Francisco insta a no permanecer indiferentes frente a la corrupción

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Ser creativos en el hacer el bien, con la prudencia y la astucia del Evangelio. Es la enseñanza que el Papa Francisco destaca del Evangelio del día, que hoy presenta una parábola “un poco difícil de comprender”.

Asomado, como cada domingo, a la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano para rezar el Ángelus a la Madre de Dios con los peregrinos, el Sumo Pontífice meditó sobre la historia de corrupción que Jesús cuenta a sus discípulos: “un administrador deshonesto, que roba y después, cuando es descubierto por su amo, actúa con astucia para salir de esa situación”. ¿En qué consiste esta astucia – él es un corrupto – y qué quiere decirnos Jesús?, preguntó Francisco. El administrador deshonesto – explicó el Papa ­- “no se da por vencido, no se resigna a su destino y no se hace la víctima”. Busca una solución, es “ingenioso”. 

“Jesús se inspira en esta historia para lanzarnos una primera provocación: «Los hijos de este mundo -dice- son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz» (v. 8).”

Sucede que, tal como dijo el Santo Padre, quien se mueve en las tinieblas, según ciertos criterios mundanos, sabe salir adelante incluso en medio de los problemas, sabe ser más astuto que los otros; sin embargo, los discípulos de Jesús, es decir, nosotros, a veces estamos dormidos, o somos ingenuos, no sabemos tomar la iniciativa para buscar salidas en las dificultades (cfr Evangelii gaudium, 24). 

“Pienso en los momentos de crisis personal, social, pero también eclesial: a veces nos dejamos vencer por el desánimo, o caemos en la queja y en el victimismo.”

Jesús, sin embargo, dice que “se podría también ser astutos según el Evangelio, ser despiertos y atentos para discernir la realidad, ser creativos para buscar soluciones buenas, para nosotros y para los otros”. 

El Maestro ofrece también “otra enseñanza”, precisó el Obispo de Roma. La astucia del administrador consiste en “hacer un descuento a los que están en deuda, y así se hace amigo de ellos, esperando que puedan ayudarle cuando el amo le eche”. Antes acumulaba las riquezas para sí mismo, ahora las usa para hacerse amigos que puedan ayudarle en el futuro. En el mismo camino: robar,  ¿no? Y Jesús, entonces, nos ofrece una enseñanza sobre el uso de los bienes: «Haceos amigos con el Dinero injusto, para que, cuando llegue a faltar, os reciban en las eternas moradas» (v. 9).

“Para heredar la vida eterna no es necesario acumular los bienes de este mundo, lo que cuenta es la caridad que habremos vivido en nuestras relaciones fraternas. Esta es la invitación de Jesús: no uséis los bienes de este mundo solo para vosotros mismos y para vuestro egoísmo, sino utilizadlos para generar amistades, para crear relaciones buenas, para actuar en la caridad, para promover la fraternidad y ejercer el cuidado hacia los más débiles.”

El Santo Padre constató que también hoy en día hay historias de corrupción como la que el Evangelio nos cuenta: conductas deshonestas, políticas injustas, egoísmos que dominan las elecciones de los individuos y de las instituciones, y tantas otras situaciones oscuras. Pero a los cristianos – dijo – no se nos permite desanimarnos o, peor aún, dejarlo pasar, permanecer indiferentes.

“Al contrario, estamos llamados a ser creativos en el hacer el bien, con la prudencia y la astucia del Evangelio, usando los bienes de este mundo -no solo los materiales, sino todos los dones que hemos recibido del Señor- no para enriquecernos a nosotros mismos, sino para generar amor fraterno y amistad social. Esto es muy importante: con nuestra actitud, generar amistad social.”

Así, con estas reflexiones, el Santo Padre invitó a rezar a María Santísima para que nos ayude a ser como ella, “pobres en espíritu y ricos de caridad recíproca”. 

Tras rezar el Ángelus, el Santo Padre dio gracias a Dios por el viaje a Kazajistán, realizado en días anteriores, y dijo que hablará de él en la Audiencia General del próximo miércoles. También se refirió a los enfrentamientos entre Azerbaiyán y Armenia, expresando su cercanía espiritual a las familias de las víctimas y exhortando a las partes a respetar el alto el fuego, con vistas a un acuerdo de paz. 

Pidió – como lo viene haciendo desde el inicio de la guerra- por el martirizado pueblo ucraniano, y también por la paz en cada lugar de la tierra asolado por la guerra. 

En el corazón del Papa también los habitantes de Las Marcas, en Italia, región que se vio afectada por violentas inundaciones, con la seguridad de sus oraciones por los fallecidos y sus familias, los heridos y los que han sufrido graves daños. 

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