“La pobreza va más allá de la falta de ingresos y recursos para garantizar unos medios
de vida sostenibles. Es un problema de derechos humanos. Entre las distintas
manifestaciones de la pobreza figura el hambre, la malnutrición, la falta de vivienda
digna y el acceso limitado a otros servicios básicos como la educación o salud” (ONU).
La Asamblea General de las Naciones Unidas, en su resolución A/RES/47/196
22 de diciembre de 1992, declaró el 17 de octubre como el “Día internacional para
erradicar la pobreza”. La ONU marcó ese día para concientizar al mundo sobre la
necesidad de abolir la pobreza y la indigencia en todos los países.
Al hacer un análisis de la realidad en cuanto a este tema tan crucial, multifactorial
y causal, valoro todos los esfuerzos que las diferentes organizaciones han hecho
con respecto de este tema, y no dejo de recordar, casi como “una amenaza”,
cuando Jesús dijo “a los pobres siempre los tendrán con ustedes”.
El momento requiere que, con modestia y sencillez, se haga conciencia en
hombres y mujeres, sin excepción, de la gravedad presente y de la respectiva
responsabilidad individual, para poner en acción, de acuerdo con el estilo personal
y familiar de vida, como ciudadanos, decisiones en medidas inspiradas en la
solidaridad preferencial por los pobres. Así lo exige la dignidad de la persona
humana.
Estamos llamados a la acción y se debe subrayar el papel preponderante que
cabe en cada uno de nosotros por ser procurador de solidaridad, paz y justicia; es
necesario vivir una vida conforme a esta dignidad para procurar a los nuestros y
también a los demás.
La espera no podrá ser una excusa para desentenderse de los hombres en
situación de pobreza crítica, sobre todo, de quienes se encuentran en condiciones
precarias; no es insignificante cualquier obra para hacer más humana la vida de
aquellos que tienen más necesidad.
Así, resulta necesario promover la transformación de la realidad, hacia una
sociedad más justa, solidaria y fraterna, mediante el respeto de la dignidad de las
personas en sus derechos y sus deberes, así como garantizar los derechos de los
pueblos.
¿Acaso es necesario que existan personas pobres en el mundo, cerca de ti?
Necesitamos de ellos para realizarnos, para ser solidarios y crecer como seres
humanos. Cuando recuerdo este enunciado “no seas mezquino, sino generoso”,
me pregunto si se refiere, acaso, a ser solidario con los necesitados. La verdad,
todos somos pobres en alguna medida; siempre se carece y se necesita de algo o
de alguien, por tanto, todos somos pobres.
Los pobres, constantemente olvidados, ocupan un lugar menos privilegiado, pero
la pobreza no es solo una condición económica y social como lo mencionaba
anteriormente, sino que puede tratarse de una disposición interior; una actitud del
alma. Nos asomamos a la riqueza espiritual de la pobreza. Existen pobres
virtuosos que no ignoran que la pobreza es, a menudo, consecuencia de la
insolencia y del desorden temporal.
Reconozco que muchos pobres son, sobre todo, víctimas de la injusticia de los
hombres y de la falta de oportunidades, de fraudes desvergonzados en el
comercio, de acaparamiento, del enriquecimiento ilícito, o de abusos de poder, por
mencionar algunos. Ellos caen en la injusticia social.
Mediante el grito de los pobres que se eleva hasta los oídos de Dios, con tales
sentimientos, merece el privilegio del Creador, pues ellos son su objeto de amor.
Gracias por estar siempre con nosotros, hermanos pobres. Al mirarme en el
espejo de la realidad puedo ver que también soy pobre, carente, y quiero hacerme
solidario con los demás, con una misma dignidad.
Por RUAN ÁNGEL BADILLO LAGOS