El pasado mes de julio, el Congreso de la Ciudad de México aprobó con 49 votos a favor y 9 en contra, un proyecto de ley para prohibir las terapias de reconversión para personas homosexuales, con sanciones de entre dos y cinco años de prisión para quienes las impartan u obliguen a participar en ellas.
Lo primero que sorprende es que en medio de la pandemia del coronavirus, en una ciudad que aumentó 160 por ciento la mortalidad durante este periodo, cientos de miles de sus habitantes han perdido el empleo o han visto disminuido su sueldo al punto de no alcanzar a cubrir los gastos básicos, donde la inseguridad se muestra incontenible y los servicios hospitalarios son deplorables, los diputados del depredador e inmoral partido Morena se den el tiempo para legislar temas que desconocen en lo más absoluto como son las terapias de reconversión, y de forma criminal e irresponsable ignoran los verdaderos problemas que azotan y angustian a los habitantes de la ciudad. Su proceder es verdaderamente intolerable, y los católicos debemos tomar nota de estos legisladores, pues en conciencia, no es posible dar el voto a quienes actúan con frivolidad y cinismo en contra de la libertad personal.
Pero lo más grave es que esta legislación atenta contra la libertad personal. ¿Quién ha facultado al Estado para determinar las opciones fundamentales tomadas en lo más profundo de la conciencia de las personas? Si una persona con tendencia homosexual no se siente plena, experimenta conflicto con su propia conciencia, y busca ayuda espiritual y psicológica, ya sea para poder entenderse y aceptarse así misma o para iniciar un proceso de clarificación ante aspectos de su personalidad que le son confusos y dolorosos, o bien, quiere iniciar un proceso de crecimiento y maduración en una terapia de reconversión sexual, ¿por qué el Estado se cree con el derecho irracional y abusivo de prohibírselo?
Desenmascarando la lógica irracional y tiránica de los diputados, un tweet decía: “Una persona homosexual en la Ciudad de México no puede pedir ayuda para cambiar, porque la ley se lo prohíbe; pero un hombre que dice sentirse mujer, la ley le facilita entrar a cirugía para amputarle sus genitales y le pongan senos. ¿Dónde está la coherencia? Mientras tanto se pueden seguir muriendo cientos de personas, como los niños de cáncer, porque no hay medicamentos. ¿No es esto criminal?
Sorprende el silencio de la Arquidiócesis de México ante este y otros temas fundamentales. No puede menos que venirme a la mente un texto de San Gregorio en su libro de los pastores de la Iglesia: “No seamos perros mudos, no seamos centinelas silenciosos, no seamos mercenarios que huyen del lobo, sino pastores solícitos que vigilan sobre el rebaño de Cristo, anunciando el designio de Dios en la medida que nos dé fuerzas, a tiempo y a destiempo”.
Con información de Contra Replica/P Hugo Valdemar