Acción y contemplación

Éxodo 17,8-13 | Salmo 120 | 2Timoteo 3,14 - 4,2 | Lucas 18,1-8

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

Es conocido el “ora et labora” benedictino, porque marca un ritmo de vida, que puede estar en la clausura o fuera de ella. “Construye la Tienda del Encuentro según el modelo que has contemplado en la Montaña” (Cf. Ex 25,9), pues el Santuario de la tierra tenía que parecerse o ser un fiel reflejo del existente en el Cielo. DIOS desea hacernos partícipe de su Presencia e infundir un conocimiento de las cosas que reflejen lo específicamente sagrado. Después del Bautismo estamos convocados a extender y trabajar por el Reino de DIOS de distintas formas en las circunstancias de vida particulares. Desde el primer instante al despertar e iniciar la jornada tenemos algo que realizar; y de no ser así nos paramos a considerar la actividad próxima. El día a día sigue su propia rutina, pero todo eso no evita la contemplación. Todos los días recibimos el sol que nos da energía y luz, y nos encontramos en buenas condiciones para trabajar. Pero notamos que todo lo que hacemos debe encontrar un sentido trascendente que opere como unificador del conjunto de las cometidos parciales. El sentido de las cosas que hacemos es una revelación interior que DIOS da y concede paz interior, luz para comprender el sentido de todo, y al mismo tiempo emerge una fuerza especial, que hace sentir bien incluso estando cansado, porque se entiende que la falta de fuerzas es el resultado de haberlas gastado en la causa querida por DIOS. Los fallos habidos en las acciones realizadas no van a ser motivo de un bloqueo en la acción o la contemplación, sino que ayudarán a crecer en la humildad. Todo es perfeccionable, y así lo debemos entender.

Dotados para la contemplación

La contemplación se establece cuando se da un nivel de unión entre el que mira y lo contemplado. La unidad contemplativa cristiana se establece por el Amor, que “es el vínculo de la unidad consumada” (Cf. Col 3,14). El Amor me une a quien contemplo y de su Presencia soy revestido. El cristiano es llevado a la contemplación más por iniciación que por aprendizaje, aunque esto último no puede quedar absolutamente al margen. El Bautismo en la infancia acompañado de un buen ambiente familiar cristiano hace natural la familiaridad con DIOS. Al niño no le resulta extraño lo que el padre, la madre o los abuelos le cuentan sobre JESUCRISTO, la VIRGEN, los santos, el Ángel de la Guarda, el Cielo y el destino eterno de los familiares que van dejando este mundo. Cuando el cristiano llega a la adolescencia o la juventud no tendrá demasiadas dificultades para aceptar a JESUCRISTO como su SALVADOR y el hecho dado en la revelación del Nuevo Testamento sobre las tres personas de la TRINIDAD que dan un carácter singular a nuestra Fe. Ciertamente, “la Esperanza no defrauda, porque el AMOR de DIOS ha sido derramado en nuestros corazones por el ESPÍRITU SANTO, que nos ha sido dado” (Cf. Rm 5,5). El AMOR de DIOS, está en nuestros corazones y sigue renovando su presencia, al tiempo que nos modela como el barro utilizado por el alfarero. No termina la formación espiritual con unos años en la infancia o la juventud. Somos cristianos, porque el ESPÍRITU SANTO nos va dando forma a lo largo de toda nuestra vida. La contemplación es una acción pasiva que no ha de cesar en instante alguno, porque la formación o modelación del cristiano es una conformación con CRISTO. No hacen falta estados extáticos para que CRISTO nos dé su forma –, nos “con-forme”. No es necesario que todas nuestras facultades físicas y psíquicas se suspendan para entrar en una dimensión distinta de la sucesión del tiempo que fluye. No hace falta nada de lo anterior, porque JESUCRISTO se quedó en la EUCARISTÍA para ser  recibido, comido y asimilado. Alcanzamos en este punto la máxima unión, y por tanto el mayor grado de contemplación sin salir en momento alguno de la conciencia del espacio y circunstancias que nos rodean. Lo cierto es que esos instantes o minutos después de haber recibido la EUCRISTÍA nos encontramos siendo favorecidos por un intercambio misterioso y de consecuencias incalculables. JESÚS nos dice: “el que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida Eterna, y YO lo resucitaré en el último día; porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida Eterna” (Cf. Jn 6,54-56). La contemplación se establece ahora en la dirección inversa: somos mirados por JESUCRISTO, que llena con su Presencia todo nuestro ser y nos da la forma que más nos aproxima a SÍ mismo. El AMOR de DIOS es paciente como dice san Pablo (Cf. 1Cor 13,4), y se toma todo el tiempo que ÉL considera necesario para realizar la obra de “con-formación”. Al recapitular las consideraciones anteriores, reconocemos que la contemplación se produce cuando somos contemplados por DIOS, por lo que nuestra conciencia contemplativa es inevitablemente intermitente, pues nos vamos moviendo entre la acción y el descanso en el SEÑOR. El trabajo es del todo necesario e incluso el cansancio físico, pero no son esos momentos los que nos proporcionan una mayor transformación personal, sino aquellos en los que recibimos de modo pasivo la acción poderosa de DIOS.

La escucha y la contemplación

Se ofrece como modelo de contemplación de María, la hermana de Marta y Lázaro, sentada a los pies de JESÚS escuchando su enseñanza (Cf. Lc 10,39) Moisés tuvo que subir al Monte Santo en distintas ocasiones para recibir la revelación; ahora el Monte Santo de la revelación se encuentra donde JESUCRISTO se manifieste. Las palabras siempre dejan una huella en el cerebro y en la mente o espíritu del hombre. Pero no basta una audición superficial para desentrañar el contenido de una palabra, frase o escena de la Escritura. La Palabra encierra significados que van apareciendo según el grado de atención devota a la misma. El contemplativo tendrá que vencer las fuerzas impetuosas de carácter disuasorio, que de una u otra manera le van a decir: “¿qué haces ahí plantado con la cantidad de cosas pendientes por hacer?”. Las veinticuatro horas del día permiten una distribución en la que es posible destinar un tiempo prudencial a la escucha contemplativa de la Palabra. María, la hermana de Marta y Lázaro, se “sienta a los pies de JESÚS para escuchar su enseñanza”. De nuevo la “escucha” es un modo idóneo para “estar con JESÚS”, que adoptamos como MAESTRO de una Palabra profundamente transformante: “por mi Palabra estáis ya limpios” (Cf. Jn 15,3). Las palabras impactan, acarician o golpean, desatan inspiración o bloquean reacciones; portan significados edificantes o se muestran destructoras porque hieren profundamente. Las palabras no son indiferentes. Las palabras de JESÚS merecen ser escuchadas, guardadas en la memoria y posteriormente meditadas. Las palabras que nos da JESÚS vienen del Cielo porque es el Evangelio de DIOS a los hombres, y sobreabundan en su corazón humano, y ÉL nos las trasmite. En la escena evangélica antes mencionada se recoge la reprimenda de Marta a JESÚS: “¿no te importa a ti, MAESTRO, que mi hermana me haya dejado sola las tareas del servicio?” (Cf. Lc 10,40) La regañina la dirige directamente Marta a JESÚS. Nadie se había atrevido a tanto a la hora de amonestar a JESÚS. En aquella ocasión como en otras muchas el MAESTRO mantiene la calma y aprovecha para dar una lección y establecer un criterio: “María ha escogido la parte principal y no le será arrebatada” (Cf. Lc 10,42) El tono agrio de Marta no caló ni en JESÚS ni en su hermana María y esto indica que en la contemplación está presente un escucho espiritual que preserva de las fuerzas negativas. Las palabras dadas por JESÚS en su enseñanza son Espíritu y son Vida  (Cf. Jn 6,63) su escucha contemplativa dispone los primeros peldaños de la visión contemplativa en los Cielos, pues “ahora vemos las realidades eternas como en un espejo, pero en el Cielo veremos todo como somos conocidos” (Cf. 1Cor 13,12). La contemplación aquí en este mundo dispone a la conciencia personal a la certeza y seguridad que proporciona la Fe (Cf. Hb 11,1,) La contemplación no nos detiene, sino que integra y unifica las distintas acciones nobles de la vida cristiana. Nuestro corazón necesita del silencio contemplativo para hacerse creativo: “María ha escogido la parte principal y no le será arrebatada”. En primer lugar, María realizó una elección, tomó una decisión: en segundo lugar DIOS que ocupa siempre el primer lugar, atiende esa decisión; y en tercer lugar la unión establecida está fuera del alcance de las fuerzas hostiles que desean verla fracasar. Sólo cambiarían las cosas en el caso de reformular la decisión y cambiarla de signo, cosa altamente improbable cuando alguien ha estado tan cerca de JESÚS.

En guerra contra Amalec

Israel se encamina hacia el Monte Sinaí después de haber superado la prueba del Mar Rojo. Allí YAHVEH volvió a manifestar su presencia protectora y poderosa, aniquilando a los ejércitos del Faraón. Moisés con toda intención desvía al Pueblo de la ruta más corta por la que no podrían transitar. El camino más próximo a la costa, que los llevaría en unas semanas hasta la Tierra Prometida, estaba destinada a las caravanas de mercaderes y había establecidos distintos puestos de vigilancia y custodia de esa ruta por parte del ejército del Faraón para garantizar la seguridad. Cuando Israel sale de Egipto ni tiene armas ni la organización suficiente que lo lleve al éxito en una contienda por reducida que esta fuese. El libro del Éxodo da una cifra de varones aptos para la guerra de seiscientos mil (Cf. Ex 12,37). Este número de varones en condiciones de afrontar una lucha armada supone una población de tres millones de personas en total, cosa que no tiene verosimilitud. Pero esa abultada cifra resulta una hipérbole para dar a entender que el Pueblo elegido pertenece a YAHVEH Sabaot, o DIOS de los Ejércitos. Pero lo importante para la Biblia no son las guerras ocurridas a lo largo de los siglos y las contiendas de los distintos reyes, sino la guerra espiritual permanente entre el bien y el mal; entre YAHVEH y los ídolos; entre el monoteísmo y la idolatría. En nuestros días se establecen los términos de la contienda dentro de la “batalla cultural”; pero en realidad la batalla es de carácter espiritual. Mientras exista el hombre sobre la tierra, Satanás intentará por todos los medios arrebatarle a DIOS su obra principal: el hombre en su condición de varón y mujer. Al que mueve los hilos de la guerra satánica no le interesa arremeter contra DIOS, porque nada puede contra ÉL, pero tiene opciones todavía para continuar seduciendo y abatiendo a los hombres, especialmente a los niños y los jóvenes. Concluye el capítulo diecisiete del Éxodo: “Edificó Moisés un altar al que puso por nombre YAHVEH-Nissí -el SEÑOR mi Estandarte-; diciendo la bandera del SEÑOR en la mano. YAHVEH está en guerra contra Amalec de generación en generación” (Cf. Ex 17,15) Este es el fondo de los versículos que vienen en la primera lectura de este domingo. Seguimos en guerra contra Amalec con las mismas armas para entrar en la contienda y obtener el éxito. La victoria de JESUCRISTO es muy superior a la de Moisés y Josué contra los de Amalec, pero la lucha continúa con más fuerza si cabe, pues los medios a disposición de Amalec en estos momentos no tienen precedentes. JESUCRISTO ha vencido y con ÉL todos los cristianos y personas de buena voluntad, pero las batallas hay que librarlas, y prevemos que por el camino quedarán muchos inocentes masacrados por la ideología.

Lucha en el desierto

“Vinieron los amalecitas y atacaron a Israel en Rafidín” (v.8) Rafidín es la penúltima etapa antes de llegar al pie del Monte Sinaí. En Rafidín el Pueblo vuelve a quejarse de la sed mortal que va a terminar con ellos en el desierto: “nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir, a nuestros hijos y a los ganados” (v.9). El episodio de la falta de agua en Rafidín se transforma en el Nuevo Testamento en signo del acompañamiento de CRISTO a su Pueblo por el desierto para que no tuvieran más sed (Cf. 1Cor 10,4) El texto del Éxodo lo presenta como una necesidad objetiva y factor esencial para la supervivencia en el desierto. No obstante en la memoria espiritual el episodio quedará acuñado como la rebelión en Masá y Meribá (Cf. Slm 94,8). El texto nos dice que sobre la peña o roca que golpea Moisés está el SEÑOR, pero Moisés no quiere asegurar nada ante el Pueblo por si el signo no se produce, y golpea la roca formulando la duda: ¿está YAHVEH entre nosotros?“ (Cf. Ex 17,7; Nm 20,12). Según el libro de Números Moisés y Aarón no entrarán en la Tierra Prometida por no haber acreditado la presencia del SEÑOR en medio del Pueblo con objeto de proveer de agua a toda la asamblea de los israelitas. El agua no brota de la roca por la contundencia del golpe con el bastón de Moisés, sino por la Presencia de YAHVEH. El significado espiritual de este pasaje de la historia del Pueblo de Israel en el desierto es inmediata: CRISTO camina con su Iglesia en este mundo confirmándola como verdadero Pueblo de DIOS.

Supervivencia

El desierto pronto muestra su verdadero rostro y el Pueblo aprende a vivir en las condiciones hostiles que lo caracterizan. El pillaje también existía junto con la rivalidad y el afán de apropiarse de lo ajeno. El desierto parece un lugar espacioso con margen suficiente para establecer distintas parcelas de territorio, pero el Israel liberado de Egipto tiene que aprender a defenderse de los que van a intentar destruirlo. De nuevo el Pueblo elegido habrá de realizar un acto de confianza en YAHVEH. ÉL es su DIOS y se ha comprometido a protegerlo y conducirlo a “la tierra que mana leche y miel” (Cf. Ex 3,8). “Vinieron los amalecitas y atacaron a Israel en Rafidín” (v.8); y Moisés encarga la defensa a Josué con algunos hombres del Pueblo: “Moisés dijo a Josué: elige algunos hombres y sal mañana a combatir” (v.9). Como en ocasiones venideras el número de guerreros es muy secundario, pues la contienda contra los amalecitas es directamente de YAHVEH. Contamos incluso con episodios bíblicos en los que el enemigo se destruye a sí mismo, sin intervención de enfrentamiento alguno por parte del ejército de Israel, como el caso del rey Manases contra el rey de Siria (Cf. 2Re 19,35). Un número reducido es suficiente en este caso para enfrentarse a Amalec a condición de contar con el apoyo espiritual de la oración intercesora de Moisés. Normalmente DIOS pide algo al hombre, un mínimo de colaboración; pero la mayor parte la asume el SEÑOR como causa propia. Ante este modo de actuar por parte de DIOS no cabe el desánimo en medio de situaciones difíciles socialmente hablando. De nuevo tenemos que decir: lo que es imposible para los hombres, DIOS lo puede resolver. No sabemos con cuántos efectivos cuenta el SEÑOR para revertir una situación que la hemos dado por perdida.

Moisés en la Montaña del Sinaí

Dice Moisés: “yo estaré en la cima del Monte con el cayado en mi mano. Mientras Moisés tenía alzadas las manos, prevalecía Israel; pero cuando las bajaba dominaba Amalec” (v.11). El bastón de Moisés es el objeto visible por el cual YAHVEH va manifestando los signos de poder que acreditan su Presencia, y al mismo tiempo la elección de Moisés como guía y profeta ante el Pueblo. Las rebeliones fueron frecuentes y las reclamaciones del Pueblo iban dirigidas en primer lugar a Moisés, haciéndolo responsable. Pero YAHVEH mantuvo firme a su elegido. En este momento la contienda presenta su auténtica naturaleza: la oración intercesora por parte de Moisés es decisiva para la victoria, pues sin ella las fuerzas de Amalec resultan dominantes. Las manos extendidas hacia lo alto significan el clamor, la súplica ardiente al SEÑOR y la intercesión por el Pueblo. La oración de Moisés es poderosa, porque es un hombre justo ante DIOS. “Mucho puede la oración del justo” (Cf. St 5,16), dice la carta de Santiago.

La comunidad

Aarón y Jur acompañan a Moisés en el Monte Santo, y su compañía comienza a ser necesaria. Moisés se cansa de mantener los brazos extendidos hacia el cielo y los baja; y entonces prevalece Amalec. Da a entender que la oración cesaba en su permanente intercesión con lo que las fuerzas humanas no eran suficientes en el campo de batalla. La oración había que mantenerla de forma incesante. Aarón y Jur sientan a Moisés en una piedra y uno por cada brazo le mantienen los dos extendidos hacia el Cielo; y de esa forma terminó Israel venciendo a Amalec (v.11-13). Estamos ante el hecho comunitario de la oración: Moisés es un gran profeta, pero también él necesita de la oración y ayuda de la comunidad representada en este caso por Aarón y Jur. Las comunidades parroquiales, los institutos religiosos de forma especial los de clausura, y las cadenas de oración que surgen de forma casi espontánea, constituyen verdaderas fuerzas que renuevan el clima espiritual de este mundo. La fuerza de la oración cae fuera de cualquier previsión humana o cálculo estadístico. A pesar de los avances tecnológicos que superan cualquier imaginación, sin embargo ninguno de ellos será capaz de controlar al cristiano orante y el conjunto de su oración dentro de la Comunión de los Santos. En los tiempos presentes la contienda está planteada: por un lado la MUJER vestida de sol y coronada con doce estrellas, y por otro lado el siniestro poder de la Bestia a la que le queda poco tiempo (Cf. Ap 12,12). Sigue vigente la pugna entre YAHVEH y Amalec.

Escritura

“YAHVEH dijo a Moisés: escribe esto en un libro para que sirva de recuerdo” (v.14). La tradición oral se registra en la memoria de generación en generación, pero en algún momento la memoria acumulada se hace escritura y levanta acta de lo vivido por las generaciones anteriores. Se necesitan altas dosis de precisión en el lenguaje escrito para fijar con fiabilidad lo que forma parte de la memoria del pasado. En lo que toca a las Escrituras, aceptamos la intervención del ESPÍRITU SANTO para escribir con fidelidad lo que atañe a las obras de DIOS en medio del Pueblo Elegido y del comportamiento mismo de éste. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento los autores sagrados no se recatan de exponer los errores, pecados y debilidades de los que forman parte de la trama narrativa. No se ocultan las lagunas del comportamiento de Moisés antes y después de su llamada por el SEÑOR, y tampoco se omiten los comportamientos reprobables en determinados momentos de los hermanos de Moisés, Aarón y María. Israel no fue elegido por DIOS por su perfección ética, sino por representar el comportamiento medio de la condición humana, calificado repetidamente como “un pueblo de dura cerviz”. Pareciera que DIOS tiene en este mundo un gran parvulario, que soporta con paciencia infinita a la espera de vernos crecer hacia modos de ser adultos y responsables. Ahora vivimos unos momentos en los que se frivoliza o juega con la guerra con el riesgo de una escalada nuclear; se frivoliza con la sexualidad y se pasa a experimentar con la infancia para su perversión; se frivoliza con la genética y se disponen decenas de géneros para ser tomados como identidad; se frivoliza con la disforia de género y se anima a hormonarse hacia el sexo contrario en la edad de la pubertad; se frivoliza con la religión y la moda pasa por la Pachamama de la religión climática; se frivoliza con el sentido común y se alcanzan cotas de disparate jamás pensadas. En los tiempos de Moisés se escribía en tablillas de barro y el proceso era muy laborioso. Se conocía también el papiro y el pergamino derivado del tratamiento de la piel de algunos animales. El papel supuso un gran avance que unido a la imprenta socializó el texto y discurso escrito. Algunos quisieran que el libro físico en papel desapareciese, y quedasen los formatos digitales. Si esto llega a suceder la alteración de la narrativa queda bajo la hegemonía de las élites dominantes, y todo el mundo repetirá sus consignas. Las leyes que van promoviendo siguen la dirección antes señalada. Nos suena el objetivo de la  Agenda 2030: “no tendrás nada y serás feliz”. Si esto se llega a cumplir, podrán entrar en nuestras casas y decirnos los libros que podamos tener, y eliminar aquellos que la censura del gran hermanodecida suprimir, y sólo se leerá lo que aparezca por las pantallas. ¿Qué le ocurrirá al que tenga clandestinamente una Biblia?.

¿Tiempos apocalípticos?

Apocalipsis significa revelación. Los tiempos presentes son tan apocalípticos como los vividos por JESÚS de Nazaret, los vividos en España en el siglo trece venciendo a los almohades en Bailén (1212), los años que correspondieron a la peste negra que asoló Europa a mediados del siglo catorce; el dominio turco durante todo el siglo dieciséis que se resolvió temporalmente con la Batalla de Lepanto (1571); o la gran devastación de la Segunda Guerra Mundial, que fue la continuación de la primera, con más de cincuenta millones de muertos y unas consecuencias de la guerra en cuestión de las que muy poco se habla, pues no se tienen en cuenta los dramas personales de muchos supervivientes rechazados por sus propias familias. Apocalipsis, revelación y tragedia, son términos que unimos automáticamente, y se deben mantener a una cierta distancia, porque las grandes desgracias o catástrofes no tienen que ver necesariamente con revelación alguna por parte de DIOS, sino todo lo contrario: lo que se revela en esos casos es la gran malignidad del ser humano que revienta por todas sus costuras. En todo caso, DIOS tendrá que venir a restablecer lo que sea posible a partir de los añicos de destrucción que hayamos dejado, y todo eso sirva de purificación espiritual para un cierto acercamiento a DIOS por una parte de la población, aunque otra parte se cargue de más odio hacia ÉL por el desastre sufrido. El evangelio de hoy une la oración continua del discípulo de JESÚS al momento de la gran revelación del SEÑOR: “cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta Fe en la tierra?” (Cf. Lc 18,8).

Orar siempre

San Lucas introduce la parábola de “La viuda que pide justicia” con una anotación que encierra una máxima importancia: “JESÚS les decía una parábola para inculcarles, que era preciso orar siempre sin desfallecer” (Cf. Lc 18,1). Los estudiosos siguen investigando y corroboran la preocupación de san Lucas por ofrecer datos precisos sobre los cuales la Fe se pueda fundamentar. La parábola de “La viuda que pide justicia” proviene de la fuente específica que provee de información al evangelista, pues dicha parábola no está en los otros dos evangelios sinópticos. San Lucas fue compañero de san Pablo y conocía la doctrina del Apóstol sobre la “oración continua”, que nos ha llegado también a nosotros en diversos lugares (Cf. 1Tes 5,16). JESÚS como MAESTRO debía enseñar a los discípulos muchas cosas, pero de forma prioritaria el modo de permanecer en la Presencia de DIOS: “velad y orad para no caer en la tentación” (Cf. Mc 14,38). La oración es un diálogo para la relación personal con DIOS; resulta también un escudo espiritual que protege frente a las influencias del Maligno; fortalece o nutre los diferente dones recibidos y de forma especial la Fe; establece vínculos espirituales dentro de la Comunión de los Santos; realiza la necesaria intercesión por todos aquellos que forman parte del “nosotros” de la Iglesia y la humanidad en su conjunto; es fuente de vida espiritual para el creyente. Las dificultades para la oración son bien conocidas y los beneficios hay que situarlos en el rango de la necesidad. JESÚS como el MAESTRO que es expone una parábola que los discípulos van a recordar con gran facilidad; y seremos todos los discípulos de todos los tiempos quienes debamos extraer la enseñanza sobre la oración continua en cualquier época. JESÚS “les decía”, que es el modo verbal para indicar que la enseñanza se prolonga indefinidamente, y por eso a nosotros JESÚS nos sigue diciendo lo mismo, porque es absolutamente necesario. La parábola en cuestión va dirigida con la intención de “inculcar” la oración continua. No se trata de un consejo ocasional para resolver un asunto aislado y puntual. El discípulo de JESÚS tiene que ver muy claro, que si quiere mantener la Fe en circunstancias muy complicadas, como las que aparecen en la vida de todas las personas, tiene que establecer la oración continua como uno de sus pilares fundamentales. JESÚS pronto dejará de estar visible de modo físico frente a sus discípulos, pero ellos no pueden perder ni por un instante la unión con ÉL, y la forma de mantener dicha unión es la oración continua. JESÚS intenta convencer a los discípulos, y les insiste sobre la oración continua, porque ha de convertirse en convicción profunda. A un niño en la casa en los años de su primera infancia se le inculcan valores: también JESÚS necesita encontrar discípulos educables en los que pueda inculcar la oración continua. De nuevo el ESPÍRITU SANTO ha de venir en nuestra ayuda, en este caso, con el Don de Fortaleza para no “desfallecer”. Los tiempos por llegar serán recios. Siempre el futuro ofrece sus franjas grises y otras de luz. La oración continua, pues, no se propone como medalla de conquista, sino el medio necesario para afrontar la permanente batalla en un medio marcadamente hostil.

La parábola

Tres elementos: la viuda, el juez injusto y malvado -inicuo- y el desconocido adversario. La viuda o la persona totalmente desprotegida, se encuentra rodeada de adversarios e injusticias, y el juez al que acude es un déspota que ni teme a DIOS ni a los hombre. El panorama no puede ser más oscuro. Pero el juez inicuo de esta parábola parece conservar un resquicio de ecuanimidad y resuelve aplicarla con esta mujer del todo desasistida. La insistencia de la viuda obtiene una respuesta allí donde todo parecía absolutamente perdido. La insistencia de la oración tiene que parecerse a la perseverancia de la viuda, que vivía rodeada de miseria e injusticia.

DIOS responde con prontitud

JESÚS declara: “¿no hará el SEÑOR justicia prontamente a sus elegidos, que están clamando a ÉL día y noche?” (v.7). A estos fieles que claman a DIOS “día y noche”, sin interrupción, DIOS los asistirá con justicia prontamente. La Justicia de DIOS no se puede asimilar directamente a un gran castigo, pues en realidad lo justo de DIOS es el Bien, la Verdad y la Belleza. Estas tres cualidades que debieran estar en todas las manifestaciones humanas, son atributos específicos de DIOS mismo; y el restablecimiento del Bien, la Verdad y la Belleza, constituye el objetivo número uno de la Justicia Divina. El Adversario, el enemigo de la condición humana, promueve todo lo contrario a la Bondad y procura los males más hirientes y refinados. El Adversario desmonta pieza a pieza todo lo que puede haber de Verdad para proponer la Mentira como axioma verdadero. El Adversario promoverá por todos los medios una sensibilidad desnaturalizada y la atracción por todo lo grotesco, zafio, incoherente, inarmónico, estridente, tenebroso y macabro. El Adversario promoverá nuevos cánones sobre lo que es bueno, lo que debe considerarse como verdadero y tratará el dominio absoluto de los cánones antiestéticos. El objetivo final es satanizar el alma del hombre. El Adversario sabe cómo robar el alma del hombre paso a paso, teniendo en sus filas a todos los que en su momento le han vendido su propia alma. El Adversario se encontrará de frente con el Poder de DIOS en el momento adecuado. Probablemente, DIOS permita que el hombre vea las consecuencias del juego con las fuerzas del Mal. Vivimos los tiempos en los que el juego frívolo es la tónica que domina la superficialidad, y el juego tiene su tiempo en el cómputo de las cosas. DIOS vendrá por la intercesión de los más desvalidos, de los que han sido desposeídos y no tienen más asidero que DIOS mismo. Y cuando venga el SEÑOR ciertamente encontrará esta Fe en la tierra (v.8). La parábola abre el interrogante con un sesgo de duda, que el tiempo resolverá en afirmación segura y cierta, porque JESÚS vence con los que le pertenecen.

San Pablo, segunda carta a Timoteo 3,14-4,2

Atendamos a las palabras de san Pablo a Timoteo, para que esté prevenido en cuanto al comportamiento y condición de los hombres en los últimos días: “en los últimos días sobrevendrán momentos difíciles. Los hombres serán egoístas, avaros, soberbios, fanfarrones, difamadores, rebeldes a los padres, ingratos irreligiosos, desnaturalizados, implacables, disolutos calumniadores, despiadados, enemigos del bien, traidores, infatuados, temerarios, más amantes de los placeres que de DIOS, y algunos tendrán la apariencia de verdad, pero desmentirán su eficacia; guárdate también de ellos” (Cf. 2Tm 4,1-5). Estos versículos dibujan un perfil para una plantilla aplicable a muchos tiempos y lugares, pero no deja de sorprender su actualidad. Los siguientes consejos del Apóstol que vienen en los próximos versículos tratan de prevenirlo, para que se fortalezca espiritualmente, pues los tiempos exigen vivir con discernimiento, ya que “somos libres para actuar, pero no todo conviene” (Cf. 1Cor 10,23).

Perseverancia

“Persevera en lo que aprendiste y en lo que creíste, teniendo presente de quiénes lo aprendiste; pues desde niño conoces las Sagradas Letras, que pueden darte la sabiduría que lleva a la Salvación mediante la Fe en CRISTO JESÚS” (v.14-15). El cambio continuo, y en ocasiones súbito, genera un profundo desarraigo. Las generaciones jóvenes son las que sufrirán más desconcierto, al hacer imposible racionalizar los cambios sucesivos. Al sujeto se le remite en estos momentos no a lo que examina con análisis y discernimiento, sino a lo que pueda sentir y a la autopercepción de lo que siente. Para esto no tiene que realizar esfuerzo alguno en pensar o discernir. El criterio viene inmediatamente del “me parece” o del “me apetece”; y esto que pienso o siento lo convierto en categoría que todos han de asumir sin réplica alguna. El padre, el profesor o el médico, no podrán discutir el “me siento” del adolescente que tienen delante. Personas con esta estructura psíquica se invalidan para la madurez personal y para la Fe, salvo la realización de un milagro de parte de DIOS, que los devuelva a la normalidad de ser a “su imagen y semejanza”; es decir: deben ser provistos de nuevo de razón y voluntad suficientes. San Pablo en estos versículos remite a Timoteo a la Fe de sus padres “teniendo en cuenta de quién lo aprendiste”, pues no sólo son necesario las palabras, sino también el ejemplo de las personas, que encarnan los modelos de comportamiento. Hoy se quiere borrar del mapa mental de los niños y jóvenes cualquier modelo que encarne valores tradicionales, que en realidad se necesitan vigentes en todos los tiempos. Timoteo es apreciado especialmente por el Apóstol debido a su juventud, y “desde niño fue iniciado en las Sagradas Letras para su Sabiduría”. Nuestros niños raramente ven a los padres rezar o abrir la Biblia para comentar o reflexionar en familia la Palabra. La mayoría desconocen las oraciones más elementales, e incluso quién es JESUCRISTO.

Valor de la Escritura

“Toda Escritura es inspirada por DIOS y es útil para enseñar, para argumentar, para corregir y para enseñar en la Justicia” (v.16). La inspiración de los libros sagrados a la hora de ser escritos garantiza la revelación. En palabras humanas recibimos algo de lo que el VERBO eterno inefable nos quiere decir. DIOS en la Biblia se hace Palabra humana, se revela a SÍ MISMO y dice también quiénes somos los hombres. Los setenta y tres libros de la Biblia Católica son necesarios para enseñar, y de forma especial los contenidos en el Nuevo Testamento. El creyente debe disponerse como discípulo para aprender de la Palabra de DIOS. Después de un cierto tiempo de aprendizaje personal es posible hacer a otros partícipes de la enseñanza recibida como es el caso de los sacerdotes, los catequistas, y debiera darse esta enseñanza por parte de los padres hacia los hijos. Un criterio bíblico tiene un alto grado de garantía para la exhortación y la corrección fraterna, pero podría mirar también el criterio autorizado de la Iglesia compendiado en el Catecismo de la Iglesia Católica. La Palabra es el contenido para el pedagogo que debe enseñar en la Justicia, es decir, en el orden justo que DIOS quiere para los hombres. El que se provee de la Palabra bíblica y de la sana doctrina “está capacitado para toda obra buena” (v.17) dice el Apóstol.

La evangelización

En el comienzo del capítulo cuarto de esta carta, san Pablo adopta un tono de máxima urgencia por la evangelización que debe llevar a cabo su hijo espiritual y discípulo, Timoteo: “te conjuro en presencia de DIOS y de CRISTO que ha de venir a juzgar a vivos y muertos, por su manifestación y por su Reino: proclama la Palabra insiste a tiempo y a destiempo; reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina” (v.1-2). San Pablo adopta la posición de máxima autoridad espiritual sobre su discípulo y le pone delante la misión y la responsabilidad ante DIOS de Evangelizar. No parece en absoluto que Timoteo pusiera obstáculos a la misión, pero el Apóstol enfatiza solemnemente el envío y la urgencia para evangelizar. La predicación es esencial para dar a conocer a JESUCRISTO y extender su Reino. Por Caridad ante una sociedad descreída tiene que evangelizar “a tiempo y a destiempo”; porque no se sabe dónde y cuándo la semilla de la Palabra va a germinar. La Palabra está cargada de autoridad para reprender conductas indebidas, y el evangelizador en estos casos se expone de forma directa. En determinados momentos recurre a la “amenaza”, dice el Apóstol, pues el riesgo de negación y condenación personal es una posibilidad trágica; pero el uso indebido, o abuso, de este recurso produce malos resultados. El Apóstol no deja de reconocer lo conveniente de la “exhortación paciente con toda doctrina”, pues el ejemplo de la empatía y la paciencia dan a entender al evangelizado que se le toma en consideración. El evangelizado nunca puede ser una pieza conquistada, sino una persona que vive de forma festiva el regreso a la casa del PADRE. 

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