El sacerdote Stephen J. Rossetti es uno de los grandes expertos en Psicología en la Iglesia en EEUU. Lleva más de 30 años trabajando en el tratamiento psicológico y la renovación espiritual de religiosos, y también es profesor de la Universidad Católica de América.
Pero lo importante en este caso es su extensa experiencia como exorcista principal de la Archidiócesis de Washington, cargo que ocupó durante 12 años, y en el cual dirigió cientos de sesiones de exorcismos y oraciones de liberación. Ahora entrena a exorcistas y a los equipos laicos que ayudan al sacerdote en su lucha contra Satanás.
En un artículo publicado en la web del St. Michael Center for Spiritual Renewal (Centro San Miguel para la Renovación Espiritual), monseñor Rossetti relata un suceso que vivió durante un exorcismo y que muestra a la perfección cómo es la naturaleza de los demonios.
«San Francisco de Borja y el moribundo impenitente», pintura de Francisco de Goya (1788)
El narcisismo es un mal que azota al mundo actual, aunque también en el pasado, y que tampoco escapa a la Iglesia. Y precisamente el demonio es el narcisista por antonomasia.
Según explica este antiguo exorcista, siempre se había preguntado cuando leía en misa cómo pronunciar correctamente el nombre de la deidad cananea llamada Baal, y que en realidad es un demonio.
“En una sesión de exorcismo posterior, ¡me enteré!”, relata este sacerdote.
De este modo, explica que estaba “en un caso difícil y sabíamos que sería una batalla larga y fea. En un momento, exigí saber: ‘¿Cuántos demonios hay?’. La sarcástica respuesta demoníaca fue: ‘¡Demasiados para ti!’. A medida que la cohorte demoníaca se debilitó pude obligarlos a revelar los nombres de todos los líderes más el número total de demonios presentes: 856. Eso es mucho. Luego exigí saber los nombres de los líderes y sonó como un ‘quién es quién’ en el infierno. Esto no iba a ser fácil.
Fueron pasando los meses y poco a poco uno por uno los demonios, entre ellos los más fuertes también, fueron siendo expulsados en el nombre de Jesús. “En ese momento llegamos a Baal. Se vio obligado a revelar que quedaban 679 demonios. Los sacerdotes-exorcistas volvimos a realizar el Rito y, como siempre, los demonios aullaban de agonía. Estaban tan débiles en este punto que el agua bendita los quemaba y la mera visión del crucifijo era agonizante. Esto los torturó”.
Entonces, prosigue el padre Rossetti, “ordené a Baal que se fuera y pronuncié su nombre, Ba’al, con dos sílabas. Para mi sorpresa, me corrigió con firmeza: ‘es Baal’ y lo pronunció con una sílaba. Más adelante en la sesión, me corrigió nuevamente y dijo que su nombre se pronunciaba Baal (como el balido de una oveja con una ‘L’ al final)”.
El entonces exorcista reconoce que esto fue “extraño”. Estaba “en medio de una batalla campal, gritando a pleno pulmón y a punto de ser devuelto al infierno. Y, sin embargo, estaba concentrado en cómo pronunciar su nombre. ¡Esto era de un narcisismo increíble!”, concluye este sacerdote.
«Eco y Narciso», pintura de John William Waterhouse (1903) y que muestra al narcisista
Por ello, una de las lecciones que sacó de este ejemplo es que “los demonios son narcisistas totales y Satanás es el narcisista más grande de todos. En el infierno nadie piensa en el bien de otro. Es puro enfoque en uno mismo y, como Baal, el pensamiento extraño e irracional de un intelecto sucumbido al mal. Satanás sacrificaría a cada demonio bajo él en el infierno solo para su propio placer.
“Esto hace que el autosacrificio infinitamente generoso de Dios en Jesús sea aún más sorprendente. Satanás nos ensartaría para su propio beneficio. El corazón de Jesús fue traspasado en la cruz por nuestra salvación. Algo sobre lo que pensar…”, concluye.
ReL.
lunes 16 de mayo de 2022.