2022 ha sido el año de la inflación y la carestía. Sea por efectos internacionales o la crisis interna, los precios cambian cada día. Las familias de la clase media y pobres recienten cómo el dinero es insuficiente para tener los artículos más necesarios. Impensable darse un gusto, mucho menos privilegios.
Según investigadores del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas de la Universidad de Guadalajara, adquirir los 123 productos de la canasta básica, una familia debe destinar 11 mil 529 pesos. Y afirma: “En una canasta básica indispensable de una familia de cuatro miembros (30 productos), que además incluye elementos como gel antibacterial y cuestiones de aseo personal y del hogar, el precio alcanza 10 mil 576 pesos. Si a eso le agregamos servicios como el pago de la luz, agua, teléfono y renta, se necesitarían alrededor de 22 mil 182 pesos para tener todas estas condiciones de forma mensual”.
A esto se hace impensable e imposible que haya un ahorro para imprevistos o recreación. De hecho, en estos difíciles tiempos, “no está permitido enfermarse” bajo la advertencia de que un tratamiento por covid-19, por ejemplo, puede costar hasta 20 millones de pesos llevando a las familias a rematar su patrimonio, hipotecar sus hogares o acabar con los pocos ahorros.
Mucho se especula acerca de las causas de la inflación que ya alcanza el 8.16 por ciento en la primera quincena de julio por incremento de productos agropecuarios, tarifas eléctricas y combustibles. Por primera vez se identifica a los efectos del cambio climático como de los posibles causantes de esta carestía sumándose además las consecuencias de la guerra europea y la desaceleración del Producto Interno Bruto.
En México, un pacto entre gobierno y empresarios, el llamado Paquete Contra la Inflación y la Carestía -PACIC-, de mayo pasado, ha sido más cosmético que efectivo para alcanzar el descenso de los precios de la canasta básica. Los bolsillos de las familias así lo resienten. Un kilo de tortillas pasó de 15 a 22 pesos; un paquete de pan de caja brincó de 34.15 a 43.10 pesos; la calabacita fue de 5.90 hasta los 34.50 pesos el kilo; de igual manera, el huevo pasó de 36 a 43 pesos; pollo entero, de 104 a 129 pesos; carne de res fue de 178 a 209 pesos; el jitomate pasó de 22.60 a 34.50 y el precio del gas LP de 30 kilogramos, del que se usa más en los hogares, de 548 a 754 pesos. ¿Quién no ha sufrido con esos precios?
Estas son algunas de las prolongadas consecuencias del covid-19 y una guerra lejana a nosotros cuyos efectos pegan a nuestra realidad. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe -CEPAL- la pobreza en México aumentará 2.3 puntos porcentuales este 2022, es decir, 2.5 millones de mexicanos más estarán en pobreza por los altos niveles de inflación y la reducción del crecimiento económico.
Mientras la actual administración vive en la ilusión de que el dispendio de recursos y la entrega de ayudas económicas directas a los pobres es la solución para acabar con las carencias, México sigue más pobre, cansado y encarecido. Por el contrario, a lo que se puede pensar sobre el bienestar, el mismo está muy lejano para millones de personas. El gobierno lo niega, pero los especialistas lo afirman. Tales condiciones son la perfecta receta para incrementar el descontento acentuando el riesgo de un estallido social.