‘bien decir’, ¿piensas que Dios puede alguna vez ‘decir mal’ sobre dos personas que se quieren bien?”.

Estas palabras de Hollerich desencadenan espontáneamente la pregunta: ¿pero no fue otro jesuita de alto rango en el Vaticano, el cardenal Luis F. Ladaria, en su calidad de prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, quien prohibió la bendición de las uniones homosexuales, en un “Responsum” hecho público el 15 de marzo de 2021?

¿Y no fue el propio Francisco quien “dio su visto bueno” a la publicación de este “Responsum”, después de haber sido “informado”, como estaba escrito al pie del documento?

Fue justamente así. Salvo que el domingo siguiente, en el Ángelus, el Papa dejó en claro que no le gustaban en absoluto las “condenas teóricas” ni las “pretensiones de legalismos o moralismos clericales” donde en cambio eran necesarios “gestos de amor”. Y “fuentes vaticanas autorizadas” habían hecho saber, en forma anónima, que criticaba así el mismo “Responsum” que prohibía la bendición de las uniones homosexuales, que él había aprobado de palabra.

En síntesis, humillado por su hermano Papa, el desventurado cardenal Ladaria es la excepción que confirma la regla. Es el jesuita de la vieja escuela que Bergoglio mantiene en el banquillo a la espera de enviarlo a la jubilación, fuera de su equipo. Obligándole, mientras tanto, a responder “no” a aquellos cardenales -y ha habido algunos- que le han pedido que llame a Hollerich para que respete la doctrina correcta.

Pero además de Hollerich, hay otros dos jesuitas a los que Francisco ha nombrado recientemente cardenales y los ha asociado en funciones importantes.

El primero es el canadiense Michael Czerny, durante muchos años más competidor que colaborador del cardenal ghanés Peter K. A. Turkson, primero en el Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz y luego en el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, del que ahora se ha convertido en prefecto. Czerny también fue secretario especial del Sínodo para la Amazonia. Desde la defensa de la naturaleza hasta los migrantes, pasando por los “movimientos populares”, es el hombre del que se vale Bergoglio en sus campos favoritos.

El segundo es el italiano Gianfranco Ghirlanda, ex rector de la Pontificia Universidad Gregoriana y experto en derecho canónico. Una de sus tareas es traducir en disposiciones legales los actos de imperium que Francisco lleva a cabo con el aire de un monarca absoluto. Es de Ghirlanda, por ejemplo, el cierre apresurado de la disputa teológica entre poderes de orden, es decir, derivados de la ordenación episcopal, y poderes de jurisdicción, es decir, conferidos por una autoridad superior, optando por estos últimos para colocar también a laicos, hombres o mujeres, al frente de la curia vaticana, con un simple mandato del Papa. Y es Ghirlanda, en su rol de “factótum” jurídico al servicio de Francisco, responsable también del reajuste y refundación impuestos por el Papa a la Orden de Malta.

Pero esto no es todo. También entre los jesuitas que no son cardenales hay algunos que el Papa ha colocado a su servicio en roles claves.

En la secretaría general del Sínodo de los Obispos hay un consultor que es, de hecho, el más estrecho colaborador del cardenal Hollerich. Es el padre Giacomo Costa, ex director de la revista jesuita “Aggiornamenti Sociali” de Milán y vicepresidente de la Fundación Carlo Maria Martini.

Sin olvidar al padre Antonio Spadaro, director de “La Civiltà Cattolica” y muy cercano a Francisco desde su elección como Papa, quien también fue muy activo y perentorio en la promoción del Sínodo mundial sobre la Sinodalidad y, en particular, al involucrarse en la aventura -con la importante ayuda de Bartolomeo Sorge (1929-2020), su predecesor en “La Civiltà Cattolica”- de la Conferencia Episcopal Italiana, al principio en forma muy recelosa.

Y luego está el capítulo de las finanzas vaticanas, donde Francisco nombró al jesuita español Juan Antonio Guerrero Alves como prefecto de la Secretaría para la Economía, la oficina que supervisa todo el sector.

Además, desde hace un par de años también hay un jesuita en la Basílica de San Pedro, junto al cardenal arcipreste Mauro Gambetti, vicario general del Papa para la Ciudad del Vaticano. Es Francesco Occhetta, secretario general de la Fundación “Fratelli tutti” y hasta el 2020 articulista político de “La Civiltà Cattolica”.

Y también hay un jesuita entre los obispos auxiliares de la diócesis de Roma de la que el Papa es obispo: Daniele Libanori, a quien se le ha confiado la atención pastoral del centro de la ciudad.

Con el Papa, los nombres de la lista son nueve. Y con Sorge y el “profeta” Martini once, naturalmente sin contar al cardenal Ladaria. Nunca se había visto un equipo así, todos jesuitas, al mando de la Iglesia.

Por SANDRO MAGISTER.

CIUDAD DEL VATICANO.

LUNES 31 DE OCTUBRE DE 2022.

SETTIMO CIELO.

Comparte:
By ACN
Follow:
La nueva forma de informar lo que acontece en la Iglesia Católica en México y el mundo.