Este domingo 10 de julio, XV del tiempo ordinario litúrgico, la Conferencia del Episcopado Mexicano, la Conferencia de Superiores Mayores de Religiosos de México (CIRM) y la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús, han convocado a una jornada nacional de oración que se extenderá todo este mes como parte de las acciones por la paz y terminar con la violencia. En esa jornada se pedirá “por los sacerdotes, religiosos y religiosas que han sido asesinados en el país y ofrecer la intención de la eucaristía por su vida para que su dolor nos acompañe en este camino por la paz” invitando a párrocos y fieles a colocar fotografías de los ministros y agentes de evangelización asesinados.
Desde 1990 y hasta 2022, 70 agresiones se han perpetrado contra ministros de culto y agentes de evangelización o personas colaboradoras y seminaristas. En la historia del México violento, hubo otros atentados antes de ese período cometidos contra sacerdotes y agentes de evangelización que registra el Centro Católico Multimedial en el libro “Tragedia y Crisol del Sacerdocio en México”, editado en 2017.
Uno de esos indignantes asesinatos fue el del padre Rodolfo Aguilar Álvarez del arzobispado de Chihuahua. Conocido como el padre Chapo, ingresó al seminario de Chihuahua el 28 de septiembre de 1961. Ordenado el 16 de septiembre de 1974 en la catedral de Chihuahua, tuvo su primera encomienda pastoral como párroco en el pueblo de Nombre Dios.
Su historia dejó impronta particularmente por su dedicado servicio pastoral y ministerio dedicado a las causas sociales. En 2011, el diario La Crónica de Chihuahua describió el compromiso del Chapo quien al morir tenía 29 años. Se interesó por conocer realmente a las personas de su comunidad, realizó entrevistas domiciliarias, recorrió los rincones de las colonias y caminó sus calles hasta tener datos precisos, la realidad de su comunidad y elaborar un plan pastoral parroquial.
Otras grandes acciones recuerdan el ímpetu pastoral del joven sacerdote. Creó el Comité Pro Derechos Humanos entre el Pueblo de Chihuahua, el proyecto de promoción de educación de adultos y el fomento de cooperativas, junto con el padre María de Jesús Sánchez y la hermana Marianela Madrigal. Sin embargo, según el análisis de Dizán Vázquez Loya, investigador de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, las sospechas del arzobispo de Chihuahua, Adalberto Almeida Merino (1916-2008) fue la relación estrecha del padre Chapo con radicales de la Liga comunista 23 de Septiembre, que llevó la lucha de clases al extremo con supuestas acciones revolucionarias de tinte marxista-leninista.
El 8 de marzo de 1977, el arzobispo ordenó el traslado de la parroquia Nombre de Dios quien escribió una carta al párroco en la que manifestó que el sacerdote era una especie de rehén de la Liga 23 de Septiembre. Así, le escribió: “Yo he apoyado tu labor en esa Parroquia de Nombre de Dios porque te vi comprometido con los pobres y poniendo todo tu empeño en ayudarles a salir de su situación de marginación. Ha habido algunos logros en la línea de justicia y de eso me alegro…”
Almeida Merino estimó a Nombre de Dios como parroquia piloto para realizar las ideas de la Evangelium Nuntiandii de Pablo VI, bajo “el auténtico magisterio de la Iglesia” y no de otras ideas del materialismo dialéctico. Desde luego, los grupos asociados al padre se opusieron al cambio. Según La Crónica de Chihuahua, “hubo en su contra artimañas, calumnias y difamaciones que lo pusieron en mal con el obispo Adalberto Almeida y Merino, quien trató de cambiarlo de parroquia, lo que no prosperó porque toda la colonia se opuso y no lo permitió”, por manifestaciones de obreros, trabajadores y colonos que impidieron el traslado. El arzobispo de Chihuahua respetó tal decisión, permaneció en Nombre de Dios, pero sin licencias como párroco. El arzobispo escribe: “En realidad, Cristo el Señor es quien nos libera a todos; nosotros no somos más que pobres instrumentos de su acción liberadora y, muchas veces, nos convertimos en obstáculo…”
Pronto El Chapo se hizo incómodo. Su muerte ocurrió el 21 de marzo de 1977, once días después de esas palabras del arzobispo. Tres hipótesis se dieron en las indagatorias según los diarios locales. Una sería que la misma Liga habría ordenado la muerte del cura por el “gran liderazgo y supuestamente eso no convenía a los sectores más radicalizados del movimiento”; otra en la que el crimen fue ordenado por el gobernador de Chihuahua, Manuel Bernardo Aguirre, para cortar la vida de Aguilar por las evidentes divergencias con el gobierno estatal y una tercera, el crimen orquestado por los latifundistas y dueños de los terrenos donde se asentó la colonia 2 de Junio. Su corta vida ministerial fue segada por la bala que según escapó de manera accidental de un miembro de la Liga.
Adalberto Almeida Merino circuló un documento condenando el asesinato del sacerdote. Destacan los siguientes párrafos: “Con profunda pena, pero con energía y severidad, elevamos nuestra oración por el artero crimen cometido en la persona del sacerdote Rodolfo Aguilar Álvarez. El 21 de marzo fue asesinado alevosamente este sacerdote ejemplar sólo porque se atrevió a clamar la justicia en favor de los pobres… Perdonamos ese gravísimo atropello a la dignidad humana en la persona del padre Aguilar porque así nos lo pide el Evangelio. Pero exigimos que se haga justicia y se castigue a los criminales: la piedad para el verdugo es crueldad para la víctima. No queremos que este hecho de sangre provoque una nueva cadena de violencias, venganzas o torturas a personas inocentes… Queda ante nuestros ojos y ante nuestras conciencias el testimonio del padre Rodolfo Aguilar Álvarez, un hombre que se comprometió radicalmente con el Señor Jesús y con sus hermanos los pobres. No dudó en renunciar a todo este ideal y en exponer su vida en aras de la justicia. El Señor, que se ha identificado con los pobres y que llamó bienaventurados a los que padecen persecución por la justicia, lo habrá recibido en su Reino. A nosotros nos corresponde imitar su ejemplo…”
El 21 de marzo de 2012, en el 35 aniversario luctuoso del sacerdote, el padre Carlos Pérez Barrera, escribió: “Recuerdo bien, y hasta con escalofrío, cuando aquella mañana del 21 de marzo de 1977, un compañero nos dijo: ´Mataron al P. Chapo´. El padre Rodolfo Aguilar Álvarez en ese momento era párroco de san Juan Bautista, en Nombre de Dios, con apenas dos años y medio en el ministerio sacerdotal. Recién había sido ordenado el 16 de septiembre de 1974. Vivió siempre muy comprometido con las gentes de sus colonias populares, participando en sus luchas. Fue un sacerdote sencillo; pobre y accesible a los más pobres”.
Así acabó la vida del padre Rodolfo Aguilar, El Chapo, quien ante el inminente día de su ordenación sacerdotal dijo con notable fe y vehemencia:
“Quiero hacer de mi vida una respuesta profética y sacerdotal a la llamada de Dios, mi Padre y del hombre, mi hermano… Sé qué soy. Sé a dónde voy. Sé a quién me confío y quiero que sea él mi única recompensa. ¡Bendito Dios por siempre! ¡Sé que el Señor me ama!”