Jesús quiso una Iglesia jerárquica y por eso estableció una autoridad radical que se la confió a Pedro. Los sucesores de Pedro recogieron esa enorme labor ministerial por voluntad de Jesús y deben ejercerla. Cristo constituyó al Apóstol Pedro como primera autoridad entre los Apóstoles y quiso que fuera la cabeza visible de toda la Iglesia. Para ello le otorgó poderes de mando, de juicio y de misión (LG 22).
Ciertamente la cabeza de la Iglesia es Cristo glorioso y resucitado. Pero la Iglesia terrena precisa también una cabeza o autoridad visible, que se encargue del gobierno. Precisamente por eso se suele llamar al Obispo de Roma, Vicario de Cristo, o representante que actúa en lugar de la verdadera autoridad, que es la de Jesús.
Los textos neotestamentarios reflejan cuál es la voluntad de Jesús en este terreno. En la mayoría de los relatos Pedro siempre aparece en primer lugar, encabezando la lista de los 12 apóstoles (Mc 10 y paralelos); es el portavoz autorizado de los 12 (“dice Pedro ya ves nosotros lo hemos dejado todo” Mc 14,28; “Señor ¿a quién iremos?” Jn 6,68), junto a Santiago y Juan, Pedro es testigo privilegiado de la Transfiguración (Mt 17,11)y de la Agonía en el huerto (Mt 26, 37). Cristo le trata como a ningún otro apóstol: predica desde su barca (Lc 5, 3), se aloja en su casa (Lc 4, 38), le ordena encontrarlo sobre las olas (Mt 14, 28), le ordena que pesque el pez y pague el impuesto de ambos (Mt 17, 27), le lava los pies antes que a los demás (Jn 13, 6), le reserva la 1a. aparición (Lc 24, 34). Claramente, podemos ver que Jesús tiene la intención de familiarizar poco a poco a los apóstoles con la misión especial de Pedro.
Sin embargo, encontramos 3 pasajes esenciales que fundamentan claramente el primado de Pedro. En primer lugar, el más significativo, Mt. 16,18-19 “Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. A la profesión de fe de Pedro sigue la promesa solemne de Jesús. Una promesa en tiempo futuro: edificaré, daré…. La fe de Pedro es esencial, como lo subrayan los Padres de la Iglesia, pero Cristo no dice que la Iglesia será edificada sobre la fe de Pedro sino sobre Pedro. Cristo anuncia su intención de edificar su Iglesia sobre esa “piedra” viva que es el apóstol Pedro. A la nueva comunidad mesiánica promete hoy una cabeza visible en Pedro. Al entregarle las “llaves”, Pedro será como el mayordomo y tendrá la responsabilidad total de la casa de Dios aquí en la tierra (“atar y desatar”). Un segundo texto, también fundamental, es Lc 22,31-32 “¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder para cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto confirma a tus hermanos”. Aquí se destaca la oración de Cristo por la fe de Pedro, pues está llamado a ser la cabeza del pueblo de los creyentes, y acentúa su papel respecto a sus hermanos “Confirma”…. Este es uno de los textos más fuertes sobre la Infalibilidad personal de Pedro y sus sucesores, un aspecto esencial del primado respecto a los creyentes. Finalmente, en Jn 21,15-17 “Pedro, ¿me amas más que éstos… apacienta mis ovejas”. Jesús otorga a Pedro una “Investidura”. Cristo le confiere a Pedro cargos y dignidad en el presente y exige de Pedro una triple confesión de su amor para borrar su triple negación y a cambio le confía todo su rebaño.
Estos tres pasajes manifiestan con claridad el porqué del Primado de Pedro, avalándolo como el representante personal de Cristo (su vicario aquí en la tierra), la cabeza de la Iglesia de Cristo y la cabeza del colegio apostólico.
Desde los primeros días Pedro asume en la Iglesia el lugar y la función de “cabeza”. Los apóstoles no se oponen, sino que lo aceptan con total normalidad, como jefe y cabeza legítima (Hch 1,15; 2, 14; 2, 37; 4, 8; 10,9ss; 15, 7; 1, 13). Pablo mismo lo acepta como jefe-cabeza, dándole numerosas muestras de deferencia (1 Cor 9,5; 15,5 ;I Co 1, 12; Ga 2, 2).
La Iglesia considera como dogma indiscutible que la autoridad y jerarquía de Pedro no era personal sino ministerial. Es decir, no sólo le pertenecía a Pedro y, por lo tanto no podía desaparecer con su muerte. Por eso afirma que “por institución del mismo Cristo”, no por tradición o mera conveniencia, San Pedro tendrá en todos los tiempos sucesores de su primado de jurisdicción en la Iglesia. Este primado, ahora recae en el Papa, sucesor de Pedro y Vicario de Jesucristo en la tierra.
Por: Pbro. Roberto Reyes Anaya