Francisco lamenta con un grupo de indígenas canadienses una tragedia que nunca ocurrió

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El Papa tuvo dos audiencias esta mañana con los representantes de los pueblos originarios canadienses Métis e Inuit, junto a los que lamentó el hallazgo de una tragedia de años atrás cuyo descubrimiento llevó a la quema de varias iglesias en el país y que investigaciones posteriores han demostrado falsa.

Fue durante el Ángelus del 6 de junio de 2020 que el Pontífice había compartido con el mundo su consternación por la dramática noticia, llegada unas semanas antes, del descubrimiento en Canadá de una fosa común en una escuela, la Kamloops Indian Residential School, con más de 200 restos humanos de indígenas canadienses.

Un descubrimiento macabro, símbolo de un pasado de crueldad residencial en el país, cuando, desde 1880 hasta las últimas décadas del siglo XX, en instituciones financiadas por el gobierno y gestionadas en su mayoría por organizaciones cristianas, el objetivo era educar y convertir a los jóvenes indígenas y asimilarlos a la sociedad canadiense dominante, mediante el abuso sistemático.

Al salir del Palacio Apostólico al son de dos violines, símbolo de su cultura e identidad, los indígenas se reunieron con la prensa internacional en el exterior de la Plaza de San Pedro para hablar de los detalles de la mañana. Cassidy Caron, la joven presidenta de los mestizos, habló, leyendo una declaración, sobre el «incalculable número de personas que nos han dejado sin que su verdad sea escuchada ni su dolor reconocido». Sin recibir nunca la humanidad básica y la curación que merecían». «El reconocimiento, la disculpa, llega con mucho retraso, pero nunca es tarde para hacer lo correcto», dijo.

Una historia conmovedora de reconciliación y perdón con un único punto oscuro: el “macabro descubrimiento” no sucedió. La realidad es que no se ha encontrado ni un solo cuerpo fuera de un cementerio normal en el Colegio Residencial Indio de Kamloops, donde comenzó la operación de difamación contra la iglesia, como se ha molestado en revelar el historiador Jacques Rouillard.

Todo era falso. La campaña se inició a partir de los resultados de pruebas con radares, en los que se supusieron “cadáveres” lo que en realidad eran raíces, metal y piedras. Los cementerios normales fueron etiquetados como “fosas comunes”.

Rouillard descubrió que 51 niños murieron en el internado de Kamloops entre 1915 y 1964. De 35 de ellos aún existen documentos que prueban que murieron por enfermedad o accidentes.

La conclusión del historiador es que “las historias imaginarias y la emoción han superado la búsqueda de la verdad”. Lo lamentable es que se haga participar al Santo Padre en la petición de perdón y arrepentimiento por un crimen que no se cometió y que solo ha sido una excusa para reforzar la narrativa de la “malvada” Iglesia connivente con los colonos blancos sedientos de sangre.

 

Por Carlos Esteban,

Infovaticana

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