De acuerdo con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, cada 31 de marzo es propicio para el “Día Internacional de la Visibilidad Trans (travesiti, transgenero, transexual), que nace con el propósito de remarcar el valor de vida de manera abierta, sin ningún tipo de prejuicio, apoyando la lucha de las personas trans por el reconocimiento de sus derechos.
Según el criterio del organismo defensor de los derechos humanos, “no se nace hombre o mujer; se aprende a serlo. La identidad de género es la convicción personal e interna de cómo cada persona se percibe a sí misma. Las personas trans pueden adecuar su género a lo masculino o a lo femenino, o no”. Tal día tiene origen en un reconocimiento del presidente estadunidense Joe Biden quien, en 2021, llamó a los estadounidenses a unirse a la lucha por la plena igualdad de todas las personas transgénero.
No obstante las presuntas bondades, la ideología trans tiene de fondo propósitos que no sólo están limitados a esta promoción de derechos y respeto. Algunos estudios indican que en México hay entre 300 y 600 mil personas llamadas trans, es decir, aquellos que tienen un conflicto entre su anatomía e identidad sexual. Una de sus principales estandartes de batalla es la filósofa Simone de Beauvoir quien con su afirmación “la mujer no nace, se hace mujer”, se adopta esa convicción de que una persona trans en tan mujer como aquella que biológicamente lo es.
Lo anterior tiene detrás un poderoso aparato ideológico que incluso va contra la familia al fomentar la verdad aparente de que un niño puede cuestionar su identidad para aceptar otra, aprovechando las etapas normales de confusión y madurez. Como tal, quiere borrar de un plumazo el concepto de persona para diluirlo en un mero arquetipo. No obstante, los ocultos intereses de quienes impulsan esta agenda que detona la misma antropología humana, ya ocupan espacios de poder.
En México, la Cámara de diputados alberga a dos trans, Salma Luévano y María Clemente García son parte de esa legislatura de la equidad, diversidad e inclusión ocupando una curul como dos mujeres. Con un espacio de poder importante al haberse creado la Comisión de Diversidad, ahora mantienen duros choques con sus pares, especialmente con legisladores del Partido Acción Nacional, a quienes, por así decirlo, los tienen bajo un marcaje personal acusándolos de discriminación y odio.
Y es que el pasado jueves 31 de marzo, el mismo recinto de San Lázaro pasó por uno de sus capítulos más bochornosos y llenos de vergüenza como no se había visto desde hace algún tiempo. Tras la discusión de un proyecto legislativo en materia de salud mental, los dimes y diretes entre legisladores panistas y los morena trans llegó al punto de la toma de la mesa directiva presidida por el vicepresidente Santiago Creel Miranda. Luévano y María Clemente, cuya soberbia fue igual de reprobable que sus acciones, levantaron las manos en señal de triunfo despojando a Creel de su curul y gritando, como energúmenos, que tomarían la dirección de la Cámara en tanto no se diera el juicio político y expulsión de Gabriel Quadri de la Torre del Congreso de la Unión.
La escena tuvo consecuencias inmediatas. María Clemente dejó morena para ser independiente tras una muy hipócrita e inconvincente disculpa por esa conducta que jamás debió darse. Quizá las palabras y los ánimos justifiquen una discusión de tal índole, pero la desfachatez envalentonada de sus protagonistas no obedeció precisamente a la razón. La ideología trans llega con propósito claro que incluso, pretende desafiar a los poderes establecidos, desfigurando la democracia para someterla bajo el puño de una grotesca ideología que enseñó de lo que es capaz: Valerse de la violencia que defenestra el orden y ningunea las instituciones. Ese sí es un peligro para México.