Guadalajara, Jalisco.- Autlán de Navarro se vistió de gala en una fiesta abierta a todos en ocasión del la ordenación episcopal de Javier Herrera Corona quien en la memoria de San Jorge, el santo patrono del Papa Francisco, fue integrado al colegio episcopal.
Familiares fieles, clero, consagrados y una docena de obispos del país fueron testigos de la celebración presidida por el número dos vaticano, Pietro Parolin en el seminario diocesano que está bajo el patronazgo de Santa María de Guadalupe, abierto desde muy temprano para ofrecer a todos, sin condición, la hospitalidad que significó el signo de la apertura del nuncio Javier Herrera.
Parolin, procedente de Guadalajara, llegó en una discreta comitiva, resguardada por policía estatal y Guardia Nacional desde la capital tapatía con el cardenal José Francisco Robles Ortega cuya carrera eclesiástica inició también en Autlán cuando fue ordenado para el clero de esa diócesis en 1976 y dos obispos asistentes originarios de ahí: el emérito de Toluca, Francisco Javier Chavolla Ramos y el de la diócesis de Culiacán, Jonás Corona Guerrero, nacido y ordenado en esa tierra.
Poco después de las once de la mañana, la procesión de entrada inició la celebración mientras el sol aumentaba la temperatura. Las lonas dispuestas para la confortante sombra, fueron insuficientes ante las decenas de fieles de esta región al sur de la capital de Jalisco. La alocución de bienvenida, a cargo del obispo de Autlán, Rafael Sandoval Sandoval, se anticipó al acto penitencial que ya había iniciado: “Estamos muy necesitados de esperanza” señaló, enfatizando la alegría de la diócesis por la mirada de Cristo en la persona del representante del Papa Francisco agradeciendo por salir hasta este humilde lugar, apuntando hacia la particular situación de violencia y la deforestación inmisericorde de los bosques y degradación ambiental. “Nos encanta que su corazón se alegre con la cercanía de esta gente sencilla que ama tanto al Santo Padre Francisco. Estamos con Pedro y bajo Pedro. Se lo puede decir con toda certeza…”
La homilía de Pietro Parolin fue el antecedente al sacramento de la ordenación episcopal y de la entrega de la bula apostólica leída por el secretario-canciller de la diócesis de Autlán. La lectura sobre la vocación del profeta Isaías y la proclamación y el evangelio de Lucas donde Pedro reconoce al Señor y le llama a ser pescador de hombres fueron la clave para dirigir las palabras de la misión y la predilección que Dios hizo sobre Herrera Corona después del inveterado Veni Creator que prepara el momento clímax de la celebración: “Estás bien preparado para esta tarea por dos razones: “Tú vienes de una tierra de hondas raíces cristianas católicas, la tierra de mártires como ahora me contaba el cardenal Robles durante el viaje desde Guadalajara hasta aquí, en donde aprendiste los fundamentos de la fe cristiana y recibiste tu vocación al sacerdocio al servicio del Señor…”
Y la otra razón, la larga experiencia diplomática del Herrera Corona en diversas misiones: “Has tenido la oportunidad de conocer muchas y problemas de pueblos y Estados así como la vida las alegrías y los sufrimientos de la Iglesia en distintas partes del mundo acumulando un bagaje de conocimientos y experiencias indispensables para desarrollar la tarea de representar a la Santa Sede; sin embargo, aquí estamos para tu ordenación Episcopal porque esta ordenación Episcopal, mediante una especial difusión del Espíritu Santo, te otorga la plenitud del sacerdocio y te confiere la gracia necesaria para desarrollar una misión que supera los méritos y que conlleva una responsabilidad y una dedicación de las que no seríamos capaces sin una ayuda eficaz de la gracia divina…”
Parolin subrayó el carácter sobrenatural de esa ordenación la cual no tendría sentido sin el Espíritu que da la gracia para realizar el sacerdocio, una tarea desproporcionada conforme a la naturaleza humana que no sería posible sin la gracia como sucedió con Isaías y Pedro quienes se reconocieron pecadores.
“Todo se les da gratuitamente…” Y el don de la misión y la responsabilidad no es un premio, es don gratuito y superior a cualquier mérito. Como los personajes bíblicos, el nuncio Herrera Corona es llamado de la misma forma en generosa entrega como lo hizo el profeta: “Aquí estoy, envíame”, palabras del lema episcopal del nuncio quien “forma parte del sublime diseño de amor que nos abarca a todos en una misión de especial responsabilidad…”
Esas cualidades episcopales de enseñar, regir y gobernar, según Parolin, deben tener una respuesta generosa para custodiar los dones recibidos, tesoro que no debe esconderse y “hacerlos fructificar a través una vida entretejida por el ritmo de la oración y de la adoración”, elementos clave para realizar la misión que, como dijo el Secretario de Estado se “requieren mientras estés ocupado y preocupado por las numerosas cuestiones vinculadas a tu específico mandato como nuncio apostólico. Ante cualquier preocupación sepas siempre desahogarte con el Señor, sepas siempre volver a Él para agradecerle y para implorarle, para conocerlo mejor, profundizando su palabra de vida. La intensidad de tu relación personal con el Señor será entonces tú mayor fuerza y consolación, será el puerto seguro donde hay que volver y partir para evitar el peligro de naufragar para discernirlo todo a la luz del Evangelio…”
Así, Parolin quiso acentuar quién es un nuncio cuyo papel no es el de mero diplomático. Su misión comprende este carácter sobrenatural que debe afianzarse en el Señor. Un puente entre la Santa Sede y otras naciones, “del Papa y los Estados y los Organismos Internacionales, un puente entre la Iglesia Universal y cada Iglesia particular…para dar a conocer “las principales directrices del magisterio de la Iglesia y de los papas… especialmente acerca de la defensa de la vida humana en cada una de sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural», además de acentuar la misión para resolver la preocupación del Papa por el deterioro del planeta, por las condiciones ambientales y climáticas, que son fuente de desequilibrio y riesgo para la humanidad.
Preparado, Corona Herrera recibió la unción del Espíritu por la imposición de manos de su jefe secretario de Estado. Los obispos presentes impusieron las manos y se le dieron los símbolos de la investidura episcopal: el libro de los Evangelios para proclamar la Palabra de Dios con sabiduría; el anillo, como signo de fidelidad; el báculo como emblema del pastoreo y gobierno además de la sencilla mitra blanca, que hizo juego con las de los celebrantes principales, como prenda del resplandor de santidad.
Corona Herrera se prostró presbítero para recibir la plenitud del sacerdocio. Su reconocimiento se dio por manifiesto en el aprecio del pueblo que recibió por primera vez su bendición episcopal acompañado por los otros dos obispos de Autlán. Y, reconociendo sus sentimientos encontrados, limitaciones e indignidad, la otra cara de la moneda fue la gratitud a Dios por la aventura de la vocación sacerdotal y de la vida de servicio a la Santa Sede. El agradecido obispo repasó a todos quienes hicieron posible ser sacerdote. A Parolin por el largo viaje hasta ese rincón de Jalisco: “Le pedimos que, por favor, haga llegar al Santo Padre Francisco, nuestros filiales saludos y oraciones por su alto ministerio. Al cardenal Robles Ortega, quien era el rector del Seminario de Autlán cuando el nuncio Herrera Corona inició su formación, además de los obispos asistentes y la colaboración de las autoridades y empresas para hacer posible la ceremonia de ordenación.
Al final, el reconocimiento del presidente de Autlán al cardenal Parolin como huésped distinguido fue el broche que cerró la consagración del tercer nuncio mexicano en poco menos de un año desde junio pasado. Ahora Herrera Corona iniciará una misión en los países que fueron puerta para la evangelización de África. Gratuitamente ha recibido, ahora gratuitamente, debe dar la gracia para lograr algún día la corona que no se marchita. Enhorabuena, nuncio apostólico Javier Herrera Corona.
Por Guillermo Gazanini Espinoza.