El historiador Jean Sévillia ha entrevistado en Le Figaro al también historiador Jean-Christian Petitfils, quien desde hace más de cuarenta años ha estudiado las pruebas sobre la autenticidad de la Sábana Santa.
El fruto de esa exhaustiva investigación estudio se ha plasmado en una obra de reciente publicación, El Santo Sudario de Turín.
-Usted es un historiador del Antiguo Régimen, pero tras El Jesús de la Historia de 2011 y su Diccionario del amor a Jesús de 2015, se sale por tercera vez de su especialidad…
-Sin duda. Sin embargo, observarán que en las dos obras mencionadas ya he dedicado varias páginas a esta insigne reliquia del cristianismo que no dejan de cuestionar la historia y la ciencia. Se trata de saber si este gran paño sepulcral, de 4,40 m de largo y 1,10 m de ancho, que presenta, en un color que varía entre el beige y el sepia, el perfil anterior y posterior de un crucificado muerto, flagelado y torturado, con todos los signos de la Pasión, se utilizó efectivamente para el entierro de Jesús en la tarde del 3 de abril del 33, después del descenso de la Cruz.
»Desde hace cuarenta y cuatro años me intereso por este asombroso misterio, examinando los estudios franceses y extranjeros, las revistas especializadas, los informes de simposios, los peritajes, constatando los progresos de la investigación, las dificultades de interpretación así como los extraordinarios hallazgos para los que se ha recurrido a múltiples disciplinas: historia, arqueología, medicina forense, hematología, palinología (ciencia de los pólenes), exégesis, derecho, numismática, espectrografía óptica, imagen polarizada, etc.
Jean-Christian Petitfils (n. 1944) es licenciado en Historia y doctor en Ciencias Políticas y ha llevado a cabo una doble trayectoria profesional, como empresario e inversor y como escritor especializado en la Francia pre-revolucionaria. Foto: Fayard.
»Es el conjunto de este dossier, actualizado con los últimos descubrimientos, el que he querido poner a disposición de los lectores, cuyo conocimiento sigue siendo a menudo fragmentario, incluso distorsionado. Digámoslo sin ambages, la Sábana Santa o Sudario de Turín presenta todas las características de la autenticidad. Hoy ya no hay dudas. Es la ciencia la que lo dice, porque la historia, por desgracia, no nos permite remontarnos a los orígenes con certeza.
-Mientras algunos afirman que la existencia del sudario solo está atestiguada a partir del siglo XIV, en Champagne, ¿en qué elementos se apoya usted para reconstruir su origen?
-A principios del siglo V, esta imagen aqueropoiética, es decir, «no hecha por manos humanas», ya se veneraba en la ciudad de Edesa (Urfa, en Turquía), adonde acudió en particular el beato Daniel de Galash. Debió de llegar allí a finales del siglo IV, tal vez en 387-388, procedente de la gran ciudad cristiana vecina de Antioquía, que entonces estaba sumida en violentos disturbios.
»En cualquier caso, a partir de esta época se produce un cambio fundamental en las representaciones iconográficas de Cristo en Oriente y luego en Occidente. En lugar de los primeros rostros de Jesús inspirados en efebos imberbes y de pelo corto a la manera de los dioses grecorromanos, apareció en las monedas, iconos y pinturas imperiales un modelo estándar derivado de la imagen de Edesa, trasladada en agosto de 944 a Constantinopla: un rostro alargado, arcos de cejas pronunciados, pómulos prominentes, nariz ligeramente aguileña, barba de dos puntas, pelo largo separado por una raya en medio, un pequeño mechón en la parte superior de la frente… En total, una quincena de signos característicos que, como señaló el biólogo Paul Vignon en 1939, se encuentran perfectamente en el sudario de Turín. Cabe señalar que los artistas confundieron el flujo de sangre a lo largo de las sinuosidades de la frente con un mechón de pelo.
Pantocrátor del ábside de la catedral normanda de Cefalú (Sicilia), de mediados del siglo XII, donde se aprecia el mechón con el que numerosas imágenes e iconos representaron a Jesús, confundidos por el reguero de sangre que se apreciaba en la Sábana Santa.
»El sudario, conservado en la capilla imperial, escapó al saqueo de Constantinopla por los cruzados en 1204. Se trasladó a Francia en 1241 con el segundo lote de reliquias tras la cesión de la Santa Corona a San Luis por el último emperador latino Balduino II de Courtenay y se conservó en el tesoro de la Sainte-Chapelle.
»Fue Felipe VI de Valois quien, como he establecido, cedió la reliquia a su abanderado Geoffroy de Charny en septiembre de 1347, sin darse cuenta del inmenso valor del regalo que hacía. El caballero de Charny comenzó a presentarla a los peregrinos en su pequeña colegiata de madera de Lirey hacia 1355. Su nieta, Margarita, la cedió a la Casa de Saboya en 1453. Conservada primero en Ginebra, luego en Chambéry, se encuentra en Turín desde 1578.
-Su libro expone la controversia científica que rodea al sudario. En 1988, los análisis de carbono 14 lo dataron en la Edad Media. ¿Cómo se puede impugnar este resultado?
-En efecto, en 1988, el análisis del C14 de la reliquia por parte de tres laboratorios especializados dio una horquilla de fechas (1290-1360) que parecía poner en entredicho los primeros logros de la ciencia, en particular los muy serios trabajos estadounidenses del Proyecto de Investigación de la Sábana Santa de Turín (STURP sus siglas en inglés) de 1978, que habían dado lugar a pruebas microquímicas, espectrografía, radiometría infrarroja, microscopía óptica y estudios de fluorescencia ultravioleta, que demostraban que el sudario no podía ser una falsificación de la Edad Media.
»Tras un momento de asombro, se comprobó que el análisis del C14 se había realizado en condiciones que no respetaban el protocolo definido y planteaban graves problemas de consistencia estadística. La publicación en 2017 de los resultados brutos de los laboratorios, obtenidos del Museo Británico gracias a las gestiones del investigador francés Tristan Casabianca demostró que la dispersión de resultados entre las muestras era infinitamente mayor que la anunciada. Ya en 2005, un notable químico del Laboratorio Científico de Los Álamos, en Nuevo México, Raymond N. Rogers, había demostrado que el área donde se tomaron las muestras era una zona controvertida.
-Sin embargo, incluso los detractores de la autenticidad del sudario se enfrentan a un enigma: no puede ser obra de un falsificador, porque «fabricar» una imagen así habría requerido conocimientos científicos desconocidos en la Edad Media…
-La imagen no es una pintura. No se han observado rastros de pinceladas, ni siquiera contornos, al microscopio electrónico. También hay que excluir la hipótesis de un roce, una aplicación de un bajorrelieve de madera o de mármol, o una estatua de metal que se haya calentado previamente.
El equipo del STURP aplicó a la imagen grabada en la Sindone técnicas utilizadas para estudiar el relieve de la superficie de Marte. La tridimensionalidad que descubrieron excluye cualquier posibilidad de falsificación y desmienten un origen medieval. Para leer más sobre la trimensionalidad de la imagen de la Sábana Santa, pincha aquí.
»La imagen corresponde a un ligero degradado parduzco que afecta solo a la parte superior de las fibrillas de lino en un espesor de 20 a 40 micras. Dando una imagen tridimensional, parece producirse por emanación a distancia del cuerpo y proyección ortogonal, por lo que su aspecto lateral está ausente. ¡Un auténtico misterio!
-¿Cuál es la situación del sudario para la Iglesia católica, propietaria de la Sábana Santa?
-Aunque a lo largo de los siglos varios pontífices, desde Sixto IV a Julio II -este último instituyó un oficio especial en su honor celebrado el 4 de mayo- hasta San Juan Pablo II, la han considerado auténtica, es evidente que hoy, a causa de las controversias científicas, la Iglesia no sacralizará esta reliquia, aunque, como es finalmente el caso, cumpla la norma exigida.
-Usted ha abordado el sudario como un historiador. Pero en la última parte de su libro, que es un relato de la pasión de Cristo a través del sudario, ¿no deja traslucir su fe cristiana?
-La verdad es que es esta pieza arqueológica absolutamente única la que nos interroga y nos obliga a plantearnos la cuestión de la resurrección de Cristo. Evidentemente, no es una «prueba», porque el misterio de la Resurrección solo puede escucharse y vivirse en la fe, pero no permite comprender por qué el cuerpo de este crucificado no muestra ningún rastro de descomposición, ni cómo pudo salir de esta mortaja sin dejar el menor rastro de desgarro en el dibujo de los numerosos coágulos de sangre.
Po JEAN SEVILLA.
ReL/Le Figaro.
Traducido por Verbum Caro.