Luego de advertirles Jesús a sus discípulos, el domingo pasado: “Cuídense de toda clase de avaricia”, hoy nos sigue dando pautas para vivir mientras peregrinamos en este mundo. Nos exhorta a confiar en su Divina Providencia y lo hace en un hermoso tono de ternura:
No temas rebañito mio, por que tu Padre ha tenido a bien regalarte el reino. Vendan sus bienes y den limosna.
Invitados a ponernos confiadamente en las manos de Dios. Desde luego, que ésta no es una invitación a cruzarnos de brazos y esperar que todo caiga del cielo, a dejar de trabajar para conseguir el sustento diario y cubrir las necesidades cotidianas, sino a no dejarnos dominar por un asfixiante afán de riquezas o un ritmo de trabajo excesivo que termina por excluir a Dios de la vida diaria; no hemos de temer las dificultades o escases que podamos encontrar en el camino, nada debe desalentarnos, pues somos el “pequeño rebaño del Señor”, que como dije, “peregrinamos”, ya que no venimos a quedarnos, vamos de paso. Es una verdad que tenemos que comprenderla e interiorizarla cada vez más, para poder vivir de frente a la vida eterna que nos ofrece Dios. Jesús quiere dejarnos claro que, el tesoro que vale la pena tener, es el que nos conduce a Dios, los tesoros humanos se los come la polilla, pueden ser robados, atenazan nuestro corazón, nos hacen perder la mirada de Dios. Por eso, hay que tener esta clara actitud: «Soltar para recibir»; quien se desposee a sí mismo, a Dios mismo posee, verdadera e inagotable riqueza. Basta que abramos los ojos y podemos ver como la cultura actual centra la felicidad en el tener, en el acumular, de allí que exista una carrera por trabajar más y ganar más, con la finalidad de acumular. Recordemos el Evangelio del domingo pasado que hablaba de aquel rico insensato. Jesús conoció ricos en Séforis, en Tiberiades, que fueron capaces de acumular riquezas, de tener tesoros, pero conoció muchos pobres que vivían al día, que soñaban con tener tesoros. Jesús desea dejar claro para ricos y pobres, cuál es el verdadero tesoro, con la finalidad de que nadie sea seducido por el brillo de los tesoros de este mundo; quiere que sepamos cuál es la manera más humana de ‘atesorar’. Nos explica que hay dos maneras de atesorar: Algunos tratan de acumular cada vez más dinero, casas, tierras, etc., no piensan en los necesitados, no dan limosna a nadie, su única obsesión es acaparar más y más. Pero existe otra manera de atesorar, radicalmente diferente, no consiste en acumular bienes, sino en compartir los bienes con los pobres para hacerse un tesoro en el cielo, es decir, ante Dios. Sólo este tesoro está bien protegido, de allí que Jesús lance el grito: “Donde está tu tesoro, allí está tu corazón”.
Hermanos, la vida es corta, no podemos dedicar nuestro tiempo a acumular riquezas y dejar de vivir con intensidad de cara a Dios. Démonos cuenta que Dios nos ha puesto de administradores de los bienes, no somos dueños y menos los podemos llevar el día que nos llame Dios. A los bienes, debemos darles el valor que merecen, pero jamás entregarles el corazón porque el corazón es de Dios.
Deseo decir una palabra a los padres de familia: Ustedes papás, luchan y se esfuerzan por sacar a sus hijos adelante, y muchas veces tratan de dejarles algo de herencia
(dinero, casa, parcelas, etc.), pero cuántas veces lo que les dejan son problemas, es triste que las familias se dividan peleando una herencia, unos bienes que no trabajaron. Padres de familia, enseñen a sus hijos a trabajar, a ganar el sustento de forma honrada, a que tengan en su corazón a Dios, de esa manera vivirán con intensidad, el tiempo que Dios se los permita. Enséñenlos a vivir sabiendo que no serán eternos en este mundo, es la mejor herencia que les pueden dejar.
Quiero decir una palabra a las personas que forman parte del crimen organizado, por quienes hemos orado, todo México, el domingo pasado, por los victimarios. A ustedes que hacen cosas horrendas como: extorsionar, secuestrar, asesinar, enviciar, etc. y todo por sacar dinero, dinero que va estilando sangre. Muchos de esos bienes los guardan como tesoros, sí, tesoros que no pueden disfrutar ni ustedes mismos, ya que no tienen libertad para pasear con su familia, no tienen la paz necesaria en sus corazones, ¿cómo disfrutar de esos tesoros?.
Hermanos todos, no olvidemos que vamos de paso por este mundo, no acumulemos tesoros terrenos, ya que no podremos llevarnos nada, lo que sí podemos es atesorar en el cielo y eso se hace compartiendo de lo poco que tenemos con el necesitado. Existen muchas personas necesitadas que nosotros, desde nuestra situación, podemos hacer algo por ellas. Pidamos a Dios que abra nuestros ojos para ver la necesidad del hermano, y podemos descubrir que podemos hacer algo. Es tiempo que analicemos: ¿Cómo está nuestro tesoro frente a Dios? ¿Acumulamos haciendo obras de caridad? ¿Le abonamos ayudando al necesitado?
Hermanos, en esta sociedad donde pareciera que lo material es lo primordial en la vida, como cristianos debemos preguntarnos y cuestionarnos: ¿Dónde está nuestro tesoro? ¿Somos testigos de la importancia de los bienes eternos? No basta que veamos el actuar de los demás o que veamos dónde tienen sus tesoros, sino yo fulano de tal, ¿qué tengo o considero como tesoro? ¿me regodeo viendo los bienes acumulados sean pocos o muchos? Recuerda que Dios te puede decir: “Insensato esta noche morirás”,piensa y reflexiona: ¿Estoy acumulando un tesoro en la presencia de Dios? ¿Cómo lo estoy acumulando?.
Hermanos, vigilemos y asegurémonos de que nuestro tesoro sea la Eucaristía, porque sólo en el Señor encontramos nuestro inagotable tesoro. Y nuestro tesoro, como decía San Lorenzo, sea también “los pobres y los que sufren son los tesoros de la Iglesia”.
Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!