Muy queridos hermanos, hermanas, en Cristo Jesús:
Les saludo a todos ustedes que se encuentran aquí en nuestra Catedral de Corpus Christi; saludo a los que a través de los medios digitales siguen esta transmisión y quieren tener este encuentro con el Dios de la vida; también saludo a quienes sintonizan este canal desde fuera del país para alabar a nuestro Dios; a todos, como cada domingo, les deseo que tengan mucha paz en su corazón.
El tema de este domingo en la Liturgia de la Palabra nos habla de que estemos preparados y para estar preparados necesitamos estar en comunión con Dios y hacer su voluntad. En la primera lectura que escuchamos, de libro de la Sabiduría, se recuerda cómo Dios, siempre fiel a su pueblo, lo libera de la esclavitud en Egipto y cada año el pueblo Israelita celebraba, y aún celebra, la Pascua, ese paso de la muerte a la vida del esclavitud a la libertad; ellos estaban preparados para ir caminando por el desierto hacia la tierra prometida, estaban preparados y en comunión con Dios.
En la segunda lectura, de la carta los hebreos, se nos narra la vida de Abraham, ese hombre que es el padre de la fe, cómo también él estaba preparado, se preparó porque puso su confianza en Dios y la mejor manera –les digo– de prepararnos es estar en comunión con nuestro Dios. Él estaba cuidando sus animales, sus tierras, pero escuchó la voz de Dios que le dijó: «Deja tu casa, deja tu patriay ven a la tierra que Yo te mostraré», y Abraham obedeció, escuchaba la voz de Dios. A pesar de que se le había prometido que su descendencia sería tan grande como las estrellas del cielo y las arenas del mar y después le pidió sacrificar a su hijo Isaac, él obedeció, porque confiaba en Dios, estaba preparado. Nosotros vemos que Dios da su mensaje de salvación a través del pueblo de Israel y teniendo como padre a Abraham.
El Evangelio de hoy, de San Lucas, es una continuación del domingo pasado. Recordarán ustedes a alguien que no estaba preparado, aquella persona que tuvo una gran cosecha y dijo: «Voy a hacer un granero muy grande para que después que ya tenga todo me dé una buena vida, me dedique a comer y a beber», y concluíamos la semana pasada que tener bienes materiales no es malo, sino lo malo es olvidarse de los demás, y él se olvidó de Dios y se olvidó de sus hermanos, de su familia, y puso su confianza solamente en los bienes materiales. Pero esa noche le dijo el Señor: «Hoy te voy a llamar». ¿De qué le sirvió todo eso?
Hoy el Evangelio nos presenta dos parábolas. La primera, la parábola de los jóvenes que están preparados con la túnica puesta y las lámparas encendidas, y llega el dueño y los hace pasar y después él les sirve, porque estaban preparados. En la segunda parábola Jesús dice cómo si nosotros supiéramos que va a entrar un ladrón a nuestra casa estaríamos pendientes para que no se metiera, y Pedro le pregunta: «Dices esta parábola por nosotros ¿o por quién?», y Él la dice por todos, pero especialmente por los administradores.
El mensaje central, les decía al inicio de esta conversación familiar, es que somos invitados nosotros para estar preparados y que la manera de estar preparados es hacer el bien a los demás, siempre estando en esa intimidad y en esa comunión con Dios. Sabemos que nuestra vida es pasajera y por eso el Evangelio nos pone alertas. Hace ocho días les decía que me gusta mucho mucho una frase que dice que debemos tener los pies en la Tierra y la mirada en el Cielo, y a veces se nos olvida la mirada en el Cielo y ponemos solamente los pies en la Tierra, y debemos saber que la felicidad no consiste en tener bienes materiales, sino la felicidad consiste en compartirlos con los demás, en ser solidarios con los demás, por eso la Palabra de Dios nos dice que atesoraremos esos valores que son grandes en el Cielo, a los ojos de nuestro Dios.
Que este Evangelio no lo echemos en saco roto, sino que realmente lo poco o mucho que tengamos lo sepamos compartir con los demás, siguiendo la voluntad de Dios, porque ahí está la clave: compartir siguiendo el proyecto de Dios. Así sea.
+José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla
https://www.tierradeenmedio.org.mx/homilias/57/homilia-en-el-xix-domingo-de-tiempo-ordinario