¿Vamos por esa puerta que es estrecha?

Mons. Cristobal Ascencio García
Mons. Cristobal Ascencio García

“¿Es verdad que son pocos los que se salvan?” Pregunta que una persona sin nombre, sin título, le hace a Jesús quien enseñaba por el camino mientras subía a Jerusalén.

La salvación, un tema que pareciera no importar tanto en nuestros días, ya que vivimos como si aquí fuera a terminar todo. El más allá se va quitando cada vez más del horizonte del ser humano y lo que importa es el aquí y ahora, el bienestar momentáneo y pasajero. Hoy se nos recuerda que hay vida después de la muerte física y para lograr esa vida se requiere esfuerzo.

La pregunta es sobre cantidades: ¿Cuántos? ¿Serán muchos? ¿Serán pocos? ¿Serán todos? ¿Serán sólo los judíos los que se salvan? ¿Sólo los justos? Jesús no se preocupó por estadísticas, por responder al “cuántos”, nos habló de dos puertas, invitándonos a entrar por una que es angosta y difícil. Jesús invita a esforzarse, pero este esfuerzo tiene una peculiaridad muy especial, no nos habremos de esforzar por merecer la salvación, que ya nos la mereció Cristo, sino por no perderla. La puerta estrecha es la del amor porque ‘amar’ es donación, entrega al bien del ser amado y eso cuesta, a Jesús le costó la propia vida.

Recordemos que todas las metas importantes en la vida, para lograrlas se necesita disciplina y esfuerzo, así, la vida eterna o la salvación, no es la excepción. Como dirá el cardenal John Henry Newman: ‘Aquí en la tierra nos estamos jugando la vida eterna’. Esta idea del cardenal Newman está contra esta otra idea de que: ‘Dios es tan bueno que no puede condenar a nadie’, como lo decía el teólogo Ladislaos Boros ‘Al final Dios perdonará todo y a todos, por tal motivo el infierno está cerrado por falta de clientela’. Es una idea, que si no la expresamos, muchas veces con nuestras actitudes sí la afirmamos; vivimos al gusto, vivimos como creemos que nos va mejor en la vida, sin importarnos los demás.

Jesús desea quitar de la mente de aquella persona y de todos nosotros esa idea de ¿cuántos?, ¿son pocos?, y se centra en el ¿cómo?; recordemos que en Mt 25, 31-46 encontramos el juicio que se nos hará y está centrado en las ‘obras de misericordia’: “Tuve hambre y me diste de comer; tuve sed y me diste de beber, fui forastero y me hospedaron…”. Con esto nos damos cuenta que las obras que hacemos aquí en la tierra nos preparan ese tesoro en el cielo y nos abren las puertas de la vida eterna, esa vida junto a Jesús.

El cardenal Newman lo expresó así: ‘El día que nos demos cuenta que nos estamos jugando la vida eterna, ese día empezaremos a ser mejores’. Hermanos, no dejemos que el mundo actual nos anestesie lo que nos queda de ese deseo de vida eterna, pareciera que aquí terminara todo y que el único afán es pasarla bien en el aquí y el ahora; vivimos tras la felicidad ficticia de los oropeles que el mundo nos ofrece, vivimos bajo la ley del menor esfuerzo, de allí, que el cardenal Newman, nos da a entender que vivimos sin saber lo que está en juego, pareciera que no creemos en la vida eterna o simplemente que no nos importa.

Ser cristianos en nuestros días, no es nada fácil, ya que hemos caído en una permisividad total, nos permitimos todo e incluso lo justificamos aludiendo a nuestra libertad, basta que recordemos el asunto del ‘aborto’, se lucha por implantar leyes que permitan el asesinato, el arrancar la vida a un inocente. Con la careta de la ‘tolerancia’ vamos cayendo en un vacío moral, nos erigimos como autosuficientes, nos sentimos los propios guías de nuestra conducta. Podemos decir que nuestra sociedad está haciendo surgir un hombre amoral, ya que se resalta el valor de las cosas y se olvida el espíritu de las personas; se toma en serio lo superfluo, los oropeles, las apariencias y se pierde lo profundo. Hablar de estrecheces en nuestra sociedad no es entendible, parece que los jóvenes han perdido los límites, lo desean todo y al menor esfuerzo.

Hermanos, reflexionemos como cristianos: ¿Qué estamos haciendo para entrar a la vida eterna? Y valdrá la pena que no sólo reflexionemos en las obras de piedad, como son participar en la Misa, rezar el santo rosario, hacer alguna procesión, recitar jaculatorias, etc., sino que analicemos las obras de misericordia, esas obras que hacen referencia a la ayuda al necesitado. Aún quedamos un puñado de cristianos que debemos ser fermento del deseo de la vida eterna y que no escatimamos esfuerzos para ayudar al otro. Recordemos, la vida eterna es de los esforzados, que tratan de entrar por la puerta estrecha, esa puerta por la que entran los que se esfuerzan por vivir fielmente el amor, los que viven en servicio del hermano y no van tras la posesión de las cosas, los que saben vivir con sentido de solidaridad, no desencadenando agresividad y violencia.

Preguntémonos: ¿Vamos por esa puerta que es estrecha? Es decir, ¿vamos con y por Jesús quien es la puerta abierta por Dios para que franqueándola podamos acceder a la eternidad?

Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!

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Obispo de la Diócesis de Apatzingan